Cronología del colapso de un régimen: cómo 8 días acabaron con 24 años de mandato de Bashar Al Asad
Tras más de medio siglo de dominio de la familia Al-Asad, el régimen que parecía inamovible colapsó en apenas ocho días. En una ofensiva relámpago, liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS) —Organismo de Liberación del Levante en español—, una coalición insurgente islamista, las fuerzas opositoras tomaron las principales ciudades de Siria, incluyendo Alepo, Hama, Homs y Damasco, poniendo fin al gobierno de Bashar al-Asad.
Este avance insurgente, que culminó con la salida del presidente del país rumbo a Moscú, fue el resultado de una combinación de factores: la profesionalización de las tropas insurgentes, el desgaste de las fuerzas gubernamentales tras 13 años de guerra civil y el descontento acumulado de la población tras décadas de represión, corrupción y crisis económica.
30 de noviembre, cae Alepo
El comienzo del fin llegó con la sorpresiva toma de Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria y un centro estratégico tanto económico como político. El 29 de noviembre, los combatientes de HTS rompieron las defensas del oeste de la ciudad por primera vez en casi siete años. Los insurgentes avanzaron rápidamente hacia el centro, mientras las fuerzas leales a Al-Asad se retiraban desorganizadas.
Para el 30 de noviembre, Alepo ya estaba bajo control rebelde. Videos mostraban a los insurgentes celebrando frente a la emblemática Ciudadela de Alepo y ocupando el aeropuerto internacional. Este fue un golpe devastador para el régimen, que había recuperado la ciudad en 2016 tras meses de intensos bombardeos apoyados por Rusia. Aunque los aviones rusos intentaron contraatacar, su intervención fue limitada, reflejando el creciente agotamiento de Moscú debido a sus compromisos en Ucrania.
5 de diciembre, conquista de Hama
Con Alepo asegurada, las fuerzas de HTS marcharon hacia el sur, dirigiéndose a la estratégica ciudad de Hama. El régimen intentó contener el avance durante cinco días, pero las tropas gubernamentales, desgastadas y desmoralizadas, no pudieron resistir. El 5 de diciembre, los insurgentes tomaron la ciudad, un evento cargado de simbolismo.
Hama había sido escenario de una brutal represión en 1982, cuando Hafez al-Asad masacró a miles de opositores para consolidar su poder. Esta vez, la entrada de los insurgentes marcó una historia diferente: la liberación de cientos de prisioneros de la infame cárcel central de Hama. Videos emotivos mostraron a hombres y mujeres reencontrándose con sus familias tras décadas de cautiverio. El control de Hama consolidó aún más el avance insurgente y puso al régimen contra las cuerdas.
7 de diciembre, rebelión en Daraa y el sur
Simultáneamente, al sur del país, la insurgencia ganaba terreno en Daraa, la ciudad donde en 2011 estallaron las primeras protestas de la Primavera Árabe contra Bashar al-Asad. Durante años, los movimientos opositores en esta región habían sido reprimidos, pero la victoria de HTS en el norte inspiró a los antiguos rebeldes locales y figuras tribales a alzarse nuevamente.
El 7 de diciembre, Daraa cayó ante los insurgentes. Las imágenes de la ciudad mostraban multitudes derribando estatuas de Hafez al-Asad y ondeando banderas de la oposición. Este avance no solo tenía un significado histórico, sino también estratégico: cortó la última conexión del régimen con Jordania, aislando aún más a Damasco.
8 de diciembre, golpe final en Damasco
Desde el norte y el sur, los insurgentes convergieron en la capital siria. La noche del 7 de diciembre, suburbios clave de Damasco comenzaron a caer uno tras otro, dejando al régimen en una situación desesperada. La resistencia en la ciudad fue mínima; la mayoría de las fuerzas de Bashar al-Asad abandonaron sus posiciones, incapaces de enfrentarse a la avalancha insurgente.
En la madrugada del 8 de diciembre, los combatientes de HTS entraron en el centro de la capital, donde los ciudadanos salieron a las calles para celebrar. En la histórica plaza de los Omeyas, videos mostraron a multitudes coreando, tocando música y derribando los últimos símbolos del régimen. A las pocas horas, la noticia se confirmó: Bashar al-Asad había huido del país en un avión, dejando un vacío de poder.
La velocidad del colapso del régimen al-Asad sorprendió incluso a los analistas más experimentados, pero varios factores contribuyeron decisivamente. Por un lado, el agotamiento del régimen tras más de una década de guerra civil dejó a sus fuerzas desmoralizadas y con escasos recursos, incapaces de resistir la ofensiva coordinada de HTS. Además, la estrategia militar insurgente, liderada por Abu Mohammed al-Golani, fue crucial: años de entrenamiento y profesionalización con el apoyo de Turquía permitieron la formación de unidades especializadas en drones, artillería e infantería, mucho más efectivas que en el pasado. Por otro lado, el descontento popular jugó un papel clave; tras décadas de represión, corrupción y una profunda crisis económica, incluso los sectores tradicionalmente leales al régimen habían perdido la fe en su capacidad para gobernar. Finalmente, el aislamiento internacional debilitó aún más a Bashar al-Asad: Rusia, su principal aliado, estaba distraída por la guerra en Ucrania, mientras que Irán enfrentaba crecientes desafíos internos y externos, limitando su apoyo.
La dictadura de la familia al-Asad, que gobernó Siria durante más de medio siglo, llegó a su fin en una ofensiva relámpago que duró apenas ocho días. Aunque el régimen logró mantenerse en el poder durante más de una década de guerra civil, las fuerzas insurgentes finalmente capitalizaron años de debilidad acumulada.
La caída de al-Asad no solo marca el fin de un régimen autoritario, sino también el inicio de una nueva etapa incierta para Siria. Con el país profundamente dividido, devastado por la guerra y enfrentando una grave crisis humanitaria, el futuro dependerá de si las fuerzas insurgentes logran llenar el vacío de poder o si el conflicto se transforma en un nuevo capítulo de caos y lucha por el control.