Cumbre progresista en Chile: fracaso estrepitoso
Resulta paradojal, que quienes enfrentan en sus países graves crisis de gobernabilidad, pretendan amenazar la libertad de expresión, insistir en la lucha de clases y promover «centros de pensamiento en favor de la democracia»
De izquierda, los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; de Colombia, Gustavo Petro; de Uruguay, Yamandú Orsi; Pedro Sánchez, y el presidente de Chile, Gabriel Boric,
El día 21 de julio de 2025, Santiago de Chile, fue escenario de una «cumbre» llamada «Democracia Siempre». Gabriel Boric intentó lucirse con sus invitados progresistas. La verdad, es que esta reunión de izquierdistas pasó sin pena ni gloria.
Recibir en Chile a Pedro Sánchez, dando cátedra de democracia, parecía algo surrealista. El término ultraderecha, manoseado hasta la saciedad, ya no le da réditos ni en España ni en Chile.
Resulta paradojal, que quienes enfrentan en sus países graves crisis de gobernabilidad, pretendan amenazar la libertad de expresión, insistir en la lucha de clases y promover «centros de pensamiento en favor de la democracia».
Hasta ahora, en la mayoría de los países europeos y también en los Estados Unidos, las universidades han estado manipuladas por la izquierda y por académicos que en su mayoría están alejados del mundo real.
La pérdida de credibilidad de la democracia, y a diferencia de lo que piensan los líderes progresistas, es producto de un Estado opresor, organismos multilaterales arcaicos y repletos de burócratas ineficaces, además de un doble discurso a la hora de condenar las dictaduras.
Escuchar al ex terrorista Petro, haciéndose el lindo y proponiendo soluciones globales, resulta un tongo de proporciones. Lula, por su parte, enfrentando a los Estados Unidos sin ponderar los efectos que esas acciones podrían tener para su propio pueblo.
Pedro Sánchez ha gatillado una ofensiva en contra de la «internacional del odio». Tendrá conciencia Sánchez del odio que ha generado él en su propio país y como pretende exportar prácticas como la desintegración de su propia nación, el ataque frontal al idioma español y las concesiones desmedidas a autonomías independentistas incluso aquellas cercanas a quienes tanto dolor generó a sus propios conciudadanos.
Sánchez no debió visitar Chile. No era el momento, ni tenía nada bueno que proponer y además en momentos en que su gobierno tambalea. Por su parte el presidente chileno, de pésimo desempeño, intentando transformarse en líder, sin apoyo interno y a meses de entregar la banda presidencial a la derecha chilena (a la derecha, no a la centroderecha).
Al otro lado de la Cordillera de los Andes, Milei luchando por desterrar las prácticas corruptas de sus antecesores. Específicamente, de la condenada Cristina Fernández de Kirchner, amiga cercana de los participantes de esta «cumbre».
En efecto, hace un par de semanas Lula visitaba a la condenada en su apartamento en Buenos Aires. No tiene recato alguno, la Kirchner le robó millones de millones al pueblo argentino y Lula la visita.
Afortunadamente se acercan vientos de cambio en España y en Chile. Las futuras cumbres serán para hablar de desarrollo, de cómo hacer eficiente al Estado, de cómo eliminar la inmigración ilegal, de cómo proteger tradiciones y potenciar el idioma español.
Lenguaje inclusivo, agenda 2030, ultraderecha, política exterior feminista, reducción de jornada laboral, Estado expansionista y multilateralismo a ultranza, son conceptos que hay eliminar o revisar drásticamente. La paciencia se le acaba a los electores y el mundo tendrá que girar hacia el sentido común de las grandes mayorías, y no más, al ritmo de minorías agresivas que quieren imponer sus propios objetivos.