Los Altos del Golán son más que estratégicos
Estos montes con una posición privilegiada son una herida abierta desde hace décadas entre Israel y Siria
Durante la Guerra de los Seis Días (1967), Israel se enfrentó a una coalición de países árabes. Un país casi recién nacido fue capaz revolverse contra dicha coalición y salir victoriosa. El núcleo duro de dicha alianza árabe lo formaban los países que habían integrado entre 1958 y 1961 la República Árabe Unida: Egipto y Siria. El líder egipcio Gamal Abdel Nasser declaró el 27 de mayo de aquel 1967 que «nuestro objetivo básico será la destrucción de Israel. El pueblo árabe quiere luchar».
De aquella victoria, viene ese objetivo de Israel de protegerse las espaldas en los Altos del Golán. Desde aquellas montañas –cuyo epicentro es el Monte Hermón–los disparos de mortero asediaban ya en aquellos años las ciudades de Haifa y Tel Aviv. No hace falta mucha imaginación para pensar qué se podría hacer hoy con la tecnología actual.
No obstante, la ONU señaló como principio necesario para establecer una paz duradera y justa en la zona el «retiro de las Fuerzas Armadas israelíes de los territorios que ocuparon durante el reciente conflicto», lo que incluía la Península del Sinaí, pero también los Altos del Golán. Lo primero sí lo hizo, lo segundo no. En 1973, la Guerra de Yom Kipur repitió prácticamente el mismo escenario que en la guerra de 1967 y en 1974 Israel y Siria firmaron un acuerdo de separación, por el cual los Altos del Golán deberían ser liberados de presencia militar israelí.
Aparte de su posición privilegiada para poder atacar desde allí importantes ciudades israelíes, en aquellos montes nace uno de los ríos más emblemáticos de la región y de la Historia: el río Jordán. Esto hace que quien controla este río, controla la principal fuente de agua de Israel y Palestina.
Además, quien controla aquella zona controla el paso a Líbano. Israel se protegería la retaguardia por una buena cantidad de años.
Coincidencias de la vida, hoy Benjamin Netanyahu declaraba ante el tribunal para responder por sus casos de soborno, fraude y abuso de confianza.
Los Altos del Golán son una herida abierta, por lo tanto, desde hace décadas entre Israel y Siria. Quizás por eso, y por su cercanía al chiismo, Al Asad colaboró tan estrechamente con Irán, con su Guardia Revolucionaria y sus milicias –la más famosa es Hezbolá. Quizás por eso, Siria nunca ha dejado de estar en el punto de mira de Israel, menos aún en el último año en el que, a raíz de los terribles ataques del 7 de octubre, el país hebreo ha lanzado una ofensiva sin precedentes contra casi todos sus vecinos de la región.
Nada más tomar el poder el líder de Hayat Tahrir al Sham (HTS), Abu Mohammed al-Golani (también conocido como al-Jawlani o al-Jolani), israelíes y estadounidenses han lanzado una durísima campaña militar, basada fundamentalmente en bombardeos aéreos, con el objetivo de destruir las capacidades armamentísticas principales de Siria, para «evitar que caigan en malas manos».
En las últimas semanas, pero sobre todo en las últimas horas, estamos asistiendo a un blanqueamiento de Al-Golani, de manera que ya proliferan titulares tales como «Demasiado pronto para quitar a los rebeldes sirios de la lista de terroristas –Starmer», de la BBC, o «La ONU podría eliminar al grupo rebelde sirio HTS de la lista de organizaciones terroristas si se cumplen las condiciones», del The Guardian.
Además, el enviado especial de la ONU a Siria, Geir Pedersen, sugirió que «hay que analizar los hechos y ver lo que ha sucedido durante los últimos nueve años. Han pasado nueve años desde que se adoptó esa resolución y la realidad hasta ahora es que el HTS y también los otros grupos armados han estado enviando buenos mensajes al pueblo sirio; han estado enviando mensajes de unidad, de inclusión y, francamente, también estamos viendo en Alepo y en Hama cosas tranquilizadoras sobre el terreno».
Una operación de blanqueamiento en toda regla. No importa que aún el Departamento de Justicia de EE. UU. ofrezca por Abu Mohammed una recompensa de diez millones de dólares. Después del derrocamiento del régimen laico de Al Asad, ¿qué tipo de Estado se formará a partir de ahora? ¿Una especie de República laica francesa? ¿Un complejo sistema de equilibrios interétnicos al estilo libanés? ¿Un califato yihadista basado en la sharía?
Y, por último, otro ejemplo de doble rasero: dos países, que no han sido atacados, atacan a Siria por prevención. E incluso uno de ellos invade el territorio de otro Estado soberano –hace unas semanas Líbano, hoy Siria–, mientras que el Consejo de Seguridad de la ONU no es capaz de aprobar una resolución que denuncie esa situación. Algunos rumores, desmentidos por las autoridades israelíes, apuntan a que los tanques de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ya habrían llegado a la ciudad siria de Qatana, a unos escasos 20 km de la capital, Damasco. ¿Qué conceptos se manejarán estos días en la prensa occidental? ¿Ocupación? ¿Invasión? ¿Liberación? ¿Protección? ¿Zona de Seguridad?
Así las cosas, la ONU ya no sirve más que a los intereses de unos pocos, pero no representa el ente que podría ser foro de discusión para los problemas globales, para hablar de los intereses y preocupaciones de todos. Si solo es una cobertura para dar una pátina de excelsa humanidad a los intereses de unos pocos, si ya no representa a todos por igual… fin de la ONU.