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Ignacio Foncillas
AnálisisIgnacio Foncillas

La confusión ideológica del centro-derecha europeo con el Partido Republicano estadounidense

La derecha europea no entiende al partido Republicano estadounidense (o a sí misma)

Actualizada 04:30

Trump Macron

Donlad Trump junto con el presidente francés, Emmanuel Macron, en una imagen de archivoGTRES

En Europa, sobre todo el centro-derecha, que más parece una socialdemocracia light, no entienden cómo posicionarse respecto a la nueva Administración Republicana en EE.UU. Esto es lo más importante, sobre todo considerando que se están posicionando como aliados del Partido Demócrata, del que se creen compadres ideológicos. Craso error. Eso es no entender la política americana ni lo que representan tanto el partido demócrata como el republicano.

La estructura bipartidista de EE.UU.

El sistema electoral americano, por su naturaleza de winner takes all promueve un sistema donde solo caben dos partidos de poder. Eso obliga a los dos principales partidos a convertirse en partidos «tienda de campaña», donde caben opiniones ideológicas muy dispares dentro de las mismas siglas.

Ejemplos en el partido demócrata es que conviven Alexandria Ocasio-Cortez, que defiende ideas como una garantía federal al trabajo con sueldos de 15 dólares por hora, con centristas como el senador Warnock, de Georgia, que, coincidentemente, tiene el mismo récord en votos ideológicos que la senadora Warren, siendo esta republicana. En el partido republicano coexisten la mencionada Warren con el senador Ted Cruz, quien parecería estar a la derecha de Atila, o Rand Paul, un libertario que se parece a Milei en el ámbito económico.

La paradoja del alineamiento con los demócratas

Si analizamos la parte del espectro ideológico que cubre cada partido, o mejor dicho, que domina cada partido, es sorprendente que el centro-derecha europeo se alinee tan claramente con el Partido Demócrata, ya que, en los últimos ciclos, las administraciones demócratas han ejecutado una ideología de ingeniería social que se acerca mucho más a Podemos/Sumar que sus homólogos republicanos.

La promoción de la cultura woke, sobre todo en el área de supuestos derechos transgénero, tan alejados de la opinión generalizada de la población americana, o la expansión del estado administrativo o Deep State son casos emblemáticos. Un caso emblemático es la USAID, que bajo administraciones demócratas ha destinado fondos a proyectos que promueven ideologías progresistas en Hispanoamérica y otras regiones, alejándose del enfoque más pragmático de desarrollo económico, estabilidad política y promoción de los intereses americanos para el que fue diseñado.

Donald Trump presidente de EE.UU.

Donald Trump, presidente de EE.UU.Jim Watson / AFP

Ejemplos abundan: 1.5 millones de dólares para promover la agenda DEI en Serbia y la misma cantidad para promover la cultura LGTB en Serbia; 70.000 dólares para producir un musical DEI en Irlanda; 47.000 dólares para una ópera transgénero en Colombia; 5.5 millones de dólares para promocionar la agenda LGTB en Uganda; 2 millones de dólares para promover cambios de sexo en Guatemala… La lista es interminable.

Diferencias clave entre republicanos y demócratas

Es cierto que en el partido demócrata, las áreas más internacionalistas, como relaciones exteriores o defensa, se las han cedido a los grupos más centristas del partido, todo a cambio de apoyo en su demente agenda doméstica. El problema es que esta es la que más afecta al ciudadano en el día a día. En el partido republicano, por el contrario, el equilibrio ha sido inverso. A los radicales se les ha dejado controlar la ideología en lo que respecta a la política internacional (America First), mientras que en la política doméstica han ganado los partidarios de políticas más tradicionales dentro del partido republicano, como la racionalización del tamaño del estado, la eliminación de la cultura woke del día a día de los americanos medios o la reintroducción de valores más tradicionales en la policía y las políticas de seguridad. Y eso, en gran parte, explica la victoria de Trump 2.0.

Trump lo entiende, y por eso ha metido el acelerador en las políticas domésticas que son apoyadas por la mayoría de americanos, como la adopción de medidas económicas inspiradas en la visión de Elon Musk, incluyendo la reducción de regulaciones y la promoción de nuevas tecnologías. Estoy convencido de que, según vayan saliendo a la luz los escándalos de gastos escondidos en las cuevas profundas del presupuesto, el apoyo será mayor. Sin duda, los demócratas, con sus aliados en el sistema judicial, tendrán victorias de etapa. Pero al final, tampoco me cabe duda de que la prerrogativa del ejecutivo sobre cómo gastar el dinero, sobre todo si es gastar menos y no más, prevalecerá.

Trump y su impacto en la política americana

La principal diferencia entre estos republicanos tradicionales y Trump es la verborrea incontenida del presidente. Algunos alegan que esta es una estrategia calculada del presidente para lograr una mejor negociación en las materias que le importan, y otros, sus enemigos, argumentan que es parte integral de la psicología narcisista del presidente.

No creo que las dos versiones sean incompatibles, pero creo que no se enfocan en el argumento central. Al no ser un político a la vieja usanza, y sobre todo en su versión 2.0, al no tener futuro político tras su presidencia, llama a las cosas por su nombre sin importarle las consecuencias.

Política exterior y conflictos internacionales

Todos sabemos que los chinos juegan sucio en el comercio internacional: roban propiedad intelectual, subvencionan industrias estratégicas a largo plazo y, en el proceso, destrozan la fibra industrial y económica occidental, pero sobre todo la esclerótica y sobre-regulada Unión Europea. También todos sabemos que Marruecos juega sucio con la exportación de frutas y hortalizas a Europa, pero ni PP ni PSOE se atreven a decirlo. Trump sí. Aunque no con el lenguaje más refinado, el votante medio americano le entiende.

El último ejemplo es la propuesta sobre la Franja de Gaza.

Toda Europa se rasga las vestiduras porque alegan que la propuesta es una violación de la Convención de Ginebra. Sin embargo, esto no es cierto. La Convención de Ginebra, en su artículo 49, autoriza la reubicación de poblaciones civiles siempre y cuando sea voluntaria y exista el derecho de retorno.

Más allá de las soflamas lanzadas por periodistas, políticos y tertulianos europeos, que en su mayoría nunca han leído la citada convención, la propuesta de Trump ha puesto el enfoque en la hipocresía de los vecinos árabes y los aliados europeos de Hamás.

Como se dice en EE.UU.: Not in my backyard (no en mi patio trasero). Sí, derechos de los palestinos forever, pero nunca en mi casa. Y si, encima, son un grupo que ha demostrado ser capaz de desestabilizar cualquier país que repuebla (véase Jordania o Líbano), la reacción es aún más contundente. De hecho, Egipto y Jordania gobernaron Palestina durante décadas y ambos se retiraron ante la ingobernabilidad del enclave. Y sobre todo, obvia que toda la ayuda recibida por Hamás y por la PLA en la otra mitad de palestina, en vez de destinarse a promover el bienestar de sus ciudadanos y el desarrollo económico, lo han destinado a comprar material bélico, construir una infraestructura de túneles para la guerra, y sobre todo, para oprimir a su propia población.

El dilema del centro-derecha europeo

Volviendo al posicionamiento incomprensible del centro-derecha europeo respecto a Trump y al partido republicano, el centro del problema es que estos políticos dicen ser conservadores, pero a veces realmente son socialdemócratas encubiertos o porque, como tontolabas, se sienten en la urgencia de alejarse del último exabrupto de Trump.

Desde el punto de vista estratégico, no hay una respuesta única ni sencilla sobre con quién alinearse. Es esencial mantener abiertas las líneas de comunicación con distintas facciones, priorizando los intereses comunes y evitando posturas rígidas que puedan limitar futuras oportunidades de cooperación. Hay que mantener abiertas las líneas de comunicación con el ala centrista del partido demócrata, que, antes o después, volverá al podio de su partido. Con la actual administración de Trump, hay que enfocarse en las áreas de coincidencia, que son muchas, y no prestar tanta atención a las soflamas del presidente, que están más destinadas al mercado doméstico que al internacional. Las áreas de coincidencia, sobre todo en la eficiencia del Estado y la batalla cultural, son claras. Hay que hablarle claro al ciudadano sobre los valores que se defienden. Explicaciones con frases que hablan de resiliencia, trazabilidad, estratégico, sostenible o solidario son un mal comienzo. Y el ciudadano echa de menos que le cuenten la verdad. Si las pensiones son insostenibles, habrá que ver cómo se arregla el sistema para que lo sean. Si el sistema de bienestar es incompatible con la politica de fronteras abiertas, negar la mayor no sirve de nada. Antes o despues la gente se da cuenta.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla durante una conferencia de prensa con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habla durante una conferencia de prensaEFE

Los próximos cuatro años, sin embargo, presentan un dilema estratégico: ¿Aliarse con los republicanos para frenar el avance de sectores más radicales de derecha en sus propios paises, o hacerse el educado, tirándose del pelo con cada ladrido de Trump, y formulando un discurso apoyando la «institucionalidad», que ellos creen que defiende el partido demócrata, aislando a la derecha extrema con un cordón sanitario, y así, indirectamente, fomentando el crecimiento de esa derecha más radical para acabar, como la derecha francesa, abocada al ostracismo?

Allá ellos, pero creo que, si continúan por la ruta actual, acabarán con el famoso sorpasso de las derechas más extremas. En España vamos con retraso respecto a países como Francia, Alemania o Austria. Pero todo llegará.

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