
DeepSeek vs. ChatGPT: la Guerra Fría de la Inteligencia Artificial
¿Por qué tanto pánico? Porque si China ha encontrado una forma más barata y eficiente de desarrollar inteligencia artificial, las astronómicas inversiones en hardware y supercomputación de Silicon Valley podrían haber sido en vano
Esta semana, un sismo sacudió los mercados internacionales y reconfiguró el mapa geopolítico de la inteligencia artificial. La responsable: DeepSeek, una empresa china que asegura haber desarrollado un modelo de IA con solo 6 millones de dólares, capaz de competir con los gigantes estadounidenses como ChatGPT, Meta y Google, quienes han invertido más de 1.000 millones en sus respectivos desarrollos. Y como si esto no fuera suficiente, DeepSeek ha lanzado su modelo como código abierto, permitiendo que cualquiera pueda modificarlo y adaptarlo libremente.
El impacto en los mercados: un golpe multimillonario
El anuncio de DeepSeek desató el pánico en Wall Street. Nvidia, el titán de los chips que alimentan el auge de la IA, perdió más de 600.000 millones de dólares en valor bursátil en cuestión de horas, una caída del 16,8 %. En total, las tecnológicas del sector vieron cómo se evaporaba más de un billón de dólares en valor de mercado en un solo día. ¿Por qué tanto pánico? Porque si China ha encontrado una forma más barata y eficiente de desarrollar inteligencia artificial, las astronómicas inversiones en hardware y supercomputación de Silicon Valley podrían haber sido en vano.
La batalla por el futuro de la IA: ¿David contra Goliat o algo más?Este movimiento ha abierto una grieta en la industria y plantea dos preguntas cruciales: ¿Es realmente necesaria la monstruosa capacidad computacional en la que han apostado las grandes tecnológicas estadounidenses? ¿Y puede un modelo abierto y descentralizado, como el de DeepSeek, desafiar el dominio de las corporaciones norteamericanas?
Hasta el viernes, las inversiones monstruosas que anunciaron OpenAI, Oracle y SoftBank en capacidad de computación adicional parecían la clave del futuro de la IA. El lunes, el mercado se preguntaba si eran posibles dinosaurios en peligro de extinción. Silicon Valley, que hasta ahora había liderado el desarrollo de modelos de inteligencia artificial basados en razonamiento avanzado, de repente veía su trabajo como un posible derroche ante la ingeniosa eficiencia de los chinos.
Pero la historia no es tan simple: el verdadero coste de DeepSeek
La narrativa de DeepSeek suena demasiado buena para ser verdad, y en cierto modo lo es. Los 6 millones de dólares de los que presume la empresa no reflejan el costo real del desarrollo del modelo. Analistas estiman que DeepSeek ha adquirido más de 50.000 chips de Nvidia en los últimos años, lo que elevaría el coste real de su proyecto por encima de los 500 millones de dólares. Y eso sin contar los gastos en ingenieros, infraestructura y consumo energético.
¿Innovación o espionaje tecnológico?
China ha demostrado su astucia al hacer más con menos. Sin el acceso ilimitado a chips y supercomputación de sus competidores estadounidenses, DeepSeek ha diseñado modelos que logran resultados impresionantes con menor capacidad de cálculo. Pero hay un giro en esta historia: gran parte del conocimiento utilizado por DeepSeek proviene de sus rivales más avanzados como ChatGPT, Gemini y otros. Lo ha hecho a través de un proceso conocido como «distillation», en el que un modelo se entrena utilizando como referencia las respuestas de otro más potente. En términos simples: han aprendido viendo cómo piensan sus competidores. De hecho, en unas pruebas independientes sobre el modelo de DeepSeek, a la pregunta de qué modelo era, DeepSeek en 5 de cada 8 ocasiones respondía que se llamaba ChatGPT.
Silicon Valley también tiene esqueletos en el armario
Sam Altman, CEO de OpenAI, ha sido uno de los más críticos con DeepSeek, acusándolos de «robo» de tecnología. Pero su propia compañía tampoco es un modelo de transparencia. OpenAI comenzó como un proyecto de código abierto, financiado con la promesa de desarrollar inteligencia artificial para el bien común. Sin embargo, cuando Altman vio que su empresa lideraba el sector, cerró el acceso al código y transformó OpenAI en una entidad con fines de lucro.
Además, OpenAI ha sido acusado de entrenar sus modelos con contenido protegido por derechos de autor sin pagar por ello. Periódicos como The New York Times y Bloomberg han demandado a la empresa por el uso de su material sin licencia. Y la controversia llegó al ámbito del entretenimiento cuando OpenAI replicó la voz de Scarlett Johansson sin su permiso, lo que llevó a la actriz a emprender acciones legales.
¿Estamos ante una nueva Guerra Fría tecnológica?
El choque entre DeepSeek y OpenAI es solo la punta del iceberg. Lo que está en juego no es solo quién desarrolla la IA más avanzada, sino quién controla el futuro digital del mundo. Un documento interno filtrado de Google ya advertía que los modelos de código abierto podrían superar a los propietarios en velocidad, personalización y escalabilidad. Y ahora, DeepSeek ha convertido esa advertencia en una realidad.
Estados Unidos ve en la IA una herramienta clave para mantener su dominio global, mientras que China apuesta por la democratización (o apropiación) de la tecnología para desafiar esa hegemonía. Esta rivalidad no se resolverá en los laboratorios de OpenAI o en los servidores de DeepSeek, sino en los despachos del Pentágono y en las oficinas de los reguladores chinos.
La inteligencia artificial ya no es solo una cuestión tecnológica; es una cuestión de poder. Y como en toda guerra fría, lo que ocurra en los próximos meses podría definir el mundo de las próximas décadas.
El gran desenlace: ¿Quién ganará la batalla final?
Más allá del motor que guíe el pensamiento de las máquinas de IA, todas ellas necesitarán masivas cantidades de almacenamiento, un terreno donde EE.UU. tiene una gran ventaja. Y finalmente, el ganador será el servicio que consiga el mayor número de usuarios en su plataforma. En palabras de un conocido inversor de Silicon Valley, las compañías van a tener que decidir en qué negocio quieren estar: en el negocio de hacer GPS para coches (modelos de computación de IA) o en el negocio de Uber (portales que, siendo agnósticos a la tecnología, proporcionan el punto de conexión del usuario con la IA). Los dos son negocios viables, pero parecería que los primeros se van a convertir poco a poco en modelos parecidos a los generadores de electricidad, mientras que los segundos serán los verdaderos propietarios de la clientela. El proceso será fascinante...