Fundado en 1910
Un hombre sirio pasa en bicicleta junto a vehículos dañados tras la violencia ocurrida en los días anteriores durante los enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y partidarios del antiguo régimen sirio, en la ciudad de Jableh, en Latakia, Siria

Un hombre sirio pasea en su bicicleta por la ciudad de Jableh, en Latakia, SiriaEFE

«Han matado a familias enteras, incluyendo mujeres y niños»: los hermanos Maristas en Siria temen lo peor

Las minorías del país árabe temen que las matanzas de los últimos días no sean un hecho aislado y miran con desconfianza a las nuevas autoridades, lideradas por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham

Las minorías en Siria todavía no se recuperan de los últimos días de horror que han vivido en la región costera del país árabe, concretamente en Latakia y Tartús. Este martes, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) elevó a 1.093 el número de civiles muertos en el estallido de violencia que se desató el pasado jueves 6 de marzo y que el nuevo Gobierno sirio dio por finalizado este lunes. «La situación ha sido grave», explica por mensaje de audio a El Debate George Sabe, hermano de los Maristas Azules de Alepo.

Su voz suena entrecortada, casi como si estuviera evitando echarse a llorar. A la hora de explicar la situación, Sabe hace pequeñas pausas, traga saliva y susurra las palabras: «Hubo masacres, hubo muertos, hubo muchísima violencia, venganzas y, sobre todo, se creó un ambiente de miedo, de inquietud, que ya no solo se limita al litoral, sino a todo el país». Los terribles sucesos se precipitaron en la noche del pasado jueves cuando un grupo de milicianos leales al derrocado régimen de Bashar al Asad se rebelaron contra las nuevas Fuerzas de Seguridad.

El caos provocado por la ofensiva rebelde dio lugar a un clima de venganza, donde las minorías sufrieron la persecución a manos de las autoridades sirias –una amalgama de milicias entre las que se integran Al Qaeda o el Estado Islámico–. «En algunos casos familias enteras, incluyendo mujeres, niños y personas no combatientes, fueron asesinados en ataques que se dirigieron particularmente contra ciudades y poblaciones alauitas –rama del islam chií que profesa la familia de Al Asad–», denunció este martes en rueda de prensa el portavoz de la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos, Thameen Al-Kheetan.

Pero no solo los alauitas se han visto perseguidos por el simple hecho de profesar un rito diferente a la mayoría, suní, sino que los cristianos y los drusos también han sido víctimas de esta nueva oleada de violencia sectaria, que se creía ya superada tras la caída del dictador sirio el pasado mes de diciembre. La Red Siria de Derechos Humanos (RSDH), con sede en el Reino Unido, explicó en un informe que la mayor parte de los civiles muertos se registraron en las provincias costeras de Latakia y Tartús, pero también hubo muertos en las zonas centrales de Hama y Homs. Asimismo, aseveró que entre los asesinados había cristianos e incluso musulmanes suníes.

A pesar de que esta ofensiva no llegó hasta la segunda ciudad más importante del país árabe, Alepo, la desconfianza a las autoridades y el miedo se ha expandido a todos los rincones de Siria. «No sabemos dónde vamos a ir, no sabemos cuál es el futuro. Hay mucha inquietud. No se puede vivir en un sistema de venganza sin control», confiesa Sabe. El marista, que regresó a Siria tras el estallido de la guerra civil para prestar ayuda a las familias desplazadas durante más de una década de conflicto, exige a las nuevas autoridades –lideradas por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS)– medidas urgentes.

«No basta con decir que van a crear un comité de investigación», señala Sabe, que pinta un horizonte oscuro en su país: «La sangre que se derramó, llama a más sangre». Para el marista, el actual Gobierno es «responsable» de las matanzas de civiles y denuncia que no se debe permitir que «se mate a la gente solo por no ser de la misma creencia que ellos». «Los cristianos y los alauitas han sufrido esta semana en el litoral sirio. Solo civiles han muerto», trata de explicar ya sin apenas voz. La promesa de reconciliación que hizo el presidente interino de Siria, el islamista Ahmed al Sharaa, cuando llegó al poder, queda ahora en el olvido. El hermano marista sentencia que «el ciclo de violencia se repite».

La ONU denunció además de las «ejecuciones sumarias con base sectaria», otros abusos como «saqueos de domicilios y tiendas por parte de personas anónimas que se aprovecharon del caos», lo que ha provocado que los civiles hayan huido a zonas rurales o, incluso, han tratado de buscar protección en la cercana base aérea bajo control de Rusia. Las nuevas autoridades sirias anunciaron la creación de un comité de investigación y prometieron llevar a los culpables ante la justicia. Durante la jornada de este lunes, Damasco informó de la detención de «varios» responsables de las matanzas, sin dar más detalles.

Al Sharaa, que en ningún momento ha mostrado autocritica tras las atrocidades cometidas por sus Fuerzas de Seguridad, culpó a «actores extranjeros» de la violencia. Sea como fuere, el miedo entre las minorías crece. Muchos cristianos se plantean abandonar el país, una opción cada vez más recurrente entre aquellos que profesan esta religión, sobre todo, desde 2011, coincidiendo con el estallido de la guerra civil. Según los datos del Informe de Libertad Religiosa 2024 de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, en esta última década, los cristianos han pasado de representar un 10 % de la población a tan solo un 3 %.

Temas

comentarios
tracking