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Patricia Santos

Europa se rearma ¿defensa o renuncia al ideal de paz?

Ursula von der Leyen ha propuesto crear un Comisario de Defensa y fomentar una «industria europea de defensa» en un giro inquietante en la filosofía fundacional del proyecto europeo

Por décadas, la Unión Europea se ha erigido como un proyecto de paz. Nacida de las cenizas de dos guerras mundiales, la integración europea fue ante todo un esfuerzo para que el continente nunca más se destruyera a sí mismo. La reconciliación entre Francia y Alemania, la interdependencia económica, el fortalecimiento del Estado de derecho y los mecanismos supranacionales tenían un objetivo claro: hacer de la guerra una imposibilidad política.

Por eso, la reciente propuesta de Ursula von der Leyen, de crear un Comisario de Defensa y fomentar una «industria europea de defensa» representa un giro inquietante en la filosofía fundacional del proyecto europeo. Desde que estalló la guerra entre Rusia y Ucrania en 2022, en su línea de apoyo a Ucrania, la UE ha comprobado las limitaciones de sus activos militares. Ha comprobado con disgusto su dependencia de Estados Unidos para garantizar su seguridad a través de la OTAN, al ser puesta ante el espejo por EE.UU. cuando este país le ha requerido una mayor participación en la alianza que fuera proporcional con sus intereses.

El requerimiento ha llegado además acompañado de un aviso: Estados Unidos puede decidir reducir su compromiso práctico con la defensa europea si los estados miembros de la UE no se muestran capaces de dar un paso adelante y asumir un compromiso más coherente con su situación. A día de hoy, Europa no está preparada para defenderse sola.

La respuesta de Bruselas no ha sido especialmente diplomática. Von der Leyen y Kallas han propuesto una UE más militarizada, independiente de la OTAN. Han justificado públicamente como un acto de responsabilidad las propuestas de aumentar el gasto en Defensa, desarrollar tecnologías bélicas propias y crear un ejército europeo, asumiendo las capacidades militares nacionales.

Nadie discute el derecho -o la necesidad- de defenderse de cada país, pero el lenguaje que se está utilizando, la velocidad con la que se adoptan estas medidas comunitarias y la falta de una reflexión política profunda sobre sus implicaciones son señales preocupantes. ¿Estamos ante una defensa de la paz o ante la renuncia silenciosa a la paz?

La pregunta clave es: ¿quién es el enemigo? La respuesta inmediata, desde las instancias europeas actuales, no es China, no es el terrorismo islámico, no son las mafias que trafican seres humanos. El único enemigo declarado es Rusia. Sin embargo, la respuesta de la UE no parece posicionarse contra Rusia sólo.

Cualquier respuesta europea al margen de la OTAN, desde el punto de vista diplomático, duplica la ofensa: posiciona a la UE (a cada uno de sus estados miembros) contra Rusia y contra EE.UU., que ahora mismo capitanea la OTAN. Una respuesta tipo «y yo más» por parte de la UE es irresponsable porque replica la lógica del conflicto en lugar de prevenirlo, alimenta una narrativa de fricciones y pone en entredicho los valores que dice defender.

Ignorar el apoyo recibido hasta ahora por parte de EE.UU. a través de la OTAN, tratar dirigir la política internacional de ese país contra Rusia y declarar su propio rearme independiente como solución -ya sea por despecho antiTrump, o por miedo a su ausencia- puede llevar a una UE más insegura, más fragmentada y menos fiel a sí misma. Tampoco se pueden ignorar las diferentes políticas de defensa de cada país.

La Unión Europea no debería abandonar su rol diplomático ni su vocación multilateral. Su fuerza ha sido, históricamente, su capacidad de influir sin recurrir a la fuerza. Su poder blando -la diplomacia, la cooperación, la presión económica, los estándares europeos- ha transformado regiones enteras. Al adoptar un enfoque cada vez más militarista, la UE pierde su singularidad en el tablero geopolítico y se parece cada vez más a los actores a los que critica.

Europa tiene una responsabilidad actual con la paz. Allí donde el derecho internacional está cada vez más amenazado, la UE debe ser la voz que promueve el desarme, la resolución de conflictos por vías diplomáticas, la regulación de la inteligencia y la acción militar. Y sí, también debe tener capacidad disuasoria, pero sin que esa capacidad se convierta en el nuevo centro de la identidad europea. Hablar de defensa es hablar de vida y de muerte, y eso corresponde a cada nación, llegado el caso. ¿Repensar la OTAN?

Evolucionar es lo contrario de revolucionar. El ideal de defensa no está en la razón de ser de la UE, ni le pertenece. Además, los enemigos de la UE son sobre todo internos: la lejanía fundacional, el estancamiento económico, el exceso regulatorio, el fracaso de las políticas woke, la huida hacia adelante buscando en la fuerza su primer recurso. Si la UE abandona el proyecto de paz que la hizo única, habrá ganado tanques, pero perderá su alma y perderá a sus hijos.

*Patricia Santos es editora en jefe de la oficina de El Debate en Bruselas

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