A vueltas con los aranceles del maligno
Lo cierto es que los aranceles norteamericanos, si es que llegan, serán una respuesta a esa bunquerización ideológica que han impuesto en toda Europa
Ha dicho Donald Trump que si no hay un acuerdo comercial con la Unión Europea ya, a partir del 1 de junio EE.UU. aplicará unos aranceles del 50 % a todos los productos procedentes de la Unión Europea. El presidente norteamericano muestra así su malestar con las formas de la Comisión Europea en unas negociaciones que contrastan con las que han llevado a cabo con rapidez y solvencia otros países con EE.UU. y que ha concluido en acuerdos comerciales bilaterales.
La Comisión Europea es dirigida por Úrsula von der Leyen y otra mucha gente que ha despreciado, insultado, caricaturizado y ridiculizado tanto a Donald Trump y a su equipo que se está mostrando del todo incapaz de aceptar una nueva realidad en la que su hostilidad al presidente, su arrogancia, su altivez y su pretendida superioridad moral son terriblemente contraproducentes. Probablemente ahora redoblarán sus insultos a Trump y su gobierno y todos los medios europeos que son bien pagados portavoces de esas posiciones de Bruselas pondrán en grito en el cielo.
Un problema añadido a la mala disposición inicial y a todas las dificultades técnicas implícitas está en que la Comisión Europea encargada de negociar ve en la otra parte, en el gobierno de Trump, un aliado de sus peores enemigos, las fuerzas conservadoras y patriotas que crecen en Europa y amenazan con arrebatarle la hegemonía política y el poder a este bipartidismo de populares y socialistas que con sus satélites liberales, verdes y comunistas, gobiernan en la UE y controlan todas las instituciones, incluido el Europarlamento desde su fundación.
Con el permanente crecimiento de estas fuerzas patriotas, soberanistas y conservadoras, que cuentan con las simpatías expresas de miembros del gobierno norteamericano, la hostilidad de Bruselas hacia Trump es también parte de su obsesión por no perder el control total de la UE y el poder que por primera vez en la historia de la UE ven peligrar. La Unión Europea se gasta miles de millones en propaganda de su política financiando medios y ONG de forma ni siquiera siempre legal. Esta propaganda altamente ideológica y en contra de las fuerzas conservadoras y nacionales ha sido siempre también violentamente antiTrump.
Eso se sabe bien en Washington y no ayuda. Pero los criterios que está aplicando Washington en ninguno de los casos habidos, muchos ya resueltos, han sido ideológicos. EE.UU. insiste en que los aranceles que ponen son una respuesta absolutamente proporcionada y razonable a todas las mil barreras e impedimentos, arancelarias, fiscales o regulatorias que impone la Unión Europea a sus productos y sus servicios. Y es que en este campo vamos a ver por primera vez este choque entre dos economías que se dicen de libre mercado pero que en Europa ha sido convertida en una frenética carrera reguladora e intervencionista en algo muy lejano a toda libertad.
La jungla de injerencias, reglamentos, leyes, directivas e imposiciones en aras de una delirante ingeniería social de motivación ideológica han hecho de Europa una economía cerrada incluso para los propios europeos. De ahí que su crecimiento, productividad y bienestar estén estancados desde hace años.
Lo cierto es que los aranceles norteamericanos, si es que llegan, serán una respuesta a esa bunquerización ideológica que han impuesto en toda Europa y bajo la batuta de Alemania las elites gobernantes y el aparato burocrático de la UE que es hoy en día ya más ideológico que los Comités Centrales de la órbita soviética y sus comisiones para los planes quinquenales.
Los países europeos llevan ya muchos lustros sufriendo el deterioro general de la economía, de la industria, de la educación, de la sanidad y otros muchos campos por la política equivocada, ideológica, irracional, autolesiva y muchas veces suicida de Bruselas. Pero ahora puede ser que sufran de forma traumática este fracaso de una política y la incapacidad, la imposibilidad absoluta, de la Comisión Europea para defender eficazmente los intereses de los países que dice representar.
Porque es muy cierto lo que dicen en Washington de que muchos países europeos no saben cómo se están negociando sus intereses nacionales por parte de la Comisión Europea. Y muchos pueden tener la certeza de que sus intereses están siendo sacrificados a los intereses de otros países o posiciones ideológicas y conveniencias políticas globales que persigue la Comisión Europea.
Giorgia Meloni es quien desde su gobierno italiano más esfuerzos está haciendo para que Bruselas, con todo su aparato burocrático y técnico formado por personal altamente ideologizado, anticonservador, antiamericano y desde luego furiosamente anti Trump, no convierta la necesidad de cambios radicales en una guerra con EE.UU. suicida para muchos sectores y regiones europeas. Entonces los países europeos sufrirán catastróficamente esa entrega de la soberanía que les habían presentado como una unión de fuerzas que mejoraría su posición negociadora. Por el contrario esa cesión de soberanía ha dejado sus intereses en manos de fuerzas poderosas que tienen intereses distintos y hasta contrarios a la hora de negociar con EE.UU.
La crisis abierta entre una administración Trump y una Comisión Europea cuya principal señal de identidad, aparte de la hipocresía y del fracaso en todos estos pasados años, es la hostilidad hacia Trump, puede llevar a un desastre a muchos sectores y a muchas regiones europeas. Esperemos que la Comisión Europea, presionada por algunos gobernantes razonables que hay en la UE y por la propia realidad y necesidad, reconsideren sus posiciones. Cierto es que en muchas cuestiones se les exige que se bajen de algunas de las posiciones ideológicas que más han desarrollado, véase en toda la histeria climática y energética, y que más daño han hecho al desarrollo de las economías europeas.
Si se llega a un buen acuerdo, las naciones europeas tendrán cosas que agradecer a Trump. Si se llega a la guerra total las naciones europeas se habrán de plantear si no les habrían ido mucho mejor las cosas en una negociación propia como ha hecho el Reino Unido con rapidez y éxito y no representados por algunos que en absoluto están defendiendo los intereses específicos de ciertas naciones.