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El presidente francés, Emmanuel Macron, en París

El presidente francés, Emmanuel Macron, en ParísAFP

Macron es el principal responsable de la crisis política en Francia, pero no el único

Bayrou, Lecornu Retailleau también han contribuido a sembrar un impasse de difícil desenlace

No es descabellado afirmar, a la vista de los acontecimientos de los últimos días, que la actual crisis, casi de régimen, que acecha a Francia empezó a fermentarse en la primavera de 2022 cuando Emmanuel Macron cometió dos errores tácticos. El primero, su tardanza en nombrar a una primera ministra: más de tres semanas transcurrieron entre su reelección, el 24 de abril y la llegada de Élisabeth Borne al Palacio de Matignon, el 16 de mayo. Tres semanas durante las cuales se mostró ambiguo en lo tocante a sus intenciones, de modo especial las programáticas.

Segundo error, en la senda del primero: no imprimir ningún impulso, siempre en junio de aquel fatídico 2022, a la campaña legislativa de sus tropas. El resultado fue la pérdida de una mayoría absoluta que, sin ser tan apabullante como la de 2017, sí que estaba al alcance de la mano en compañía de sus aliados centristas del Modem –encabezado por François Bayrou– y de Horizons, cuyo líder es el antiguo primer ministro Édouard Philippe. Así las cosas, la gobernanza de Francia –agravada por gruesos errores de reparto gubernamental, siendo el caso más llamativo el del antiguo ministro de Educación Pap Ndiaye– se complicó desde el principio.

Este pecado original, materializado en la aprobación de la reforma de las pensiones en medio de un grado inusitado –incluso en Francia– de conflictividad social en marzo de 2023 y por el fiasco de la ley de Inmigración a finales de ese año, ha lastrado el segundo mandato de Macron.

¿Y las legislativas fallidas de 2024? Sostiene en Le Monde Alain Duhamel, decano, a sus 85 años, de los analistas políticos galos, que jugaron un «papel de acelerador. En su opinión, al decidir disolver la Asamblea Nacional «la misma noche de las elecciones europeas, cuyo resultado había sido catastrófico para su propio bando, se debilitó aún más». «Tras las legislativas», prosigue Duhamel, Macron «intentó conservar cierta forma de poder manteniendo el control sobre el proceso de selección del primer ministro. Pero la forma en que lo hizo no hizo más que aumentar la confusión de los franceses. Esto reforzó la impresión de un desarreglo del sistema, aunque, en última instancia, creo que también alimenta un deseo de estabilidad».

Cinco primeros ministros en tres años, estadística inédita en la V República

Sea como fuere, las consecuencias han sido, políticamente, las más crueles para el jefe del Estado y para Francia: cinco primeros ministros en tres años, estadística inédita en la V República, y un bloqueo político inimaginable incluso en 2022. No se ve, de momento, la luz al final del túnel.

Mas la realidad obliga a decir que el jefe del Estado es el único responsable del desbarajuste político e institucional. Otro de ellos, aunque no en mismo grado, es François Bayrou, que desde 2017 venía haciendo las veces de aguijón crítico del macronismo. En diciembre pasado, tras el derrocamiento del Gobierno de Michel Barnier, forzó su nombramiento como primer ministro: o el presidente le daba las llaves del Palacio de Matignon o rompía la coalición.

Bayrou logró su propósito y empezó a gobernar de manera algo más dialogante, pero ese talante se convirtió pronto en inactividad en forma de carrera sistemática por su propia supervivencia. A finales de agosto, lanzó el órdago de una cuestión de confianza que sabía que iba a perder. La perdió. Se marchó de Matignon diciendo la verdad: la situación financiera de Francia es crítica. Lo que muchos se preguntan es por qué no hizo nada durante nueve meses para intentar paliarla.

Su sucesor Sébastien Lecornu fue nombrado el 9 de septiembre de 2025 y tardó en formar su Gobierno casi un mes, corto periodo durante el cual intentó quitar crispación al renunciar a la supresión de dos días festivos. Sin embargo, empezó a cavar su propia tumba al anunciar otra renuncia: a utilizar el artículo 49.3 de la Constitución, que permite la adopción de un texto sin votación para ganarse el apoyo de la oposición, que no se lo prestó. Intención loable, error garrafal, que, pese a todo, se podría haber subsanado al empezar a gobernar, examinando cada caso, sin anuncios previos grandilocuentes.

Ayudó también a reventar su efímero Gobierno la actitud del ministro de Interior en funciones y presidente de la formación de centro derecha Los Republicanos, Bruno Retailleau: su incendiario mensaje en X, antes Twitter, la noche del pasado domingo, considerado como una amenaza velada a Lecornu, obligó a este último a anticipar su dimisión. Lo que ha logrado Retailleau, además de la caída del primer ministro, es allanar, aún más, el camino a la irrelevancia del centro derecha.

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