Donald Trump y Maduro: la precipitación es mala consejera para Venezuela
Trump no va a meterse en Venezuela, no es lo que ha dicho, ni creo que es lo que hará. Ojalá que me equivoque. El presidente norteamericano anhela ahora negociar con Nicolás Maduro su salida definitiva
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Washington, D.C.
Los que llevamos más de seis décadas esperando a que la libertad se materialice en Cuba sabemos que por mucho que la deseemos la premura es mala consejera. Existe como un sino, un destino comunista, que hasta que no hayas padecido y concluido las consecuencias de los errores durante casi ochenta años no se estaría preparado para desandar el camino sembrado de hoces y martillos; y de tal modo emprender la carrera hacia la limpieza total del espíritu, el renacer del pensamiento.
Entiendo a los venezolanos y su apuro, también nosotros lo hemos sufrido en numerosas situaciones: Bahía de Cochinos, la Guerra del Escambray, donde nadie fue a liberarnos, los cubanos decidieron liberarse. Pero hay que saber que Estados Unidos nunca estará urgido en nada que no les convenga y con lo que no ganen al ciento por ciento.
Lo segundo que hay que comprender es que mientras más analistas surjan, sean militares del ejército norteamericano, o donde lo hayan sido, o lo sigan siendo, a hablar de lo que es poco probable que suceda, más Donald Trump se cansará del tema.
El presidente es un negociador nato, a los buenos negociadores no les agrada que les antecedan en ningún frente y mucho menos que les cambien el paso. Y, si por ganar tendrían que voltearse e ir a la contraria, lo harían sin titubeos.
En cuanto a lo tercero que tienen que insertarse en el cráneo: no desprecien más al que ellos creen que es el enemigo, y mucho menos al enemigo real. Que Maduro es la fachada lo sabemos, pero que el régimen castrista es quien está detrás es de lo que todavía algunos no logran enterarse de una buena vez.
Hay que saber esperar, para poder analizar mejor, y también saber callarse. Lo de callar nos ha costado mucho a los cubanos. De ahí que no aprendamos que cuando la tiranía suelta uno de esos bultos que le ha vendido al mundo como opositor –que el mundo les ha querido comprar–, que de tanto usarlo ya no les sirve ni para sacar a los pastores alemanes a hacer sus necesidades, y entonces los siembran en el exilio a hablar mierda y a entretener una vez más al personal, retrocedemos veinte años más.
Ese factor no lo pueden entender Marco Rubio, ni mil asesores norteamericanos, ni el mismísimo Donald Trump, porque para desmenuzar cada una de las trampas de los comunistas hay que haber vivido y padecido el comunismo en todas sus aristas, en vena, y con laberínticas maldades.
No daré nombres porque entonces se empiezan de nuevo a cerrar puertas. Pero sé que a estas alturas ya no hay nada que hacer, la historia se repite una y mil veces hasta la saciedad, pocos están en capacidad de aprender y otros no están por la labor, pues les restarían los millones que reciben por traicionar segundo a segundo a la patria.
Trump no va a meterse en Venezuela, no es lo que ha dicho, ni creo que es lo que hará. Ojalá que me equivoque. El presidente norteamericano anhela ahora negociar con Nicolás Maduro su salida definitiva y la de los que se conoce de sobra que están involucrados de lleno en el Cartel de los Soles.
Si tuviera que sacrificar a quien tenga que sacrificar –y aquí me refiero a los consagrados puestos nombrados de antemano de presidente, vicepresidente, o de lo que sea–, lo hará. Es lo que hacen siempre los sucesivos gobiernos estadounidenses. Pero él, en específico, no pretende guerrear, lo ha dicho; tampoco en su espíritu vibra el enfrentamiento matarife. No es su estilo. No pienso que cambie a estas alturas.
En cuanto a Cuba, después que el último de los presuntos presos políticos alabado por todos (prensa y organismo internacionales, etcétera), mientras del resto de presos nadie habla, recién delató la presencia de las Starlinks de Elon Musk que con tanto trabajo se introdujeron en la isla, pedacito a pedacito, con el propósito de que los cubanos tengan internet gratis en caso de que ocurra otro 11J, me imagino que ya la tiranía ha logrado una buena tajada, y andará ahora mismo en la fabricación de otro preso de lujo, de casa de protocolo, de terreno de beisbol, de baños de espuma, para poder venderle su nueva joya al exilio.
El exilio se descocotará para comprársela, e incluso si tiene que vender lo poco que le queda de dignidad, con tal de ofrecerle la jugada a la tiranía, la venderá completa.
Es doloroso, pero es lo que hay, lo que trajo el barco. De ahí que cada día me desilusione más con la libertad de Cuba, y decida aprender de una vez y por todas que sólo se es más libre mientras más independiente y en soledad uno asimile y asuma su propia libertad.
Entretanto, a los venezolanos ya los tienen completamente anestesiados con la llegada de los bárbaros, como en el poema del poeta griego Constantino Cavafis; siento anunciarles que con esa nota musical también nosotros venimos del futuro, tal como predijo en 1980 el escritor cubano Reinaldo Arenas, y el embeleque todavía nos dura.
Lo peor es que la anestesia es una mezcla de formol estadounidense, con morfina china, y sedación rusa mediante polonio catorce. Mi único consejo: despierten. Sólo hagan caso de ustedes mismos, los pueblos son sus propios líderes, nadie más. Lo probó Cuba en el 2021, que su único líder es el pueblo mismo.