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27 de abril de 2024

yusuf al qaradawi

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Yusuf al-Qaradawi (1926-2022)

Un clérigo musulmán demasiado ambiguo

Defendía el diálogo interreligioso, pero predicaba el antisemitismo; condenaba los malos tratos a mujeres, pero los justificaba como «último recurso»

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Nació en Saft Turab (Egipto) el 9 de septiembre de 1926 y falleció en Doha (Catar) el 26 de septiembre de 2022

Yusuf al-Qaradawi

Ulema de formación, su activismo en Egipto le valió un encarcelamiento bajo la Monarquía del Rey Farq y tres en tiempos de Gamal Abdel Nasser. En 1961, se afincó en Catar, donde, a partir de los 90, ganó popularidad gracias a Al Yazira.

Plaza Tahrir, en pleno centro de El Cairo, 18 de febrero de 2011. Ese día, Yusuf Al Qaradawi dirige una velada de oración en el epicentro de la revuelta popular que una semana antes se había llevado por delante al régimen de Hosni Mubarak. Para el ulema recién afincado en Catar, el momento es importante: por primera vez en medio siglo, ha pisado su país natal. De pronto, en su primera invocación, dice: «O musulmanes, O coptos…»
Evocar a los cristianos de Egipto en un acto genuinamente musulmán puede parecer, a ojos de estos últimos, una transgresión litúrgica. Mas Al Qaradawi quiso lanzar un mensaje integrador en el momento más decisivo de la historia del país desde la Revolución de 1952. El problema es que, a lo largo de más de sesenta años de vida pública, el peculiar clérigo ha combinado los gestos de apertura con todo tipo de amenazas, veladas o no.
Empezando por los judíos, que han sido una de sus principales obsesiones. Por una parte, afirmaba que el islam permite las buenas relaciones con los que profesan otras creencias, de modo especial si pertenecen a las religiones del Libro.
Por otra, no perdía la oportunidad de proferir frases de las que se desprendía el antisemitismo más primario –una de sus referencias, incluso en disertaciones teológicas, era el panfleto Los Protocolos de los Sabios de Sión– o de justificar los actos terroristas de palestinos contra israelíes. Sin ir más lejos, legitimó el asesinato de mujeres israelíes embarazadas, porque sus hijos por nacer «podían alistarse, más adelante, en el Ejército». Unas afirmaciones que no fueron óbice, el 11 de septiembre de 2001, para hacer un llamamiento a los musulmanes para que donasen sangre a las víctimas de los atentados en Nueva York.
El manejo de esta peligrosa ambigüedad también se hacía extensivo a temas más sociales como el maltrato a las mujeres: lo condenaba en principio, si bien podía estar permitido «como último recurso». Tampoco es que hiciese mucho por el diálogo con sus correligionarios chiíes, a los que, además de las inevitables acusaciones de herejía en clave estrictamente doctrinal, reprochaba la «invasión» de tierras suníes. ¿Sobre el Hizbulá? Pasó de afirmar que era deber de todo musulmán apoyar a esa organización a animar a los suníes a combatirles.
La mayoría de estas prédicas fueron posibles gracias al patrocinio incondicional que le brindaba el canal televisivo Al Yazira, con sede en Catar, país de residencia de Al Qaradawi desde 1961. Y, por supuesto, gracias a una sólida formación académica, iniciada en su más tierna infancia –a los 9 años ya se sabía el Corán de memoria–, completada y ampliada en el Instituto de Estudios Religiosos de Tanta –donde conoció a Hassan Al Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes, que se convirtió en su referente– y en la Universidad Al Azar de El Cairo.
De hecho, antes de ser conocido por el gran público, desarrolló una fructífera carrera académica en Egipto, antes de su exilio, en Catar, donde creó una universidad, y en Argelia, donde pasó un año tras el desmoronamiento del régimen del Frente de Liberación Nacional.
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