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30 de abril de 2024

El padre José María Castillo, a la izquierda

El padre José María Castillo, a la izquierda

P. José María Castillo (1929-2023)

Teólogo heterodoxo rehabilitado por Francisco

Favorable a la ordenación de mujeres o al matrimonio de sacerdotes, había sido destituido de su cátedra en 1988

El padre José María Castillo, a la izquierda

José María Castillo Sánchez

Nació en Puebla de Don Fadrique el 16 de agosto de 1929 y falleció en Granada el 12 de noviembre de 2023.

Ingresó en la Compañía de Jesús en 1945 y al año siguiente la abandonó por motivos de salud antes de pertenecer de nuevo a ella entre 1956 y 2007. Completó su formación académica con un doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana y se centró en la docencia hasta 1988. Su destitución de la Facultad de Teología de Granada no fue óbice para seguir publicando decenas de libros.

La grata sorpresa se produjo en marzo de 2018: un día de aquel mes, el Papa llamó por teléfono al domicilio granadino del padre José María Castillo que, en un primer momento, no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. De ahí que el Papa se viera obligado a recomponer el número; esta vez, con éxito. Departieron durante unos minutos y prolongaron la conversación cara a cara meses más tarde en el Vaticano. Fue entonces cuando Francisco le confesó que era lector de sus obras. «Le agradezco lo que usted está escribiendo y publicando. Le ruego que no deje de escribir y publicar porque le hace mucho bien a la gente», añadió.
Los ánimos pontificios supusieron para el padre Castillo el final de un ostracismo por parte de las autoridades eclesiales que había durado casi cuarenta años y cuyos inicios se remontan a 1980, año en el que la Facultad de Teología de Granada, donde impartía Teología Dogmática, le apartó de los cursos de grado, limitando su docencia a las asignaturas de Licenciatura.
Como el profesor y sacerdote persistía en posturas contrarias al Magisterio, ocho años más tarde fue del todo destituido por completo de su cargo académico junto a otro compañero de Facultad, el padre Juan Antonio Estrada. En la misma tanda, rodó igualmente la cabeza del claretiano Benjamín Forcano como director de la revista «Misión Espiritual». Fue una de las mayores purgas, aunque no la única, que se recuerdan contra teólogos disidentes.
Bien es cierto que el pensamiento del padre Castillo chocaba frontalmente con puntos esenciales de la doctrina católica, como su apoyo a la ordenación sacerdotal de mujeres, a la posibilidad de contraer matrimonio para los presbíteros ya ordenados o su desvirtuación del concepto de pecado tal y como lo entiende la Iglesia-; y también con posicionamientos temporales contrarios a la estrategia eclesial oficial. Por ejemplo, la aceptación, sin más, de leyes civiles, como las del aborto o la del matrimonio homosexual, contrarias a la moral religiosa.
La sanción canónica al padre Castillo no desembocó en su aislamiento intelectual, siendo contratado como profesor visitante por la salvadoreña Universidad José Simeón Cañas, uno de los centros de referencia de la Teología de la Liberación -a la que apoyó con entusiasmo-, o la calurosa acogida que siempre le brindó la prensa progresista, sin olvidar su pertenencia a la «Asociación de Teólogos Juan XXIII», epicentro durante décadas de la disidencia eclesial española. El padre Castillo culminó su proceso de radicalización al abandonar, en 2007, la Compañía de Jesús, «por higiene mental». Había formado parte de ella en dos ocasiones.
Su propensión a la disidencia había tomado cuerpo durante y después del Concilio Vaticano II, fruto tanto de los nuevos vientos como de su experiencia como párroco de base en Granada. En el periodo que transcurre entre finales de los sesenta y los setenta estuvo, incluso, en sintonía con buena parte de la jerarquía episcopal española. Hasta que el soplido del viento cambió de dirección.
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