Ion Iliescu
Ion Iliescu (1930-2025)
Se subió al carro de la Revolución rumana
Tomó las riendas del país balcánico tras el derrocamiento de Ceaucescu y lo convirtió en una democracia occidental, no sin ciertos reflejos autoritarios
Ion Iliescu
Expresidente de Rumanía
Tras una larga trayectoria en la burocracia comunista rumana, asumió el poder en diciembre de 1989. Fue presidente democrático de Rumanía entre 1990 y 1996 y entre 2000 y 2004. Murió como consecuencia de un cáncer de pulmón.
Ion Iliescu acudió a la radiotelevisión pública rumana el 22 de diciembre de 1989, pocas horas después de que Nicolae Ceaucescu hubiera huido de Bucarest en helicóptero, para «saludar al movimiento popular», proponer la celebración de elecciones libres, pluralismo político, una economía de mercado y, sobre todo, la «liquidación de las estructuras estatales totalitarias», incluido el Partido Comunista al que él mismo pertenecía desde 1953. Terminó cumpliendo lo prometido, no sin algunas hesitaciones.
Lo que nadie pone en cuestión es su sentido oportunista al cubrir inmediatamente el vacío de poder en Rumanía tras la desbandada del dictador. Iliescu no actuó solo: estuvo acompañado en la ejecución de la rápida maniobra por un grupo de comunistas de segundo nivel marginados durante la mayor parte de la era Ceaucescu. Así nació el Frente de Salvación Nacional, que rigió los destinos del país balcánico durante los primeros años del poscomunismo. Iliescu se encuadra, pues, en la categoría de dirigentes que protagonizan una transición democrática desde las entrañas de una dictadura.
Pero a su manera: hijo de un ferroviario comunista fallecido del que quedó huérfano siendo un quinceañero —su madre le había abandonado a temprana edad—, el joven Iliescu fue acogido por una tía que trabajaba de cocinera en casa de Ana Pauker, musa del comunismo rumano. Con todo, se fraguó su propio destino, cuyas primeras piedras fueron un diploma de mecánica de fluidos cursado en Bucarest y otro de ingeniero obtenido en Moscú.
Apenas ejerció profesiones vinculadas con su formación: lo suyo era la política. Por eso escaló rápidamente los peldaños de la rígida burocracia comunista, siendo elegido miembro del Comité Central del partido único y, poco después, jefe del estratégico departamento de Propaganda. El siguiente cargo que desempeñó fue el de ministro de Juventud. Una carrera meteórica que inspiró recelos a Ceaucescu. El sátrapa empezó a degradarle y le encomendó cargos de menor rango lejos de Bucarest. Iliescu, entonces, podría haber optado por el exilio o la disidencia interior. Mas prefirió aceptar el castigo —una travesía del desierto de casi 18 años— en espera de tiempos mejores. Esa estrategia, que incluía seguir siendo miembro del Partido Comunista, fue, como los hechos han demostrado, la acertada.
Sin embargo, una vez en el poder en un ambiente de libertad, algunos de sus primeros gestos rezumaban comunismo del de siempre. Sin ir más lejos, cuando recurrió a elementos de la oficialmente disuelta Securitate —la temible policía política de Ceaucescu— para reprimir unas manifestaciones hostiles a principios de 1990. En la primavera de ese mismo año fue elegido democráticamente presidente de Rumanía. En 1991, hizo aprobar una constitución. Cinco años más tarde, aceptó su derrota frente a Emil Constantinescu. Cuando Iliescu volvió al poder en 2004, impulsó la adhesión de Rumanía a la Unión Europea y a la OTAN. Ya era un demócrata completo.