Fundado en 1910
Álvaro Domecq Romero

Álvaro Domecq RomeroEl Debate

Álvaro Domecq Romero (1940-2025)

Un enamorado del caballo y del toro bravo

Como su padre, ha sido un gran jinete, figura del rejoneo y ganadero escrupuloso

Álvaro Domecq Romero
Nació en Jerez de la Frontera en 1940 y falleció en la misma ciudad el 18 de noviembre

Álvaro Domecq Romero

Rejoneador y ganadero

Su pasión por el caballo le llevó a fundar la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, en Jerez, en 1975. Dentro y fuera de España, triunfó el espectáculo de exhibición ecuestre 'Así bailan los caballos andaluces'.

Durante unos cuantos años, todo el mundo le llamaba 'Alvarito': es el peaje que tuvo que pagar por ser hijo y continuador de una figura legendaria, como don Álvaro Domecq Díez, gran amigo de Manolete, innovador en el rejoneo y en la cría de toros bravos.

Luego, lo de 'Alvarito' pasó a ser historia: se convirtió en el rejoneador Álvaro Domecq Romero y en el ganadero don Álvaro. Acaba de fallecer en su tierra natal jerezana, dejando un gran recuerdo como persona educada y gran profesional.

Nació en la casa familiar de Jerez de la Frontera. La pasión por el caballo le vino de sus padres: gran jinete, él; de una familia de criadores de caballos, ella. Toda su familia ha estado vinculada al toro bravo, al caballo y al vino de Jerez. Además, su tío Juan Pedro Domecq y Díez fue también notable poeta taurino, con libros como Poesías camperas (1939) y Sobre el arzón de la silla (1958).

Era lógico y casi inevitable que el chiquillo de don Álvaro, desde chico, montara a caballo, anduviera entre toros bravos y se ejercitara en las faenas camperas. Aquella casa era un templo de torería, donde el chiquillo pudo ya conocer a Juan Belmonte, a Manolete y a todas las figuras del toreo.

Antes de cumplir los dieciséis años, el 26 de febrero de 1956, debutó en público como rejoneador, en un festival, en la Plaza de Tarifa. El debut oficial fue en la Feria de Ronda, tres años más tarde.

En 1960, alcanzó ya importantes triunfos en Barcelona y El Puerto de Santa María. Dos años más tarde, debutó en Las Ventas, en la Corrida de la Beneficencia. Actuó por primera vez en la Plaza México el 28 de diciembre de 1963, logrando un gran triunfo. Tres años después, lo repitió, en la Plaza de Campo Pequenho de Lisboa.

Después de un paréntesis, reapareció en 1970, ya como primera figura del rejoneo. En 1971, toreó nada menos que 111 festejos; en el último, en Jerez, mató siete toros.

Como torero a caballo, destacó desde el comienzo por su maestría ecuestre, su dominio de la lidia, su afán de innovar y su corazón torero. En 1962, rejoneó reses en puntas.

Contribuyó decisivamente a la estimación y a la popularidad del rejoneo al formar parte de 'Los jinetes de la apoteosis', con los hermanos Ángel y Rafael Peralta y el caballero portugués Lupi.

Alcanzó la cumbre de su carrera como rejoneador en 1978, al abrir la sevillana Puerta del Prícipe.

Tras veinte temporadas como figura del toreo a caballo, se retiró de los ruedos el 12 de octubre de 1985, en Jerez, arropado por toda la profesión, incluido su padre.

Eso no le impidió continuar participando –igual que había hecho su padre– en muchos festivales benéficos. Heredaron su maestría sus sobrinos Luis y Antonio Domecq: a este último, le dio la alternativa; participó en la confirmación de los dos, en Las Ventas.

Su pasión por el caballo le llevó a fundar la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, en Jerez, en 1975. Dentro y fuera de España, triunfó el espectáculo de exhibición ecuestre 'Así bailan los caballos andaluces'.

De su padre heredó la ganadería Torrestrella, en la finca Los Alburejos. Supo continuar su labor como gran ganadero. Respetaba las tradiciones: daba gusto verlo en su barrera de la Maestranza con su sombrero de ala ancha, pero también era muy imaginativo y apostó por muchas innovaciones en la selección y cría del toro bravo. Anecdóticamente, cuentan que, para llamar la atención de los toros, en un cerrado, subía el volumen de la radio…

No debemos callar que, como ganadero, apostó por un toro encastado, fiero, que las primeras figuras del toreo solían eludir. Esa fue su lucha, en los últimos años, y eso le granjeó la estima de los aficionados exigentes.

Álvaro Domecq Romero ha sido un claro ejemplo del caballero andaluz, en el mejor sentido de la palabra: enamorado, siempre, de la hermosura del caballo y del toro bravo.

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