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20 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

El botellón comunista de Pablo y Yoli

La exaltación vigente del comunismo y la reescritura de la historia a golpe de ley histérica es la prueba, definitiva, de que no hay deuda pendiente alguna con los perdedores políticos de la guerra, en el caso de que existan

Actualizada 18:50

Mientras Alemania se vanagloria de colocar a su Podemos al borde de la representación parlamentaria, el socialismo español lo sitúa en el Gobierno y acepta que su representante, la vicepresidenta cuqui venida del Ferrol, presuma de ser comunista en el botellón ideológico de Rivas Vaciamadrid convocado por los restos del PCE.
Yolanda Díaz ha mejorado a Pablo Iglesias en un detalle nada baladí: sustituye la bilis por melaza, aunque ambos unten su mejunje en la misma tostada decrépita de un comunismo que con él se muestra desarrapado, entre usuario de futbolín y zángano de instituto; y con ella fashion victim, entre Frida Khalo y dama de honor de nupcia provincial. Pero salen del mismo modisto.
Y tenemos que, en España, se puede ser comunista y proclamarlo ufano; como quien es budista, del Real Betis o buscador de setas; sin aprecio a la resolución del Parlamento Europeo que equipara a ese engendro ideológico con el nazismo a partir de la frase de Stalin que bautiza el libro de Martin Amis sobre el temible Koba: «Un muerto es un drama; veinte millones una estadística».
Si la existencia de muertos anónimos en cunetas y fosas es un indicio del último capítulo pendiente de la reconciliación –nunca una excusa para acabar con ella– en términos sentimentales y familiares; la exaltación vigente del comunismo y la reescritura de la historia a golpe de ley histérica es la prueba, definitiva, de que no hay deuda pendiente alguna con los perdedores políticos de la guerra, en el caso de que existan.
Al contrario, su explotación emocional de los estragos bélicos le ha servido a la izquierda infantil vigente para concederse una impunidad agresiva con el sentido común, la verdadera historia y los valores de la Transición.
Como hay abuelos desaparecidos y nietos que los buscan; los zahoríes de la memoria utilizan esa escena para perpetrar el abuso de enterrar las andanzas del Frente Popular o los desastres de la República antes; y ahora los excesos de las bandas de Sánchez o de Iglesias, que son a la política seria lo que los ñetas o los trinitarios a las asocaciones vecinales.
Y el culmen de ese despropósito, que no rescata ni un cadáver olvidado ni restituye una memoria digna y ya sin bandos pero construye antifranquistas de 8 a 3 con dacha en Galapagar y pasión por el sushi; es presentarse al público como comunista sin miedo a que la confesión de culpa esté siendo grabada por alguien y abra Telediarios.
A Pablo Iglesias le abuchearon por personarse en el lugar de los hechos disfrazado de camarada, pero no lo suficiente para disimular que la colectivización de la riqueza, los medios de producción y el asalto a los beneficios beneficios se ha limitado a conseguirlos para sí mismo. Y en todo caso, para la tropa de familiares y amigos que hoza en el erario público con un boquino ilimitado.
Pero a Yoli, a Yolanda, se lo han perdonado porque al parecer se lo cree e incluso lo practica a ratos, reformando el mercado laboral como quien mete un plato de ducha en el retrete o elevando el SMI para mantener las altas cotas de paro femenino en pos de un buen titular.
Entre un comunista de pega y una comunista de verdad se medio gobierna España. La otra mitad la pone Sánchez, ese humilde cínico que, cuando huele a flores, busca la corona mortuoria.
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