Entre las muchas peculiaridades negativas del actual Gobierno de España se encuentra su escaso amor al país que administra. Solo así se explica que ante la campaña indigenista desatada en algunos países de Hispanoamérica contra España y su inmensa empresa del descubrimiento y colonización de aquel continente, el silencio fuese la única respuesta conocida de las autoridades españolas. Cómplice, por tanto, nuestra clase dirigente de la humillación a nuestro país. Se entiende que la actitud de Sánchez e Iglesias Turrión sea esa, ya que los populistas de esos países son sus socios, e incluso, en ocasiones, sus clientes. Tampoco se entiende muy bien que los señores apellidados López Obrador, Ortega, Fernández, Castillo o Maduro nos estén recriminando a nosotros lo que hicieron sus abuelos. Está demostrado que la estupidez humana es el motor más notable de los muchos que actúan sobre el globo terráqueo. Querer reescribir la Historia es una de las empresas más estériles que el género humano puede abordar. Nacemos sin que nos pidan permiso, lo hacemos de casualidad en un determinado lugar de la Tierra, y nos empeñamos en pelearnos con el pasado, como si con ello pudiéramos arreglar el presente. Con tal contumacia, los pueblos no tienen futuro. ¡Pobre España que no tiene quien la defienda! El silencio del Gobierno en esta materia es bochornoso y humillante.
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