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25 de abril de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Los cuatro villanos de guardia

Ser vituperado por estos cuatro representantes de la inmoralidad política es una condecoración para cualquier persona de bien, que es por lo que yo tengo (y millones de españoles) a Don Juan Carlos

Actualizada 04:06

El emérito. Así, sin el título de Rey por delante, llaman con desprecio los socios del Gobierno, sus medios amigos y algún periódico antaño respetuoso con la institución, a Juan Carlos I. Los villanos de guardia, a los que su partido encomendó la grata misión anual de insultar a la Monarquía el día de Navidad tras el discurso de su titular, se relamen cuando creen degradar al anterior jefe del Estado eludiendo su título legal, aprobado en real decreto, y sustituyéndolo por una dignidad tradicionalmente asociada al mundo eclesiástico y académico. Con un par de lecturas se hubieran curado de su ignorancia. Pero no hay manera.
Creer que pueden ofender a Don Juan Carlos con ese apelativo, que no se corresponde a la tradición monárquica ni en España ni, por ejemplo, en el Reino Unido (donde la dualidad se resolvió con el calificativo de «Reina madre» para la progenitora de la Monarca en ejercicio), es otorgar una dimensión ética a los supremacistas de la que carecen. Que las teles furiosas con la Monarquía y los amigos de Pedro Sánchez le hayan apeado a Don Juan Carlos de su condición dinástica no es casual, ni inocente que dediquen horas y horas de televisión a demoler su figura, como primera pieza a cobrar antes de la definitiva: Don Felipe, que es decir la Monarquía parlamentaria.
Pero lo más estupefaciente es desenmascarar a los cuatro primos hermanos de Freddy Krueger, que han ejercido de «perdonavidas» con el Rey Felipe y su padre este fin de semana, dándole a la manivela del sectarismo, el totalitarismo y los prejuicios; por cierto, cuatro almas anticatólicas que denigran nuestras tradiciones culturales y religiosas pero que se apuntan con deleite, como la mayor parte de la izquierda en España, al turrón, a los jamones de empresa, a las vacaciones navideñas y a la paga de diciembre.
Fíjense qué cuatro elementos: una apologeta de ETA (Merche Aizpurua), una condenada por agredir y humillar a una mujer policía (Isa Serra), un sentenciado por insultar a un inocente y por no pagar la Seguridad Social a su empleado (Pablo Echenique) y un trolero provocador (Gabriel Rufián), que se levanta 85.719 euros como diputado de las Cortes Generales de España a pesar de que nos «amenazó» con irse en 18 meses del Congreso y lleva cinco años comiéndose, a nuestra costa, las mejores delicias centralistas en los restaurantes más caros de Madrid. Los cuatro son un fresco al natural de la canallesca política, que ni remotamente fueron corregidos el sábado por Cristina Narbona, devenida en presidenta del PSOE como pago por los silencios guardados.
Ser vituperado por estos cuatro representantes de la inmoralidad política es una condecoración para cualquier persona de bien, que es por lo que yo tengo (y millones de españoles) a Don Juan Carlos. Porque a pesar de sus importantes errores, hoy engordados en la mesa sanchista para cebar a sus socios, ni Merche, la amiga de Mikel Antza, ni Isa, la agresora de servidoras públicas, ni Pablo, el que se escaquea de asegurar a su asistente, ni Gabi, o cómo forrarse rompiendo España desde dentro, le llegan al Rey padre a la altura del par de cordones que se ató para marcharse fuera de España hace ya 16 interminables meses.
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