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27 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Uy, Sánchez está nervioso

Los desbarres faltones en el Congreso y la campaña con unas grabaciones del PP de hace diez años reflejan una honda inquietud

Actualizada 08:41

Imagínese por un instante que usted es Sánchez (y pido disculpas de antemano por hacerle pasar por este trance). Aparentemente todo va bien. A finales de junio habrá cumbre de la OTAN en Madrid, gran ocasión para pavonearse como líder socialdemócrata de todo orbe. El año que viene, nueva levitación por todo lo alto: la presidencia de turno de la UE. Y por aquí, por casa, la situación parece controlada. Los separatistas pellizcan, pero no rompen el Frankenstein. El cañón propagandístico sigue funcionando a todo volumen. Los sindicatos están comprados y calmados con la subida de sus subvenciones. Los fondos europeos permitirán hacer un poco de peronismo en 2023, que es año electoral. Además, por supuesto, soy el líder más feminista, progresista, ecologista, abortista y resiliente de Occidente, y un Apolo castizo que incluso habla inglés.
El problema es que esa fotografía resulta engañosa. En realidad, Sánchez se encuentra en un momento delicado. Si pierde las elecciones andaluzas del 19 de junio sumará su tercer castañazo consecutivo en las urnas, tras los de Madrid y Castilla y León. En verano, el BCE comenzará a subir los tipos y a reducir las compras de deuda. Así que la economía, que ya no anda boyante, se enfriará y la prima de riesgo empezará a calentarse, porque este Gobierno ha despilfarrado de manera alocada. En los hogares existe un cabreo sordo por la subida del coste de la vida, algo que siempre pasa factura a quien está gobernando. El espectáculo de entregar la cabeza de la directora del CNI al dictado del pulgar de Junqueras ha sido demasiado humillante, incluso para los parámetros de Sánchez. Y luego tenemos el circo de que probablemente el vecino del sur estaba espiando tu móvil en plena crisis con ellos, pero tú lo que hiciste fue entregarles el Sáhara sin pedir una sola contrapartida por escrito a cambio (es decir, con todo su ego y deje chuleta, Sánchez y Bolaños han quedado diplomáticamente como Mortadelo y Filemón, y Albares, relegado a botones Sacarino). Por último, y como guinda del pastel, la crisis del PP ha resultado al final una mala noticia, porque Feijóo parece un adversario electoral más complicado que Casado.
Sánchez es retorcido y nada fiable, pero nunca estúpido. Sabe perfectamente que se le está poniendo crudo lo único que le importa, que es continuar pernoctando en la Moncloa. Lleva dos semanas que se le ve más nervioso que a Chanel esperando el tele-voto eurovisivo, como delatan dos hechos. Uno es la orden de lanzar una cortina de humo a costa de la ya amortizada corrupción del PP de la etapa de Rajoy, recurriendo a unas grabaciones ilegales del policía corrupto Villarejo de hace diez años, que ha ordenado publicar por entregas a su diario de cabecera (y que toda su grey de tertulianos tiene la consigna de corear).
El otro hecho que denota sus nervios es su creciente mala leche. Empieza a perder los papeles. La semana pasada llamó «mangante» al Gobierno anterior. Este miércoles, despreció en el Congreso a los policías desplazados a Cataluña para contener el desafío golpista de 2017 con el epíteto de «los piolines», la jerga de ERC. Cabe recordar que él mismo ayudó en su día a parar el golpe apoyando el 155, para acto seguido pactar entre tinieblas con los golpistas para llegar al poder. Son latiguillos verbales de Makoki de discoteca, o de podemita camisetero, inéditos en un presidente del Gobierno de España. Pero claro, jamás habíamos tenido un presidente como este, para el que verdad y mentira son conceptos indistinguibles; la amoralidad táctica un modo homologable de gobernar y las cuentas públicas, mera pólvora del rey con la que disparar sin límite para intentar ganar las elecciones.
Se le está crispando el gesto y ya no puede pisar la calle sin un coro de abucheos. Malos indicios. Se le está poniendo cara de Alonso en los circuitos de Fórmula 1. La sonrisa de ganador permanece, pero el coche no carbura.
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