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20 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Alguien puede tener pillado a Sánchez

Se ha reconocido que al presidente le robaron 2.730 megabytes de información de su móvil, pero se habla poco de la debilidad que provoca un hackeo así

Actualizada 18:52

En nuestra era la privacidad no vale un patacón. Todos hemos cedido pedazos de intimidad a los gigantes digitales de la minería de datos, que se cobran ese enorme precio por hacernos la vida más amable. Pero además de regalar hasta la respiración a las multinacionales de Silicon Valley, toda persona que suscite algún interés está expuesta a la grabación de sus conversaciones por parte de las fuerzas de seguridad, o al espionaje de agentes externos de intereses espurios. Admitimos como casi normal que los mensajes de móvil, o las grabaciones de charlas privadas, circulen alegremente por los medios de comunicación, cuando la primera pregunta que deberíamos hacernos, empezando por la justicia, es si ese material se ha obtenido y/o distribuido de manera legal (y en el 90 % de las veces la respuesta es que no).
Ni siquiera mandatarios relevantes se libran del espionaje a su intimidad. En el verano del año pasado, el Gobierno francés anunció que Macron había cambiado de número. Lo hizo después de que un consorcio de prensa hubiese revelado que su móvil había sido objeto del interés de los servicios secretos marroquíes. El ataque se habría llevado a cabo utilizando el software Pegasus, de la empresa israelí NSO. Aunque Francia jamás ha reconocido que tuviese éxito.
El pasado 2 de mayo, festivo en siete comunidades, el ministro de Presidencia y la ministra portavoz ofrecieron una intempestiva rueda de prensa. En esos días, el Gobierno se enfrentaba a una crisis con sus socios separatistas, que acusaban al Ejecutivo de Sánchez de haber espiado a 60 independentistas. Con el evidente objetivo de aparecer como víctimas y aplacar el enojo de los aliados que sostienen a Sánchez, Bolaños anunció que los móviles del presidente y de Margarita Robles también habían sido espiados con Pegasus. El Gobierno se convertía así en el único del mundo en reconocer tal intrusión.
El resto es conocido. Junqueras exigió a Sánchez la cabeza de la directora del CNI y fue entregada en bandeja de plata, con un bochornoso giro de una decepcionante Margarita Robles. De todo aquello se ha debatido y escrito mucho. Pero se ha hablado poco de un tema crucial: ¿qué había en el móvil de Sánchez?
¿Cuánta información le robaron y de qué naturaleza? ¿Quién ordenó la intromisión? ¿Cuándo conoció realmente el Gobierno el ataque? Y, sobre todo: ¿puede seguir siendo presidente del Gobierno alguien que tiene circulando por ahí, tal vez en manos de adversarios o enemigos de España, 2.730 megabytes de información del móvil con el que despachaba los asuntos de la gobernación del país?
En la madrugada del 17 al 18 de mayo de 2021, el desencuentro entre Sánchez y Mohamed VI alcanzó su cénit. Para presionar a nuestro país, el autócrata marroquí ordenaba abrir las verjas de Ceuta y 800 jóvenes marroquíes entraban en la plaza española. Según ha reconocido el Gobierno, la primera intromisión en el móvil de Sánchez tuvo lugar el 19 de mayo. Es decir, al día siguiente de la invasión en Ceuta (la segunda fue el 31 de mayo). Aunque nada se ha confirmado, Marruecos aparece como principal sospechoso. Diez meses después del primer hackeo, Sánchez entregaría el Sáhara Occidental a Mohamed VI, sin exigir contrapartida alguna por escrito y dando un giro radical a la tradicional postura española.
¿Conoció el Gobierno el pasado 2 de mayo el ataque al móvil de Sánchez, como asegura? Resulta inverosímil. Lo normal es que ese teléfono fuese chequeado el verano pasado, cuando se publicaron las sospechas sobre Macron y otros líderes. Además se da por descontado que la terminal del presidente es sometida a frecuentes controles de seguridad.
Vamos con la cuestión medular. ¿Cuánta información se extrajo del móvil de Sánchez? Lo sabemos, porque el Gobierno ha cometido la imprudencia de detallarlo, delatando así la posición de debilidad de su presidente. En una de las intrusiones se llevaron 2,6 gigas de información y en la otra, 130 megas. ¿Es mucho o poco? Un giga equivale a mil megabytes. Es decir, Pegasus se habría llevado 2.730 megabytes del teléfono del presidente de España. Para ubicarnos, según los especialistas en un mega cabe entera una novela de 500 páginas. Es decir, a Sánchez le han robado de su móvil de trabajo el equivalente a una biblioteca de 2.730 libros. Y eso es muchísima información, con el agravante de que se trata de alguien que está empleando esa terminal para lidiar con los más serios asuntos de Estado.
Ahora mismo, ahí fuera hay alguien, no sabemos quién, que tiene a su disposición una montaña de información privada del presidente del Gobierno de España, lo cual obviamente le puede servir para presionarlo –por no decir chantajearlo– y lo deja en situación frágil. Un mandatario con un boquete así es un pato cojo. Asombra que esta pregunta sea soslayada en el debate público español: ¿ofrece garantías para seguir en el cargo un político que puede ser rehén de una fuga masiva de información delicada?
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