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Ojo avizorJuan Van-Halen

Nuestro vengativo Lenin

Me sorprende que nunca –o casi nunca– se recuerde una actitud de Largo Caballero que en cualquier democracia supondría su descalificación y desprecio: la planificación y ejecución de la venganza política

Actualizada 12:02

Mi viejo amigo y compañero en el Senado, José Ignacio Palacios Zuasti, escribió un interesante artículo: El Lenin de los ojos bonitos sobre el golpista Francisco Largo Caballero cuyo objetivo declarado era imponer la dictadura soviética. Ussía y Pérez-Maura se refirieron a este excelente trabajo. He estudiado y publicado, aquí y en otros medios, sobre el Lenin español que cuenta con un monumento en Madrid, y gracias a Palacios Zuasti supe de esos 200.000 euros que se dedicarán a homenajear a este tipo humana y políticamente despreciable.

En los hechos que recuerda Palacios Zuasti lo que menos me interesa es que el inefable Miquel Iceta, ministro de Cultura y alegre bailarín, se sienta «legítimamente orgulloso» del personaje, quiera «recuperar su historia» –¿aún más?– y declare su éxtasis ante «esa mirada clara de ojos tan bonitos»; allá cada cual. Lo que me interesa, y más en los tiempos que corren, es la mentira histórica. Mentir la Historia supone condenar a las nuevas generaciones a no conocer la realidad sino su ficción ya que la «memoria democrática» figurará en los planes de estudio.

Me sorprende que nunca –o casi nunca– se recuerde una actitud de Largo Caballero que en cualquier democracia supondría su descalificación y desprecio: la planificación y ejecución de la venganza política. He buscado en los siglos XIX y XX y no encuentro antecedentes, y si los hay serán muy escasos, de un presidente del Consejo de Ministros que aproveche su posición para vengar con sangre cuitas políticas y personales.

Como resultado de la acusación al Gobierno de Azaña del capitán Gándara y otros oficiales del Cuerpo de Asalto de ordenar directamente los asesinatos de Casas Viejas en enero de 1933 –«tiros y a la barriga»– el Tribunal de Garantías Constitucionales actuó contra varios miembros del Gobierno, entre ellos Azaña y Largo Caballero. La acusación no prosperó por «defecto de forma». Gándara y los otros oficiales eran de probada lealtad republicana. Largo Caballero llegó a la presidencia del Consejo de Ministros el 4 de septiembre de 1936; el día 26 Gándara y sus compañeros fueron detenidos por el Comité de Investigación Pública –checa de Fomento– y fusilados.

El juez Salvador Alarcón, injuriado en un debate parlamentario, fue denunciado por «Claridad», del sector caballerista del PSOE, detenido y asesinado en la Casa de Campo. El magistrado Ángel Aldecoa que había juzgado un asunto relacionado con Largo Caballero cuya sentencia no le complació, pagó con el fusilamiento su respeto a la independencia judicial.

El caso más significado de este vengativo Lenin español es el asesinato de Marcelino Valentín Gamazo que siendo Fiscal General de la República –lo era desde 1935– actuó en la causa seguida en el Tribunal Supremo contra Largo Caballero por su participación directiva en el golpe de Estado de octubre de 1934. Pidió para él 30 años de prisión pero Largo Caballero fue absuelto por presiones muy altas. Valentín Gamazo, considerando burlada la Justicia, dimitió y se trasladó a su casa de Rubielos Altos, Cuenca. Hasta allí llegaron desde Madrid unos pistoleros socialistas que le asesinaron en un olivar a él y a sus tres hijos mayores. Los mataron de menor a mayor: Luis Gonzaga de 17 años, Francisco Javier de 20, y José Antonio de 21. Y por último al padre. Existe el proceso judicial del único asesino identificado, reconocido y detenido en Madrid finalizada la guerra. Hoy constará como una víctima del franquismo.

Sobre la pena de muerte de José Antonio Primo de Rivera, que recuerda Palacios Zuasti, el «enterado» del Consejo de Ministros no existió; llegó antes la noticia del fusilamiento. Conservo una grabación televisiva en la que, en presencia de José Prat, Aranguren y Serrano Suñer, entre otros, Fernández-Cuesta, albacea del fusilado, contó que estando él en la prisión de Valencia el propio Prieto le convocó y le dijo que detrás de la ejecución estuvo Largo Caballero que la adelantó –formaban el Tribunal representantes de partidos del Frente Popular– para que no tuviese que pronunciarse el Consejo de Ministros. Prieto, entre otros, se oponía al cumplimiento de la sentencia. Se provocó un hecho consumado.

A algo de esto me referí en La memoria prohibida (El Debate, 04-07-2022). Las sangrientas venganzas de Largo Caballero son, como él, Historia.

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