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03 de mayo de 2024

El astrolabioBieito Rubido

La corbata de Sánchez

El actual inquilino de la Moncloa la utiliza o no según el interlocutor que tenga. Es muy propio de una personalidad como la suya

Actualizada 01:30

Tan digno es llevar corbata como no llevarla. Sánchez, el actual inquilino de la Moncloa, la utiliza o no según el interlocutor que tenga. Es muy propio de una personalidad como la suya. Por ejemplo, si se entrevista con los representantes de los multimillonarios capitalistas de los fondos norteamericanos, se pone la corbata. Si se sienta a dialogar con el jefe de la oposición, Núñez Feijóo, no se pone la corbata. Si mantiene una cumbre en La Coruña con el canciller Scholz se pone esa tela al cuello, habitual entre los hombres cuando quieren darle cierta solemnidad al encuentro. Si va al Congreso de los Diputados, el templo de nuestra democracia, donde reside la soberanía del pueblo, se quita la chalina, que es como le llamaban a la corbata los antiguos. Insisto en que Sánchez es muy libre de hacer con su vestimenta lo que quiera. También es cierto que la forma de vestir siempre lleva un mensaje implícito. Desde que el ser humano puebla la Tierra, con el atuendo ha contribuido a comunicar un mensaje a través de la imagen: a Scholz y a los fondos capitalistas norteamericanos los respeto; a Feijóo y a los diputados, y en definitiva al pueblo español, los desprecio. Otra cosa sería que no la llevase nunca, como marca de la casa, pero dada su egolatría, no lo veo renunciando a tal atributo textil. En este sentido, merece la pena citar al anterior alcalde podemita de La Coruña, Julio Ferreiro. Tuvo la valentía y la gallardía de ir con una camisa de cuadros y descorbatado a una recepción de la Empresa Familiar en su ciudad, que presidía el Rey Felipe VI. Sin embargo, cuando viajó a China, a una ciudad de segundo nivel, para entrevistarse con el alcalde de aquella urbe, le hicieron ver que el protocolo de los comunistas chinos le obligaba a anudarse al cuello el accesorio estético de tela que nosotros conocemos como corbata. Lo hizo. Felipe VI no merecía ese detalle, pero el dirigente chino, sí. Esa es la doble e hipócrita vara de medir de esta izquierda que nos ha tocado. Puede parecer un asunto menor, pero no. Detrás de todo esto hay un mensaje claro, donde se mezcla la demagogia y el retorcimiento del desprecio, junto con un evidente complejo de inferioridad. Por eso, en España, para una parte de la sociedad, la corbata se ha convertido en un símbolo de resistencia y de libertad.
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