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25 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Otro suicidio de España (y van...)

El intento ya se ha cometido. Falta ver cómo de larga es la agonía y si en medio de ella alguien consigue salvar la vida de España

Actualizada 01:31

Aunque haya muy estimados colegas a los que les parezca una medida risible, la decisión del Gobierno de conceder a la Comunidad Autónoma Vasca la posibilidad de tener selecciones nacionales en competiciones internacionales es de una enorme gravedad. Una de las pocas cosas que verdaderamente une a todos los españoles son los colores de nuestras selecciones nacionales. Especialmente la de fútbol, pero también otras como baloncesto, balonmano y hasta rugby, por mencionar sólo algunas. Yo recuerdo haber oído a un amigo con casa en Motrico, un pueblo de mayoría batasuna, cómo en 2010, la noche de la final del mundial en Suráfrica, cualquiera que pasease por el pueblo veía todas las casas con las contraventanas y persianas cerradas para que nadie pudiera confirmar que estaban siguiendo con pasión a la selección española camino de su victoria.
Son dos los deportes a los que se ha dado la posibilidad de crear selecciones nacionales propias: pelota vasca y surf. El enunciado de la futura ley del deporte parece limitar esas selecciones escindidas a «modalidades y especialidades deportivas con arraigo histórico y social». Admito que no se puede discutir el arraigo de la pelota vasca en el País Vasco. Pero también se juega en el norte de Navarra y apuesto a que esto servirá para que algunos buenos pelotaris navarros sean incluidos en la selección nacional vasca. Y con ello el nacionalismo expansionista vasco ganará terreno. No he oído ni la más mínima protesta de la presidenta de Navarra, la socialista María Chivite.
Más interesante me ha parecido lo del arraigo histórico y social del surf en las vascongadas. Cuenta un vasco como Marcelino Oreja Aguirre en su libro Memoria y esperanza que en la vuelta al mundo que dio en la década de 1960 como miembro del gabinete del ministro de Asuntos Exteriores, otro vasco llamado Fernando María Castiella, Oreja aprovechó la escala en Honolulú, Hawaii, para practicar un deporte que nunca había visto antes: el surf. Porque la verdad es que este deporte de tanto arraigo llegó al País Vasco a finales de esa década y desde Biarritz. Las olas tenían mucho arraigo en el País Vasco. El surf, ninguno.
Como el único otro deporte con arraigo histórico y social es el levantamiento de piedras –que no se practica ni en el País Vasco francés, así que es poco útil tener una selección nacional– el surf ofrece la posibilidad de una práctica deportiva que se puede llevar por medio mundo. Y cuando compita un surfista de Zarauz con uno de Caños de Meca en California, crearán la imagen de que hay un país independiente que se llamará Euskadi. Que es el objetivo final.
Y para poder justificar su propia selección a falta de arraigo histórico ninguno han inventado una excusa administrativa para un asunto político: que aquellas federaciones regionales que se inscribieran en la federación internacional de un deporte antes de que lo hiciera la federación española de esa especialidad, podrán tener selección propia. Es decir, una cuestión burocrática de hace 41 años, que es cuando la federación vasca de surf se inscribió en la federación internacional, va a decidir si hay dos equipos españoles (con perdón) o no.
El nacionalismo vasco lleva décadas luchando por ese reconocimiento. Era una posibilidad contemplada en el famoso Plan Ibarretxe, felizmente finiquitado gracias la oposición del PSOE de Rodríguez Zapatero que todavía no se había echado al monte del todo. A estas alturas, un presidente tan débil como Sánchez vendería a su hija con tal de seguir en el poder. Y seguirá traicionando a España día a día hasta que ya no quede nada que vender. El intento de suicidio ya se ha cometido. Falta ver cómo de larga es la agonía y si en medio de ella alguien consigue salvar la vida de España.
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