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29 de marzo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Muy bonita, pero estropeada

Putin, cada día que pasa, está más cuestionado por la ciudadanía rusa, que se siente íntimamente avergonzada. Su Guerra Santa, su «Slavianka», ha dado paso a la Guerra Chapuza

Actualizada 01:30

Trabajé muchos años con Juan Garrigues Walker, un tipo maravilloso, generoso, altruista e ingenuo. Presidía una sociedad CIEX, dedicada a la exportación de productos españoles a la URSS. Todavía no se habían establecido relaciones diplomáticas al máximo nivel, y el representante legal de la URSS en España era Yuri Kozhyn, simpatiquísimo, listo, y gran depredador de angulas y jamón de bellota. Cuando España y la URSS formalizaron sus relaciones con embajadores, el de la URSS fue Serguei Bogomolov, que vestía con gabardina de espía, bastante fea, probablemente adquirida en los almacenes GUM de la Plaza Roja de Moscú, unos almacenes en los que era imposible encontrar algo atractivo para gastarse los rublos. Su mujer era guapísima, y Bogomolov invertía la mitad de su tiempo en procurar que no se la levantaran. Y estaba Nadolnik, un hermano gemelo de Steve Mac Queen nacido en Moscú, Afanasiev, gran ajedrecista, y un secretario de embajada, Igor Ivanov, listo, inteligente –no es lo mismo–, con un español perfecto, y que era el que, en verdad, mandaba. Mandaba en la embajada soviética tanto o más que el chófer del embajador, miembro de la KGB, y al que Bogomolov temía más que a un nublado. Para celebrar algo que no recuerdo, Juan Garrigues tuvo la idea de organizar un tablao flamenco en honor de los diplomáticos soviéticos. El embajador aceptó encantado, también lo hicieron Nadolnik y Afanasiev, Igor Ivanov puso algún reparo, y el chófer se opuso al ambigú. Y no hubo tablao flamenco..
Cuando la URSS se desintegró, gracias fundamentalmente al Papa San Juan Pablo II y Ronald Reagan, y el Muro de Berlín fue derribado por los alemanes que querían volver a ser alemanes y no esclavos del comunismo, sin olvidar a Gorbachov, comunista pragmático que consideró imposible mantener la ruina económica y social del imperio rojo, Igor Ivanov fue nombrado embajador de la Federación Rusa en España, sucediendo al elegante Dubinin, que se instaló en Suiza.
Don Juan tenía gran interés en conocer a Ivanov. Y organicé en el restaurante El Bodegón de la calle del Pinar una cena a la que asistimos, Don Juan, el embajador Ivanov, el hoy almirante Teodoro de Leste, –ayudante de Don Juan–, y el que escribe. Teodoro y el que escribe somos testigos vivos de aquel encuentro, y me figuro que Igor Ivanov también. Don Juan deseaba tener información, como buen marino, del estado de la flota rusa . Ivanov le adelantó que era el embajador de Rusia y otros territorios, pero cada día que pasaba dejaba de serlo de alguno. –Hoy, Señor, he dejado de representar a Ucrania y Georgia–. Y llegamos a la flota rusa. Ivanov le informó a Don Juan de su estado y capacidad de maniobra con una descripción sencilla y breve: «La flota, en sus diferentes bases del norte y del sur, está en un ochenta por ciento amarrada. Muy bonita y con los buques recién pintados. Pero la mayor parte de ellos, no están operativos. Tenemos la flota más bonita y más estropeada de Europa-.
He recordado este episodio con motivo de los acontecimientos que se suceden en la invasión de Rusia a Ucrania. El poderosísimo Ejército ruso ha perdido 100.000 soldados. Muchos de sus generales han fallecido de forma extraña, a la manera de Stalin. Sus carros de combate han amontonado más chatarra que los alemanes en la batalla de las Ardenas. Ucrania resiste y avanza. Los triunfos rusos se reducen a los lanzamientos de misiles y drones iraníes contra las ciudades, con más muertos civiles que militares. Y se habla de la posibilidad de que Putin, rodeado por sí mismo, use contra Ucrania la fuerza de su armamento nuclear. Putin, el que fuera destacado miembro de la KGB, tiene bastante de Stalin, un tirano complementado con su sueño de ser un nuevo Zar de Rusia, no inspirado en Alejandro o Nicolás II, sino en Pedro el Cruel. Pero me temo que su terrible arsenal nuclear puede hallarse en las mismas condiciones que aquella flota del post-comunismo, muy bonito, pero algo estropeado. A Rusia jamás le ha importado que mueran sus soldados, el valor más importante de sus Ejércitos. Pero Rusia no es Putin. Es una nación con una Historia y una Cultura fabulosas. Creo que hoy por hoy, la invasión de Ucrania puede volverse contra Putin y su Estado Mayor, porque el pueblo ruso ya sabe lo que es disfrutar de una libertad condicionada, pero libertad rotunda comparada con la cárcel soviética. Ucrania le ha puesto en ridículo con un coraje y un heroísmo insuperables. Y Putin, cada día que pasa, está más cuestionado por la ciudadanía rusa, que se siente íntimamente avergonzada. Su Guerra Santa, su «Slavianka», ha dado paso a la Guerra Chapuza. Todo es muy aparente, bonito y espectacular. Pero no arranca. No funciona. Está estropeado. Como la Flota en 1992.
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