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19 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Y no pasa nada

Puede ser más peligroso dejar que los enemigos de la Constitución con Sánchez al frente sigan, impasible el ademán, por la senda de la ocupación ilegítima del poder sin emplear todos los recursos legales y legítimos contra ellos

Actualizada 19:34

En la brutal degradación que vive España, cabría esperar ver algún tipo de reacción a la altura de la gravedad del momento. Ni la hay, ni parece que la vaya a haber. Es cierto que tanto el pasado viernes Santiago Abascal en las redes sociales como Alberto Núñez Feijóo la semana pasada en Zaragoza, han hecho llamamientos de enorme profundidad a la ciudadanía sobre la gravedad del momento que vive España. Desgraciadamente la población vive con aparente indiferencia lo que sucede. Hoy todavía estamos en un momento en que la contestación en la calle, las manifestaciones pacíficas, las denuncias ante las instituciones europeas –que el PP ya ha anunciado– todavía pueden frenar el asalto totalitario a las instituciones que está protagonizando este Gobierno. Si esto no se frena ahora, cuando se ocupe esas instituciones que son palancas elementales del poder, será imposible cambiar las leyes sectarias que se va a imponer, aunque sean radicalmente contrarias a nuestra Constitución. Porque la nueva mayoría en el Tribunal Constitucional que se va a imponer suprimiendo los procedimientos establecidos avalará todas las leyes anticonstitucionales que se promulguen. La gravedad del momento, las consecuencias del asalto a la democracia amenazan con ser irremediables. Y las está causando un presidente que obtuvo en las urnas la mayoría más escasa con la que ha ganado nadie unas elecciones, sólo 120 escaños.
Algunos miran de vez en cuando a los discrepantes dentro de su partido. Aquí y allá oímos una voz en Lambán, otra en García-Page… No mucho más. Pero lo cierto es que son voces que apenas parecen un eslogan electoral que se lleva el viento. Porque pese a encabezar el partido en sus regiones, cuando llega la hora de votar la supresión de la secesión en las Cortes Generales, ni un diputado aragonés, ni uno castellano manchego, ni uno de ninguna parte de España ha manifestado el más mínimo reparo. Han votado como un solo hombre. Y me cuenta quien tiene razones para saberlo que la presidente de las Cortes, Meritxell Batet, está a disgusto con el papel que le está correspondiendo jugar. Siendo la tercera autoridad del Estado no parece tan molesta. Y viendo cómo este atropello sirve para colocar a su pareja, Juan Carlos Campo, en el Tribunal Constitucional más bien parecería que va a aclamar a Pedro Sánchez.
España vive un momento mucho más grave que el acontecido esta semana en la República Federal de Alemania con 25 golpistas detenidos y acusados de planear el asalto armado al Reichstag. En los cuatro años que lleva Sánchez en la Moncloa, sostenido por partidos que quieren romper España, se ha planificado cuidadosamente cómo lograr desmantelar los instrumentos legales que tiene hoy el Reino de España para impedir su desaparición. Y esta semana se ha consumado sin tapujos el proceso revolucionario, acelerando y quebrando de forma flagrante el orden constitucional. Y no pasa nada.
Yo entiendo muy bien las razones que Núñez Feijóo ha aducido hasta ahora para negar una moción de censura. Pero en este momento y con el calendario tan complicado que tiene el Gobierno, una moción de esas características paralizaría muchas cosas durante semanas. Y eso puede tener una enorme utilidad. Es arriesgado, pero puede ser más peligroso dejar que los enemigos de la Constitución con Sánchez al frente sigan, impasible el ademán, por la senda de la ocupación ilegítima del poder sin emplear todos los recursos legales y legítimos contra ellos.
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