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09 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Moros en la costa

Sánchez se ha bajado al moro con su gorrilla de chotis para iniciar los trámites de entrega de más de 500 años de la Historia de España. Y conociéndolo, algo recibirá a cambio de tan generoso obsequio

Actualizada 01:30

En el Refranero General Ideológico Español de Martínez Kleiser, se recopilan 65.083 refranes. Muchos de ellos son auténticas majaderías. «Sana, sana, culito de rana, tres cuescos para hoy y tres para mañana». Desde que lo leí por primera vez he intentado descubrir su significado, pero no lo he conseguido. Refranes contradictorios, geográficos, locales, agrícolas, marineros, y regionales. Moros y judíos. Los segundos más presentes en la compilación. De moros, de advertencia y descripción. El español, para garantizar confianza y tranquilidad a su entorno en situaciones inestables lo hacía de esta manera. «Tranquilos, que no hay moros en la costa». Aquellos soldados que eran destinados a combatir en las guerras del Rif, anunciaban a sus familiares su destino con plena normalidad. «Tengo tres días de permiso antes de bajarme al moro». En los principios del siglo XX Marruecos como tal, no existía, y gran parte de su territorio se lo repartían los Protectorados español y francés. También, en menor extensión, el Reino Unido y Alemania. Eran los occidentales los que cruzaban el estrecho de Gibraltar o el mar de Alborán rumbo a Marruecos. «Tranquilos, no hay moros en la costa» se quedó en los hablares, pero perdió su sentido de advertencia ya en el reinado de Juana y Felipe el Hermoso, que era belga, como Puigdemont. El moro, para el español, es el árabe del Magreb, el que invadió España en el año 711 ante la débil resistencia del Rey visigodo don Rodrigo, y el que, siglos más tarde, fue devuelto a sus orígenes y sus tierras por los Reyes Isabel y Fernando, poniendo fin a la Reconquista iniciada siglos antes por Don Pelayo. En la actualidad, bajarse al moro es hacer turismo en Marruecos, y «moros en la costa» abundan con exageración. Hombres jóvenes, fuertes, soldados del Islam, que con la colaboración bien remunerada de organizaciones esclavistas alcanzan todos los días las costas españolas para vivir en España o trasladarse con plenos derechos a las naciones de la Unión Europea. En Cataluña están empecinados en prohibir el uso del idioma español, que es el suyo, y han conseguido que en muchos barrios de sus grandes ciudades el español esté a un paso de desaparecer, y lo mismo el catalán, en beneficio del marroquí. El paleto de Carod Rovira, cuando fue inaugurado el edificio de Agbar en Barcelona, pregunto a unos de los aparejadores responsables de la obra «Y dígame, ¿los albañiles hablaban en catalán o en español?». «Ni en catalán ni en español. Hablaban en marroquí». Carod Rovira experimentó un dolorosa decepción.
Sánchez, esposa, hijas, guardaespaldas, y asesores, se han bajado al moro de vacaciones. Dicen que las vacaciones se las han costeado ellos, pero es radicalmente falso. Sánchez no ha gastado ni un euro de su peculio.
Desde que experimentó la delicia de vivir, viajar, invitar y derrochar el dinero de los contribuyentes. Y en Marraquech, se ha disfrazado de «Pichi», ese chulo madrileño, con la gorrilla de Julián el de la Verbena la Paloma, o de Cipriano – el Cipri–, de los chotis y cuplés de Olga Ramos.
Nadie sabe el motivo de este viaje a Marruecos. Si la recuperación de su móvil, si el empujón a los negocios de su señora, si la búsqueda de un internado mahometano para sus hijas, si la concesión de Ceuta, Melilla, los peñones, las islas Chafarinas, y las islas Canarias a Mohamed VI, cuyo aspecto nos indica que Mohamed VII está a un paso de recibir la herencia.
Sánchez, que reúne en su carácter todos los defectos y ninguna de las virtudes de los madrileños, se ha bajado al moro con su gorrilla de chotis para iniciar los trámites de entrega de más de 500 años de la Historia de España. Y conociéndolo, algo recibirá a cambio de tan generoso obsequio.
Ni se ha pagado las vacaciones ni la elección de Marruecos ha sido consecuencia del azar o de un arrebato monclovino. Todo está perfectamente programado. Eso sí, hay que reconocer que está en todo. Ayer envió un largo mensaje de pésame a su íntima Ursula von der Leyen.
«Consternado por el fallecimiento de tu poni Dolly. Me uno a tu tristeza. Cuando se te pase la pena, mándame 20.000 millones de euros, que tengo que arreglar algunas cosillas por si me veo obligado a repetir las elecciones.
Un beso enorme de tu Perico».
No se le escapa una.
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