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07 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

López Álvarez y el pachismo flotante

Siempre cabreadísimo con la maléfica derecha, no ha tenido una nómina fuera del PSOE y traga con lo que sea con tal de flotar

Actualizada 10:07

A López Álvarez, hoy de 64 años, se le atragantaron sus estudios de perito industrial en la Universidad del País Vasco. No acabó la carrera. Pero le daba un poco igual. Sabía que iba a tener un empleo de por vida: el PSOE, donde también percibe su nómina su mujer, Gil Llanos.
López Álvarez era hijo de Lalo, un clásico de la UGT de la margen izquierda de la ría, un opositor al franquismo que conocía a toda la crema del partido. Con ese padrinazgo, López Álvarez sabía que pronto viviría del puño y la rosa. Y sucedió enseguida: con solo 28 años ya era diputado en el Congreso, el segundo más joven de la cámara, solo superado por un tal Zapatero.
Los que lo conocen apuntan que López Álvarez no resultó especialmente agraciado en la lotería neuronal que se reparte en la cuna. «Da lo que da». Pero cabe ponerlo en duda, porque fracasando siempre lleva toda su vida chupando de la piragua en puestos sobresalientes. Alguna habilidad ha de tener. El cénit de su carrera llegó cuando en 2009 se convirtió en presidente del Gobierno vasco gracias al apoyo del PP, partido al que paradójicamente odia. Como lendakari, López Álvarez estaba llamado a desmontar las redes y mañas de décadas de nacionalismo hegemónico. Pero víctima de un síndrome de Estocolmo galopante hizo más bien lo contrario. Resultado: en las siguientes vascas, en 2012, se pegó un castañazo estrepitoso y volvió el PNV. López Álvarez siguió con su condumio asegurado como diputado autonómico. Luego volvió al Congreso y con su aire de «yo solo pasaba por aquí» hasta acabó de presidente de la Cámara por unos meses.
En la primavera de 2016, compitió por el liderazgo del PSOE con Susana Díaz y Sánchez. Quedó de tercero. Pero en un debate con Sánchez en aquellas primarias, López Álvarez tuvo un extraño despiste, un insólito rapto de españolismo. Se encaró con él y le preguntó: «Vamos a ver, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?». La respuesta de Sánchez delata lo que vendría después, el carajal de entrega al separatismo en el que estamos: «Pues es un sentimiento que tiene muchísima ciudadanía, por ejemplo en Cataluña, por ejemplo en País Vasco, por razones culturales, históricas o lingüísticas». En efecto, en 2016, Sánchez ya se fumaba la nación española sin despeinarse.
Milagrosamente, López Álvarez salió indemne de aquel ataque al líder supremo. El pachismo consiste en flotar como el corcho diciendo sí a todo, aunque contradiga por completo lo que pensabas cinco minutos antes. Incluso ha acabado de portavoz parlamentario del PSOE (aunque cuando llegó una faena estelar, su jefe lo humilló sacando al albero a un miura de pitones más afilados, Óscar Puente).
En su vida particular, López Álvarez gasta fama de campechano, de majetón del Bocho con el que se puede tomar a gusto unos potes. Es un gran aficionado a la fotografía y a la música, con una colección de más de ocho mil discos y cedés. Colecciona versiones del Knockin’on heavens door y dicen que hasta se ha hecho con una de un coro del Ejército ruso (ay, pobre Dylan, lo que hay que aguantar). Pero nada de esa supuesta cordialidad asoma en sus comparecencias públicas. López Álvarez, que en 2019 tuvo que dejar de fumar por un susto cardíaco, está últimamente cabreadísimo. La razón de su irascibilidad son «la derecha y la ultraderecha», a las que cada vez que ve un micro arrea unas broncas tremebundas y de argumentario pueril. Ha devenido en algo así como el Homer Simpson del PSOE, siempre presto a rajar antes de pensar. En el desfile de la Fiesta Nacional le tocó hacer de loncha en un sánwich con Abascal a un lado y Gamarra al otro. Casi le da un síncope.
Las risitas y acuerdos del líder supremo con el partido de ETA no le merecen comentario alguno a López Álvarez, que como líder del PSOE vasco portó en su día con los ojos empañados los féretros de compañeros asesinados por la banda terrorista. Hay que pasar página, «desinflamar». Hoy la nómina se la paga Sánchez y López Álvarez es el primero de los sanchistas. Hasta que cambie el viento y le toque opinar todo lo contrario.
López Álvarez habla con voz profunda y un gesto muy seriote, como si estuviese enunciando grandes verdades incontrovertibles. Yo sospecho que no vale para nada y que aporta un ejemplo perfecto de la podredumbre moral del PSOE.
No nos iríamos con él de potes por Pozas ni aunque invitase a champán y camarones.
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