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antonio pérez henares

La mano y la palabra

Porque la palabra no se la negaría a nadie, pero a quien ha faltado, pisoteado, escarnecido y defecado a la que nos ha dado y corrompido y ensuciado todo cuanto estaba con todo nuestro pueblo pactado y ahora reventarlo en su único interés, a ese se la niego

Act. 11 nov. 2023 - 14:07

En los pueblos castellanos, nací en uno de ellos, la palabra dada y darse la mano eran, y poso aún queda, algo con un profundo significado y una validez que estaba hasta por encima de las leyes y los escritos. Porque estaba unido al ser, al estar y a la dignidad, honradez y solvencia de una persona. Romper el código significaba la ruptura del vínculo, el pisotear la propia honra y acabar con toda estima, confianza y ya no digamos amistad, que pudiera tenerse. La traición y la deslealtad quedaban marcadas al rojo y no había jabón con que limpiaras.

Lo que yo pueda escribir ahora sobre lo que Sánchez nos ha hecho a todos, como pueblo y como ciudadanos, lo que ha hecho a nuestra Nación, nuestra Constitución, nuestros derechos, nuestra dignidad, nuestra convivencia, nuestra vida, en suma y nuestro futuro, está ya muchas veces escrito. Las exactas definiciones de sus hechos, infamia, rendición, mentira, traición y tantas otras fotografías de sus actos componen ya la galería siniestra, y de sobra conocida, de quien por su ambición, egolatría y sicopatía de poder está destruyendo todo cuanto se había logrado levantar a lo largo de medio siglo: los muros y techos de una casa común, cimentada en la igualdad y la soberanía de todos los españoles. Me ahorro el repetirlas y les descargo de la amargura de leerlas.

Me limitaré pues a contarles, en este primer encuentro con los lectores de El Debate, a cuyas páginas y hospitalidad me acojo con gratitud y deseo de aportar humildemente cuanto pueda, una particular decisión que he tomado al respecto y que responde a esos antiguos valores que me honro en mantener como la mejor herencia recibida de las sencillas gentes de mi tierra.

Conocí en mis tiempos de actividad intensa en el oficio periodístico a Pedro Sánchez cuando aún era aspirante a diputado, estaba a la espera de una vacante en el Congreso, que le propició creo que Pedro Solbes al abandonar el suyo y correr la lista, y empezaron a foguearlo por las tertulias. Tuvimos algunos enganches dialécticos y no mucha sintonía en lo personal, no nos fuimos a tomar nunca después un café, para que se me entienda. Pero el trato fue correcto y sin que hubiera subida de tensión ni salida de tono. Luego él fue escalando hasta conseguir aquella primera primogenitura en su partido y ya sí que alguna vez fue detectable una cierta incomodidad y hasta animosidad en el ambiente. Nada del otro jueves.

En los últimos años, su llegada al poder y su ejercicio del mismo, ya alejado yo de la brega informativa y opinática cotidiana, no se ha dado ya la ocasión de vernos personalmente y por tanto de saludarle. Pero el pasado día 12 de octubre, al ir hacia el Palacio Real, me puse a pensar en que haría de tener que hacerlo pues tal vez me lo encontrara. Fue al pasar revista entonces a sus obras y a sus propósitos, este malhadado día 9-N consumados- y que me permito calificar, y creo que es una opinión fundada, de continua felonía y en cuya cúspide está desbancando al infame rey Fernando VII, el felón por excelencia, cuando tomé la decisión personal e íntima que he adoptado como pauta por si me veo en la obligación al encontrarme cara a cara con él. Espero y deseo que no se de el caso, pero si se diera haría lo que mis antepasados, mis abuelos, labradores pobres ante gentes de tal pelaje, sin tener en cuenta condición, poder y gobierno que tuvieran, hacían. Será lo que yo haré como muestra de lo que su persona, nada más que su persona, me inspira y provoca. Que no es odio, sino asco, que no es vesania, sino desprecio. Negarle la mano y la palabra.

Porque la palabra no se la negaría a nadie por muy lejana y contraria sea a la mía y la mano se la puedo dar hasta el más enconado enemigo, pero a quien ha faltado, pisoteado, escarnecido y defecado a la que nos ha dado y corrompido y ensuciado todo cuanto estaba con todo nuestro pueblo pactado y ahora reventarlo en su único interés, a ese se las niego. Como un simple hombre de pueblo, como una humilde persona que solo tiene su dignidad como tesoro, sí tengo el legítimo derecho de hacerlo, sea él quien sea y tenga el cargo que sea. Porque para mi es simplemente un ser indigno de que se la de y de que le dirija palabra alguna.

  • Antonio Pérez Henares es escritor y periodista español
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