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03 de mayo de 2024

Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

La regeneración de España

El PSOE ha pasado de ser uno de los dos grandes partidos constitucionalistas a ser contrario a la Constitución. Este es el problema principal

Actualizada 01:30

España necesita una urgente regeneración porque se encuentra en un proceso de disociación, de dejar de ser una sociedad. La existencia de una sociedad requiere, al menos, tres condiciones: la existencia de un proyecto sugestivo compartido, la estructura derivada de la acción de una minoría ejemplar que vertebra a la masa social y la vigencia de una concordia básica. Las tres se encuentran en una situación delicada. Me limitaré hoy a la tercera, a la ruptura de la concordia.
Existe, al menos, un hecho que permite una valoración favorable. La discordia creciente y grave no se encuentra en el seno de la sociedad. Los españoles no nos encontramos en una situación de radical enfrentamiento, ni ante la decisión de eliminar una parte a la otra. El problema, muy grave, se encuentra en el ámbito superficial de la política y procede de la acción irresponsable de gran parte de los políticos. Lo malo es que esa actitud tiende a propagarse entre cada vez más ciudadanos. Creo que la responsabilidad mayor corresponde al PSOE. Lo normal es que el Gobierno tenga más culpa que la oposición, aunque eso no quiere decir que esta última sea siempre inocente.
Es suficiente establecer una comparación entre la situación actual y la que existió durante la Transición. El PSOE ha pasado de ser uno de los dos grandes partidos constitucionalistas a ser contrario a la Constitución. Este es el problema principal. De la concordia general hemos pasado a la discordia radical. La situación no mejora si comparamos el Partido Comunista de Carrillo o Anguita con Sumar y Podemos. El comunismo actual combate la Constitución de la mano de la ETA y los demás separatistas. El PNV y los herederos de Convergencia se han pasado también al frente anticonstitucional.
La consecuencia es que nos encontramos en una situación de enfrentamiento civil incruento, al menos de momento. Esto es algo de extrema gravedad e impuesto a la mayoría de los ciudadanos que no lo comparten. Lo grave es que el clima que se vive en las instituciones pasa a los medios de comunicación y termina por extenderse a la sociedad. No hay nada de inevitable en esto, pero sí mucho de peligro para la paz y la convivencia.
El diagnóstico es imprescindible, pero es un paso necesario para el tratamiento. Si el PSOE es el problema principal, el primer paso ha de ser su urgente desalojo legal y pacífico del Gobierno. Y es urgente porque mientras más dure más graves serán las consecuencias y más difícil revertirlas. Además, el actual régimen político bien podría calificarse, en griego clásico, como «apatocracia», el gobierno de la mentira. La verdad siempre tiene dificultades para imponerse en la política, pero hoy se ha convertido en una forma de gobierno. Esto deberían entenderlo y extraer las conclusiones necesarias los dos principales partidos de la oposición. El acuerdo entre ellos debe preceder a las consultas electorales.
Pero esto no basta. Es necesario huir de la politización y de la discordia que, de suyo, destruyen la libertad. Las pocas, pero con gran apoyo ciudadano, fuerzas políticas constitucionalistas que quedan deberían favorecer el cambio de la línea política del PSOE y su vuelta a la senda constitucional. Hoy existe un hueco terrible en la política española: la inexistencia de un partido constitucionalista de izquierdas. Tiene que surgir del propio PSOE, cosa que hoy parece extremadamente difícil, o de fuera de él. El PP (en su caso, con Vox) no podría gobernar de modo normal en una sociedad políticamente escindida y lejos de la concordia básica. Es penoso que ochenta años después del final de la guerra civil, España se encuentre en una situación tan parecida a la de los años anteriores a ella, salvo en lo que se refiere a la violencia y a la situación económica. Hay que recordar a Cicerón y pedir para España lo que él quería para Roma: concordia y libertad.
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