Fundado en 1910
Desde la almenaAna Samboal

Riviera gazatí

Lo que resulta sorprendente es la aparente falta de interés en que esa pobre gente, moneda de cambio en una guerra sin fin, tenga la oportunidad de construir una vida propia, en vez de seguir como triste títere de los intereses de unos y otros

Aseguran los trumpólogos que al nuevo inquilino de La Casa Blanca jamás hay que tomarle al pie de la letra, pero que nunca habla a humo de pajas. Es obvio que el personaje no se caracteriza precisamente por su sensibilidad. Ha cultivado a conciencia un perfil público burdo e histriónico que roza la caricatura. Y aunque no todos puedan compartir su controvertida y agresiva estrategia, esa habilidad para no dejar a nadie indiferente puede llegar a abrir nuevos caminos para resolver conflictos enquistados durante años, como el de Oriente Próximo.

La supuesta ocurrencia de Donald Trump para recrear en Gaza la Riviera Maya no es suya, sino del gobierno de Netanyahu. Tal y como lo ha expresado, no deja de ser una banalización del sufrimiento de seres humanos devastados por la guerra, además de una clara y declarada intención de subvertir las normas del derecho internacional. Sin embargo, no estaría de más tratar de adivinar sus intenciones tras esa declaración de brocha gorda.

Si los gazatíes pasan hambre, se echarán en manos del primero que les dé un chusco de pan y un vaso de agua. Es lo que ha hecho durante décadas Hamás. Asistiendo sus necesidades más perentorias, ha construido túneles bajos sus casas, colegios y hospitales, usándolos como escudos humanos en su batalla contra Israel en nombre de Irán. La pobreza extrema ha sido el mejor caldo de cultivo de los terroristas. Sin embargo, si en la Franja, que goza de un clima privilegiado, florece el negocio del turismo, tendrán oportunidades de empleo y prosperidad, como ocurre en otros países vecinos ribereños del Mediterráneo. Habrá quien diga que serán los amigos de Trump o Netanyahu los que se harán ricos construyendo hoteles y casinos, mientras abandonan a su triste suerte a los palestinos en campos de refugiados de Egipto y Jordania, que es –no lo olvidemos– donde ya están. Es lo que, llegado el caso, habría que vigilar. Lo que resulta sorprendente es la aparente falta de interés en que esa pobre gente, moneda de cambio en una guerra sin fin, tenga la oportunidad de construir una vida propia, en vez de seguir como triste títere de los intereses de unos y otros.

Todos los presidentes de los Estados Unidos han tratado de resolver en negociaciones más o menos publicitadas el enquistado conflicto en Oriente. Todos han fracasado. Los odios mutuos se han enquistado. Y han sido los palestinos, guiados por los ayatolás que se niegan a reconocer la existencia misma de Israel, los que se han levantado de la mesa las más de las veces. Donald Trump tiene como el resto derecho a intentarlo, por muy peregrinas que puedan llegarnos a resultar sus ideas. De momento, lo único que ha demostrado es que Tel Aviv es su aliado en la zona. Ni más ni menos lo mismo que, con algo de disimulo, hizo su predecesor. Sin embargo, los practicantes de la doctrina de lo políticamente correcto se negarán a verlo. Cuando Hamás perpetraba una masacre en Israel y Netanyahu dejaba Gaza como un solar, para ellos la culpa era del presidente israelí, aunque un tal Joe Biden habitara en La Casa Blanca. Ahora que se exploran otras vías, ya tienen un culpable de libro para todo lo que salga mal: Donald Trump.

comentarios

Más de Ana Samboal

  • Dame pan y llámame bobo

  • España BRICS

  • Contra las cuerdas

  • 2025, año de campaña

  • La trampa de Franco

  • tracking

    Compartir

    Herramientas