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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Lo que nos debe Estados Unidos

La Cuba –española– participó de manera significativa y relevante en el glorioso combate de Yorktown en el que el general George Washington al mando batió a las casacas rojas inglesas lo que supuso e impuso la independencia de Estados Unidos

Sólo voy a mencionar en mucho, aunque brevemente, lo que nos debe Estados Unidos a los hispano-cubanos (desde luego también a Francia), cuando éramos lo que nunca debimos de dejar de ser, porque creo que es un buen momento para que alguien le refresque la memoria a varios de sus líderes y sobre todo al gobierno actual:

«La importante intervención del Batallón de Pardos y Morenos cubanos en la conquista de la Florida y en el asalto a la ciudad de Pensacola, dirigidos por el Mariscal de Campo Juan Manuel Cajigal y Monserrate, militar español nacido en Santiago de Cuba fue decisiva. La Cuba –española– participó de manera significativa y relevante en el glorioso combate de Yorktown en el que el general George Washington al mando batió a las casacas rojas inglesas lo que supuso e impuso la independencia de Estados Unidos.

El apoyo prestado a los insurgentes de las Trece Colonias, solamente se nombra a Francia y a España, sin embargo, es sabido que la contribución de la Corona española fue considerable y no sólo, además de extenso por la situación geográfica y estratégica de Cuba, o sea, que lo más vasto en cantidad y en tiempo provenía de La Habana, sin desdorar a los presentes fue decisivo.

Después de la Toma de La Habana por los ingleses el comercio se intensificó entre ingleses y súbditos norteamericanos. En 1775 se inició la rebelión de las Trece Colonias norteamericanas contra Gran Bretaña, ese comercio crece entre Cuba y buena parte del oriente de Norteamérica. España había aportado sigilosamente sumas extraordinarias de dinero y avituallamiento para los amotinados.

Juan de Miralles, comerciante español, que hizo fortuna en La Habana donde residía desde 1740, simpatizante del germen de la causa norteamericana junto con el irlandés Oliver Pollock, íntimo amigo del financiero bélico, Robert Morris, fue el primer comisionado de la Corona española ante los sublevados, y el autor de que España suavizara algunas de las restricciones relacionadas con las transacciones y negocios, lo que favoreció a los independentistas norteamericanos…»; según varios historiadores y Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964).

El Arsenal de La Habana fue puesto a disposición de tal empresa. A ello se agregó la contribución de las damas de alcurnia habaneras, amantes erróneamente del separatismo, lo que condujo entre otras cosas al disparate del independentismo isleño; en verdad el auténtico origen fue la testarudez de la testosterona del bando de los iluminados insulares. José Martí, iluminado en el mejor sentido, sin embargo, se vio promulgado también a semejante estira y afloja, y como era bueno y leal, creyó que debía adaptarse, sumirse a un deber que no le concernía, ni por sangre ni por nada. Le fue la vida en ello.

De modo que tanto Francia, España, y Cuba –a menudo los cronistas se olvidan de esta última– condicionaron y fueron decisivos en la independencia de Estados Unidos. Hay que leer, lo subrayo, entre otros documentos, uno muy especial titulado '¿Quién debe gratitud a quién?', del entonces historiador de La Habana, el honorable Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), documento que tuve entre mis manos gracias a María Benítez Criado, su viuda, cuando trabajé haciendo mi servicio de producción universitario en la Oficina del Historiador en el Museo de los Capitanes Generales, y con quien colaboré en la salvaguarda de la correspondencia de su amado esposo.

Aquellos lodos testarudos de la testosterona, sin razón y con poca consciencia, trajeron a estos otros iluminados de ahora, pero con el katao tumbao. A estos pacotilleros perdedores que no vacilan en decapitar al avestruz del zoológico habanero para zampárselo casi crudo, porque con qué lo van a cocinar, si no tienen electricidad, sin gas, sin aceite, e iba a añadir sin cerebro y con la testosterona desaparecida, o que se roban a la foca y a los tiburones del Acuario para repartírselo a bocados, porque Moscú, digo, La Habana, no cree en lágrimas ni en concesiones de tripas hambrientas.

Pese a este episodio cavernícola de estos cubanos actuales impelidos por la revolución castrista a convertirse, en breve y con toda probabilidad, en caníbales (ya en los noventa se robaban las entrañas de los cadáveres de los hospitales para alimentarse), volviendo más a su origen africano (barbarismo tribal), que al indio (fumadores vegetarianos y templadores a tiempo completo) y europeos (civilizados y previsores sabios), resulta innegable que el pasado que tuvieron fue por momentos glorioso, y de su gloria decidieron regalarle mucho a Estados Unidos. Espero que Estados Unidos no lo olvide, y si en algún momento lo olvidan –aunque soy de las que piensa que se olvidaron hace rato ya–, debiéramos refrescarles la memoria a cada rato.

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