Teresa Ribera, la desaparecida
No solo no dio explicación alguna, no solo no apareció, sino que se le premió con un cargo en la UE, donde, por cierto, está tragando con las políticas que aquí rechazaba
En apenas seis meses han ocurrido en España dos crisis que han evidenciado que sufrimos el peor Gobierno en muchos años. La explicación de tanta impericia viene por la costumbre que acompaña al ocupante de la Moncloa de rodearse de incompetentes, personas de escasa trayectoria, con poca experiencia, que no le hagan sombra. Si se analizan los recorridos profesionales de la mayoría de los ministros se podrá comprobar que difícilmente tendrían protagonismo alguno en el campo de la empresa privada. Siendo eso grave, lo es más la carencia de valores éticos. Un buen ejemplo es Teresa Ribera, responsable, sin ningún género de dudas, del desastre de la dana que asoló Paiporta y otras localidades del sureste español. No solo no dio explicación alguna, no solo no apareció, sino que se le premió con un cargo en la UE, donde, por cierto, está tragando con las políticas que aquí rechazaba.
La responsabilidad, la capacidad y obligación de responder por las propias decisiones, es algo innato en la política en democracia. Solo las dictaduras se permiten que sus dirigentes no asuman las consecuencias de sus acciones. Los políticos ponen en marcha actuaciones que nos afectan a nuestras vidas. Se supone que en esa labor los debería animar el bien común y el interés general, regado todo ello de buena voluntad y cierta ponderación. Desgraciadamente, no es eso lo que caracteriza ahora mismo a la clase política gobernante. Sus actos repercuten en nosotros. Si aciertan, nos ayudan. Si se equivocan, nos arruinan. El apagón del lunes pasado es un buen ejemplo de cómo las labores equivocadas de una ministra, Teresa Ribera, han llevado a España a una situación inédita. No busquen más culpables y, desde luego, no caigan en la trampa del ocupante de la Moncloa de echarle la culpa a las empresas privadas.
Teresa Ribera se guarece ahora en la Comisión Europea, pero a medida que pasen los meses se irá demostrando su enorme responsabilidad en la dana valenciana y en el apagón que ha situado a España en los peores niveles de imagen en el concierto internacional. Ella, y nadie más, debería estar explicando aquí las causas reales del resultado final de ambas desgracias. No lo hará.
La característica de esta generación de políticos que han medrado a la sombra de un gran narciso es la incompetencia, la falta de empatía, la carencia de escrúpulos y la irresponsabilidad.
Con lo que a mí me gustaría escribir de otros asuntos y de otra manera. Es imposible. Sería una traición a nuestra vocación periodística. Ayer María Jesús Montero no se fue hasta Franco, pero casi. Invocó el Prestige y el 11-M para tapar problemas inmediatos. Puestos así, pudo quejarse de los traidores que vendieron a Viriato por unas monedas al Imperio Romano, bastante cruel, por cierto, con los habitantes de esta tierra. Y qué decir de Óscar López. Se desgañitaba llamando fascistas no sabemos muy bien a quién. Hay nerviosismo en el entorno sanchista. Todo huele a fin de ciclo, pero el final se alargará hasta que lleguemos a la podredumbre dentro de 25 meses.