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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El retorno del número 1

Su parroquia le ha hecho la ola en su regreso, y es que realmente los desayunos no eran lo mismo sin sus letras

Actualizada 14:04

En España existen ahora mismo seis tipos de columnistas: 1.— Buenos. 2.— Regulares. 3.— Malos. 4.— Correctos, pero que provocan un irreprimible bostezo. 5.— Y presuntos jóvenes (ya en la cuarentena o la cincuentena), que van de modernos y rompedores, pero que son masajeadores del estilo que presentan la hondura y agallas de un envase vacío.

Los lectores atentos ya estarán señalando que hemos empezado diciendo que hay seis tipos articulistas, pero solo hemos señalado cinco. En efecto, y es que el sexto es Alfonso Ussía, que constituye un género en sí mismo, unipersonal e implagiable, por eso a sus 77 tacos es el columnista más leído de España.

Durante sus diez días de paréntesis en El Debate, un montón de gente de todo tipo me ha hecho la misma pregunta: ¿Qué pasa con Ussía? «Está descansando», les respondía un poco enigmático, sin detallar más, pues me da la sensación de que Alfonso comparte el inveterado pudor de los gentleman ingleses a la hora de desvelar sus achaques. Y es que entre los tipos de turras que más temo hay cinco que sobresalen:

1.-Los que te cuentan sus dolencias y operaciones con todo lujo de detalles, situándote algunas veces al borde del vahído (y más si eres un poco hipocondríaco, como quien suscribe).

2.-Los que en cuanto te descuidas esgrimen el móvil y te asaltan con fotos de hijos y nietos, acompañadas de un relato minucioso de sus proezas.

3.-Los que te hablan de fútbol aun sabiendo que a ti no te interesa el fútbol.

4.-Los que te abrasan contándote sus viajes. Cuando a ti te la refanfinflan sus sensaciones cuando vieron la aurora boreal en Laponia, o sus astutos regateos en algún zoco moruno, o sus excursiones por el parque Yellowstone, donde escuchando su chapa lamentas que el oso Yogui no saliese de su guarida para zampárselos.

5.-Los expertos o cuñaos, a los que nada de lo humano les es ajeno, que lo mismo sientan cátedra sobre cuál es la marca de ruedas que dura más que establecen la correcta composición del ahora celebérrimo «mix eléctrico».

Cuesta señalar cuál de estas variantes de plomos resulta más plúmbea.

Pero me he dispersado. Vuelvo a Alfonso Ussía. Su regreso ha sido como el retorno del jedi. Su parroquia le ha hecho la ola, porque los desayunos estaban incompletos. A la tostada, el cafelito y la prensa matinal le faltaba la sal de su columna, que aporta algo que ya no se estila en esta España del ceño fruncido y la corrección política: el regalo de una sonrisa —a veces incluso de una carcajada— y la libertad para decir en alto que quien es un imbécil es exactamente eso: un imbécil. Ussía es el único columnista de España que dice cosas que muchos pensamos, pero que no nos atreveríamos a expresar, como por ejemplo cuando escribió ayer, con esa coña tan suya, que León XIV le gusta ya de entrada porque «tiene cara de Papa».

La IA ya escribe columnas. Son mejores de lo que pueda imaginar el gran público, para desgracia y amenaza de nuestro gremio. Pero no podrá clonar a Ussía. Se le escabulliría, porque alberga la memoria de sus vivencias, una gracia original y un aprecio por ejercer la libertad que ya no se estila.

Un columnista como él es la decantación de toda una vida, por eso en su caso lo mejor siempre estará por llegar. Confiemos que tarde en volver a tirarse por alguna escalera de su dacha norteña, por el bien de su crisma, y porque el mundo es más aburrido sin sus letras. Un abrazo, Alfonso.

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