El sucesor de Pedro
No salgo de mi asombro cuando los observo anhelantes de que León XIV coja una pancarta y al grito de «a las barricadas», convierta la Iglesia en «la familia de la tele», se baile un chuminero con Lydia Lozano y oficie misa para el orgullo gay
Uno de mis últimos divertimentos es leer los titulares de la prensa progresista y oír a la mediática gacetillera analizar, tildando su mirada y su pluma cual ojo de «Bambi», la ideología del nuevo Papa. No salgo de mi asombro cuando los observo anhelantes de que León XIV coja una pancarta y al grito de «a las barricadas», convierta la Iglesia en «la familia de la tele», se baile un chuminero con Lydia Lozano y oficie misa para el orgullo gay. Ya sabemos que les importa un comino el Pontífice, los 1.400 millones de fieles creyentes y seguidores, y la labor maravillosamente humanitaria que hace la Iglesia. Y que intentan aplicar su alma divisiva a todo. Todo es bueno contra el convento. Polarizar. Este es bueno y aquel malo. Porque aquel es progresista y este conservador. Este obispo de Roma cerraría las nucleares y este apostaría por las renovables. Este es su nivel ecuménico.
Periódicos hay que ensalzan la estela de Francisco y han decidido indultar a su sucesor siempre que no se desvíe del camino que, según estos vaticanistas de nuevo cuño, ha abierto la Iglesia para «acabar con la ola ultra que invade el planeta». Incluso son más audaces: ya trufan los titulares desde Roma de conceptos como el «antitrumpismo» de Prevost o su ejecutoria contraria al ala conservadora que invade su país. Lo cierto es que no tienen ni pajolera idea de los inescrutables caminos del Señor, pero han okupado un nuevo erial en el que verter sus prejuicios y traumas de progres desfasados.
Habrá quien se crea ese súbito interés de quienes odian la doctrina de la Iglesia por los pasos que dé el Santo Padre, su impagable consuelo espiritual para miles de millones de personas y la trascendencia, tan imprescindible hoy, de la palabra de Dios; pero la mayoría no nos tragamos esa redención de camelo. Sueñan con una Iglesia que algún día abdique de su misión espiritual y de su apuesta por la vida —contra el aborto y la eutanasia— para luego poder despreciarla ya claudicante. Lo han hecho con la asunción de responsabilidades en el tremendo drama de los abusos sexuales: no han servido ninguno de los importantes pasos que ha dado la curia. Siempre todo es poco porque si fuera suficiente nunca habría motivo para el ataque, el anticlericalismo y el sectarismo.
Esta súbita eclosión de acólitos de pacotilla ha pintado un cuadro que solo ellos logran atisbar en sus mentes envenenadas de ideología. Ellos marcan los retos, nacidos de sus obsesiones woke y de las calamidades consiguientes, y ellos dictan cómo combatirlos. Hace veinte días no sabían ni papa de los cardenales electores, confundían a San José con un día de fiesta, y a un obispo con un seglar. Pero ahora todos son doctores en teología.
Me voy a atrever a aconsejar a estos portavoces del régimen que no se metan en casulla de once varas, que muevan el telescopio de esa materia divina que les es tan ajena y lo dirijan hacia asuntos más prosaicos, hacia el hombre que algún día será el sucesor de Pedro, pero no del obispo de Roma, sino de aquel que hoy les acoge en su seno, al que han concedido la sabiduría de un dios y el mismo que les otorga su infinita generosidad esculpida en el BOE y en los Presupuestos Generales del Estado —recauchutados—, como si fueran las tablas de la ley. Pero que tengan cuidado. Han comprobado en los mensajes —intervenidos a Koldo— entre Sánchez y Ábalos cómo las gasta el jefe del PSOE, sus modos déspotas y macarras, contra todos aquellos que osan decir algo que no le gusta: «hipócritas», «petardos», «impresentables» «pájara», «maltratador», son las lindezas que les dedica; y además ordena laminarlos. Solo queda de todos ellos Page que, curiosamente, es el único que atesora una mayoría absoluta. Vamos a ver lo que sigue saliendo y sí esos «sé fuerte» de Pedro a José guardan una bomba retardada que pueda estallar en breve.
Así que, por si la cosa se les pone fea, dejen de catalogar al sucesor de Pedro, al que se elige en secreto, y vayan pensando en el líder que tiene que emerger de la tierra calcinada sanchista, al que habrán de elegir los socialistas a mano alzada. Y esas manos que han sobrevivido a estos años sin ser amputadas, estarán todas moldeadas por Sánchez.
En la sucesión de este Pedro El Cruel sí que tiene que echar un cuarto a espadas el Espíritu Santo.