La máquina del fango
El batallón de asesores que trabaja en la Moncloa sigue haciendo una labor que a mí me impresiona. Según su relato, a quien le va mal es a Núñez Feijóo que encabeza todos los sondeos electorales y a quien le va bien es a Sánchez que no tiene ningún problema derivado de su propia culpa
Esta semana nos ha llegado un concepto nuevo para descalificar la labor de la oposición: la casquería. Ya no saben qué inventar, pero lo que producen lo expanden con enorme efectividad. Todos trabajan coordinadamente y se preparan para una nueva ofensiva coordinada desde la Fiscalía General del Estado en la que el núcleo duro de don Alvarone García Ortiz está terminando un informe sobre los errores de la UCO a lo largo de los años. Para eso ha quedado la Fiscalía de Sánchez. No para hacer Justicia, sino para combatirla. Para enfrentarla con fango y más fango después de inventarse que todos los infinitos escándalos que asolan a este Gobierno sólo son fango de la derecha y la ultraderecha. Los que de verdad arrojan porquería contra las instituciones no sometidas son el Gobierno y sus medios afines.
Desde el pasado septiembre Carlos Herrera abrió una nueva sección en su programa de la COPE que es para mí una de las obras de orfebrería de la radio española de todos los tiempos. En esta sección del programa de Herrera que se emite los viernes de 09,25 a 09,45 nuestro colega Teodoro León Gross hace un repaso y una comparación entre los titulares de los medios afines al Gobierno y los de otros más críticos. Como no puede ser de otra forma, la sección se llama, con mucho orgullo, «La máquina del fango». No podía haber un nombre más acertado. Yo no conozco a Teodoro León, pero tuve bastante trato con su hermano Bernardino León Gross cuando fue secretario de Estado de Exteriores entre 2004 y 2008 con Miguel Ángel Moratinos al frente de la cartera. No se me ha olvidado que en alguna ocasión me sacó de un problema lejos de España por faltarme un visado. Hace tiempo que no sé de la vida de Bernardino, pero me parece que los dos hermanos no deben compartir muchos puntos de vista hoy.
Como bien explicaba Teodoro el pasado viernes, la táctica ante un descalabro como la aparición de los WhatsApp entre el presidente y su ex mano derecha es la misma que se emplea habitualmente con todo lo que asola al Gobierno. Aunque no todo tenga la misma gravedad. Las fases son: reacción inicial a la defensiva, evasivas cínicas, momento victimista y finalmente el contraataque al verse acorralados.
Se habla de sabotaje con los trenes, de ciberataque con el apagón y ahora los mensajes entre Sánchez y Ábalos son «oposición de casquería». Un sintagma notable. Cuando se emplea el término «oposición» lo primero que el ciudadano medio entiende es los partidos que están alineados contra Sánchez: PP y Vox. Pero ¡qué casualidad! José Luis Ábalos, todavía militante del PSOE, salió en La Sexta a reconocer que él había autorizado al menos parte de las filtraciones. Y la casquería es, según el Diccionario de la Real Academia Española un «conjunto de miembros, órganos y otras partes del cuerpo ensangrentadas, especialmente característico de algunos géneros de ficción.» Y eso es lo que emplea la oposición que en realidad no ha tenido papel en esta filtración.
Como era previsible el PSOE contradice ahora todo lo que dijo cuando le robaron algunos mensajes a Rajoy o a Pablo Casado. Y lo que entonces era de interés público ahora son conversaciones privadas. El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE comentando la actualidad política y sus protagonistas con el ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE es «privado». No me cansaré de decir que nos toman por idiotas.
El batallón de asesores que trabaja en la Moncloa sigue haciendo una labor que a mí me impresiona. Según su relato, a quien le va mal es a Núñez Feijóo que encabeza todos los sondeos electorales y a quien le va bien es a Sánchez que no tiene ningún problema derivado de su propia culpa, sino que aquí hay un gran montaje de una oposición débil que no hace más que contar mentiras. El relato, lo llaman.