¿Se irá? Pues claro que no
Si careces de escrúpulos, si te da igual mentir, hacer trampas, no poder pisar una calle y estar rodeado de ladrones, ¿qué te puede amilanar? Nada
Aunque soy un gacetillero de clase media, raro es el día en que alguna persona no me interpela como si fuese el Oráculo de Delfos para soltarme la pregunta del millón. Si el interlocutor gasta un talante sosegado, la formula así: «¿Crees que va a resistir?». Si se trata de alguien más fogoso, la plantea en términos rudos: «¿Va a caer por fin el bicho?».
El 60 % de los españoles creen que debe dimitir, según la encuesta que acaba de publicar este periódico. Y sí, está fuera de dudas que debe irse. De hecho, tendría que haberse largado el día en que imputaron a su mujer, por tratarse de un caso claro de nepotismo que lo involucraba. Una persona sin título universitario jamás logra una cátedra extraordinaria en la Complutense si no media un enchufe épico, y en este caso el nombre del electricista resultaba evidente (era el mismo que enchufó en Extremadura al afamado coautor de La danza de las chirimoyas).
Pero respondiendo a la pregunta sobre si se irá, o convocará pronto elecciones, mi respuesta de pitoniso amateur es que nones. Si careces de escrúpulos, si te da igual mentir, hacer trampas, no poder pisar una calle y estar rodeado de ladrones, ¿qué te puede amilanar? Nada. Estamos ante un ego hipertrofiado, que no siente ni padece, y cuya meta central en su vida es no abandonar jamás su palacio.
Durante algunos años tuve ocasión de trabajar para un jefe de talante excéntrico, que a veces soltaba algunas bomberadas. Uno de sus grandes clásicos era acelerar el calendario. Corría todavía el mes de marzo y el gran hombre nos convocaba y nos explicaba: «Este año ya se está acabando. En realidad estamos casi en agosto, que es un mes inhábil porque todo el mundo se va de vacaciones. Luego la gente vuelve a empezar a mediados de septiembre, pero entre que se ponen y no se ponen... ya es Navidad». Cada vez que lo escuchábamos nos reíamos para nuestros adentros. Pero curiosamente es el mismo tipo de lógica que emplea Sánchez.
Ahora empieza la cumbre de la OTAN, donde intentará un pequeño show de justiciero social, que probablemente le valdrá un rejón público de Trump, pero eso puntúa ante su parroquia. Luego llega el congreso del PP, que distraerá un poco de las miserias policiales del PSOE. Para masajear a los golpistas Puchi y Junqueras tendremos en breve una amnistía servida en bandeja por Pumpido y un cuponazo catalán presentado por el nacionalista Illa. Después ya entraremos en el sopor de agosto, donde aquí no curra ni la UCO.
A la vuelta del curso, unas dosis de propaganda, unas cucharadas de guerracivilismo, algunos nuevos subsidios, unos cuantos insultos a los jueces con lo del intolerable lawfare contra el Gobierno de «la coalición progresista»… y ya estamos en diciembre, cuando llega el autobalance de fin de curso donde el interfecto se regala cada año una matrícula de honor.
En enero, febrero y marzo de 2026, simulacro de que va a intentar sacar adelante unos presupuestos. Si no lo logra, a esperar al parón del verano. En septiembre y noviembre, a enredar un poco con el «cañón económico» y Franco, y año acabado. Si la cosa se pone fatal, puede convocar elecciones a comienzos del 2027 y hasta sacar pecho: «Mi Persona dijo que no habría elecciones hasta 2027 y, como en todo, hemos cumplido».
No lo desatornillarán de su poltrona ni con Tres en Uno. La culpa siempre será de otro. Maquillaje de pena a lo Familia Adams, unos pucheritos compungidos de perdón, un par de trolas de «yo no sabía nada de esto», y tira millas… El «proyecto de avance social que lidera el Gobierno de progreso» no puede detenerse por «una operación mediática-judicial de la ultraderecha». Y si todo se pone chunguísimo y es él mismo el que aparece chapoteando en la ciénaga en primera persona, siempre quedará Pumpido dispuesto a embarrarse la toga con lo que haga falta y arreglarle el susto en el TC.
Esto es como lo del Gollum de Tolkien: «Mi tesoro, mi tesoro…». Y no lo suelta ni con la Guardia Civil desfilando ya por Ferraz.