Periodistas madrileños masajeando al separatismo
Resulta penoso ver a gente inteligente blanqueando al separatismo catalán solo porque Sánchez ha tocado el silbato y les ha ordenado cambiar el paso
El periodismo debe ser el oficio más duro del mundo, porque te obliga a ojear las tertulias de las televisiones del régimen, y eso no está pagado. Entre los suplicios supremos, al nivel ya de una sádica tortura china, destaca el BOI (Boletín Oficial de Intxaurrondo) en TVE. Practican sus presentadores un periodismo oficialista militante, en una cadena que se supone que por sus principios fundacionales debería intentar una cierta neutralidad, pues todos los españoles somos obligados a pagar ese engendro sectario con nuestros impuestos.
Las televisiones encarnadas alzapriman estos días los incidentes de Torre Pacheco para demonizar a Vox, para darle aire al abrasado líder ‘Cara Delgá’, como lo llama nuestra Marisu de Triana, y para no ocuparse de la felonía suprema del PSOE que se está perpetrando en pleno despiste estival: el cuponazo catalán.
Pero aún así, el asunto del privilegio catalán resulta insoslayable y se han visto obligados a abordarlo. Los tertulianos de supuesta cuota de derechas que van a TVE se muestran siempre un tanto amedrentados. Sus críticas son medidísimas, con guante blanco y cremita, incluso ante un tema tan grave y evidente como el del abuso del cuponazo. En la izquierda en cambio no existe tanto melindre. Lo suyo es muy sencillo, puro perro de Pavlov: suena el silbato de Sánchez y solo cabe cuadrarse, mover la colita y hacer lo que ordene el amo, aunque sea defender una manifiesta burrada totalmente lesiva para tu país.
Veo en el NODO intxaurroniano a un tertuliano del periódico sanchista, un joven cincuentón que gasta siempre un deje perdonavidas, una pose de supuesto intelectual un poco asqueado de tener que departir con el vulgo. El tipo defiende con vigor y suficiencia el disparate del cuponazo, enojado con quienes discrepan. Se trata de una persona inteligente. Tiene 51 tacos y una larga e importante experiencia laboral en su medio. Además, es vecino de Madrid y nacido en la capital de España. Y sin embargo, ahí está, defendiendo que se rompa la caja común y la igualdad entre españoles para privilegiar al separatismo catalán por la única razón de que Illa y Sánchez necesitan comprar sus poltronas. Por supuesto si mañana Moncloa le ordenase pensar exactamente lo contrario, ahí lo tendríamos, repitiendo como un papagayo el nuevo argumentario de la factoría Bolaños.
El cuponazo es una afrenta de tal calibre que hasta el viejo Alatriste se ha atrevido a abandonar su estrategia segurolas y ha tenido la dignidad y el elemental patriotismo de denunciar que «se está demoliendo el Estado» y «no va a quedar piedra sobre piedra». Pero no es el tono habitual de nuestros intelectuales.
Un día alguien escribirá un gran ensayo histórico sobre la imperdonable traición ante el enconado pulso separatista catalán y vasco de los supuestos intelectuales y artista, de los grandes empresarios y de la izquierda. Cuando toca defender a España, se comportan como si fuesen vecinos de Papúa Nueva-Guinea. Muchos braman en privado contra la traición de Sánchez a la nación. Pero la cobardía impone cauto muro de silencio, no vaya a ser que me señalen, o que pierda esta prebenda, o aquel contrato… Algunos, como el triste caso del periodista que antes citaba, van más allá y directamente anteponen la obediencia debida al PSOE a los intereses generales del país del que son ciudadanos. Llamándose a sí mismos «progresistas», aceptan lo más regresivo que se pueda imaginar: unos españoles son superiores a otros por ser de una región determinada, y por ello deben ser privilegiados en nombre de no se sabe qué entelequia supremacista.
España está vendida. Le falta un establishment que la defienda. Es curioso pensar que dos grandes creadores, cada uno en su campo y en su estilo, que sí han dado la cara por España eran españoles de adopción, que se atrevieron a comportarse como patriotas: Mario Vargas Llosa y Andrés Calamaro.
El día que vea a tropa como Millás, Aitana Sánchez-Gijón, Tosar, Bardem, Elvira Lindo, Miguel Ríos, Ana Belén, Broncano, Wyoming, o los directores «progresistas» de los museos de arte snob... moviendo un dedo en defensa de su país, España, ese día abriré una botella del más fino de los espirituosos y brindaré porque al fin se han plantado contra el separatismo xenófobo. Pero jamás llegará tal descorche. Por desgracia su patria es el PSOE, el partido felpudo del independentismo que en supremo sarcasmo todavía se apellida «Español».