Fundado en 1910
Al bate y sin guanteZoé Valdés

JB

Pudiera ser un zorro astuto, un relambío que juega con las apariencias, un espía que se alimenta de cada detalle, o, quizás, un delincuente que ha camuflado sus delitos tras un rostro respetable, y que se divierte con los bailecitos de su hija tonta. Tal vez, todo eso junto. Entonces, ¿para qué sirve, a quién le importa?

Act. 22 jul. 2025 - 09:15

En la penumbra de una oficina, en el centro del gobierno de un país que se resquebraja bajo el peso de la corrupción, surge una figura novedosa, que pocos confiesan conocer, pero que muchos sospechan de quién se trata. JB, las siglas encriptadas dentro del laberinto de un sistema podrido, donde la justicia se desploma y la transparencia es apenas una vieja ilusión.

En el epicentro de la trama, PS, ¿un presidente? O sea, el hombre que prometió cambiarlo todo en nombre del socialismo obrero y español y que, en realidad, se ha convertido en el símbolo más grande del parasitismo político. Con su cara de póker y su discurso de medio pelo, medularmente mediocre, ha logrado que la máquina de la corrupción siga funcionando con la precisión de un reloj suizo, mientras los santos de su gobierno prefieren enrejarse, digo enredarse, en la madeja de silencios. No sabemos hasta cuándo… pero de que hablarán, hablarán; todos al final lo hacen; sin decir nada que les perjudique.

Sin embargo, no todo culmina en las mareas de engañifas, robos, y mentiras oficiales, ahí no para. También hay un lado oscuro como fondo de comercio, un secreto que se oculta tras los muros de las saunas y los clubes exclusivos, donde políticos con siglas cuyos nombres constituyen madejas para fáciles adivinanzas—JB, uno o dos de ellos, quizás—se entregan a rituales en los que desnudan su alma y revelan su verdadera naturaleza. Es en estos lugares donde las confesiones constituyen promesas de futuras ascensiones, y al mismo tiempo, cadalsos para los implicados.

¿Quién es JB? ¿Qué secretos guarda en los vestuarios del sueño del avaricioso? ¿Hasta qué punto y en qué orden llega la red de espionaje que ha convertido a ciertos políticos en peones de un turbio negociete del y tú más? La evidencia, si alguna vez la hubiere, se oculta entre las toallas y las saunas, en los rincones donde la indecencia fluye y la corrupción se empalma, entre los mierdecillas de turno.

Quizás, en la brutalidad sombría de estas historias, reside no sólo la corrupción del Estado, sino la corrupción del proceso humano mismo, en el núcleo de una ideología, la vértebra torcida de un partido, de una Monclova, de un... ¿Para qué seguir?

Porque al final, la historia de JB no es solo un relato más, sino otra manchita en el espejo de un bipartidismo que no se quiere observar en el reflejo de sus propias y casi idénticas faltas, demasiado reiterativas. Partidos que, como en tiempos remotos, necesitan limpiar sus yeguas con cepillos rudos, hasta abandonarlas casi en carne viva en los establos. Pobre comparación con las yeguas; pido perdón a estas bestias tan inocentes.

JB, en esta trama armada bajo indicaciones del Uno encima del otro Uno, resulta un enigma que se desliza bajo las sábanas vueltas a lavar con el cloro de la desvergüenza, un precario dato que aporta a la ambigüedad más ambigüedad, la traición y el poder empercudidos de arriba a abajo. JB podría ser un zorro astuto, un relambío que juega con las apariencias, un espía que se alimenta del silencio, o, quizás, un delincuente que ha camuflado sus delitos tras un rostro respetable. O, todo eso junto.

Quizás, JB sea solo una pieza más en un tablero gigante que algunos manipulan desde las alturas, con sigilo y sin que nadie pueda hacer ya demasiado para detener lo que se avecina. JB. La pregunta flota todavía y lo hará por mucho tiempo en el aire, cual reclamo del asfixiado espectador: ¿hasta dónde llega la tela de araña que estos personajes confeccionan para protegerse y desproteger al país? ¿Cuántos malsanos secretos sepultados en los vestuarios de los perversos?

En definitiva, JB es, reitero, el retrato de un Estado en crisis, de una sociedad que mira hacia otro lado, y el personajillo de un cuento de terror que insiste en multiplicarse si no se alteran las cadenas de impunidad y acallamientos. Si no se rompe todo y se reinicia desde cero. Porque, aunque la verdad encontrará su camino, aunque sea a través de entresijos que jamás conoceremos, tarde o temprano el velo caerá, dejará al descubierto a los culpables, que ya sabemos quiénes son, pero que nadie nunca querrá reconocer ni señalar, y nos impedirán nombrarlos.

JB, pudiera ser un zorro astuto, un relambío que juega con las apariencias, un espía que se alimenta de cada detalle, o, quizás, un delincuente que ha camuflado sus delitos tras un rostro respetable, y que se divierte con los bailecitos de su hija tonta. Tal vez, todo eso junto. Entonces, ¿para qué sirve, a quién le importa?

Quizás, JB signifique una distorsión aprovechable que algunos manipulan sin mayores variaciones desde las alturas, con extremo cuidado y hasta con cariño; sin que nadie pueda reaccionar, porque al hacerlo intentarán tumbarlo desde cualquier sitio. Porque no podrán hacerlo. No permitirán que lo pruebe, mucho menos que vaya a renunciar a acostumbrarse a obedecer.

comentarios

Más de Zoé Valdés

  • Suicidios verdaderos y otros raros

  • Macronada versus Melotodo

  • Orgullo

  • La lucidez patriótica de la alianza trasatlántica

  • Cobardía

  • Últimas opiniones

    tracking

    Compartir

    Herramientas