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Al bate y sin guanteZoé Valdés

Orgullo

Tanto en Cuba como en el exilio he defendido a los homosexuales cubanos y de todo el mundo, chinos, iraníes, saudíes, rusos, perseguidos por el poder en sus países. He firmado manifiestos en contra de la pena de muerte y del espantoso espectáculo de jóvenes asesinados colgados de las grúas

Actualizada 01:30

Fui muy fan de la Gay Parade u Orgullo Gay, ya no. A la primera parada que asistí fue en Nueva York a inicios de los noventa, la segunda y dos más, en París. En junio del año 1999 pude llevar a mi madre a una de esas manifestaciones, ella recién liberada de la tiranía castrista por mí; recuerdo su asombro mezclado con alegría (poseo vídeos), pues a una persona de mi familia los castristas lo habían perseguido hasta expulsarlo de la universidad en Cuba debido a su homosexualidad siendo un genio de las Matemáticas, otro familiar había sido amenazado y debió irse de Cuba para evitar que el Che Guevara (el mismo de las camisetas que hoy visten muchos «entendidos» del tema) lo fusilara por ser amanerado. Para mi madre y para mí, la Gay Parade tenía una significación sumamente importante, pues era para nosotras un momento de expansión de una parte de la población mundial identificada con la que en Cuba había sido perseguida hasta que la condujeron a las cárceles, campos de concentración (Unidades de Ayuda a la Producción, las tristemente célebres UMAP), y paredones de fusilamientos masivos… Bien, pese a todo esto, en los momentos actuales desapruebo en lo que se han convertido las manifestaciones del Orgullo gay.

El nivel de desacato e indecencia que han logrado los depravados encuerusos que se han colado en las expresiones callejeras en defensa de la libertad de cada cual de amar a quien lo desee da al cuello. Verdaderos adefesios con sus colgajos al aire delante de niños y de mujeres. Eso no fue siempre así, nada que ver. Debo decir que sí, no me gusta, luego no asisto. Eso sí, debiera considerarse normal que esto fuese atendido por las autoridades. Pero nadie normal nos gobierna, la mayoría son gente fuera de sus cabales, y más degenerados que los que se muestran con sus partes al aire.

En Hungría, el gobernante Víktor Orban decidió no autorizar más ese tipo de espectáculos, de ninguna manera prohibió la manifestación, tal como se pudo observar que sucedió, porque la manifestación se hizo; pero no estuvo y no está de acuerdo con que el espectáculo se convierta en algo obligado, además de abusivo para niños y para las personas que no desean aceptar esos desfiles tan decadentes y fuera de lugar.

Creo profundamente en la libertad de expresión, para todos, subrayo para todos, de ahí que también condene la falta de respeto y los comportamientos indecentes que no hacen más que despreciar a una parte de la población que se niega a verlos, y a menoscabar la libertad de expresión de otras personas al no estar de acuerdo con ellos, entre los que se encuentran numerosos homosexuales, que al no pertenecer a esos zafarranchos de exhibicionismo guarro se han visto lapidados verbalmente en las redes sociales.

Podrán llamarme lo que quieran, antigua, demodé, fuera de caja, y hacer los memes que quieran en mi contra, insultarme llamándome vieja, gorda, de todo lo que se les ocurra; he vuelto a ser desde hace mucho tiempo una persona entera que después de una lucha muy larga por fin consiguió armar los fragmentos de un espíritu destrozado por el social-comunismo, y de eso sí que estoy fiera y fervientemente orgullosa. Más orgullosa de todo el resto de lo que se pueda estar en este mundo actual, en el que en verdad queda bastante poco de lo que poder enorgullecerse.

De modo que lo reiteraré: el Orgullo Gay tal como ha sido rediseñado en los últimos años no contiene ya su honra original, su merecida altivez humana, ha sido despojado de la dignidad que la homosexualidad y cualquier elección sexual dentro de la sociedad merecen.

La pedantería, la vanidad, la soberbia, la insatisfacción personal, entre otros adjetivos que prefiero no mencionar, pudiera identificarse con una causa justa y esencial de derechos humanos, mucho menos con la cultura y la educación, todo lo contrario.

Tanto en Cuba como en el exilio he defendido a los homosexuales cubanos y de todo el mundo, chinos, iraníes, saudíes, rusos, perseguidos por el poder en sus países. He firmado manifiestos en contra de la pena de muerte y del espantoso espectáculo de jóvenes asesinados colgados de las grúas o lanzados desde las azoteas en sus países. ¡Y ni hablemos de las banderas enarboladas que precisamente constituyen las enseñas de países donde esos mismos que las enarbolan serían ahorcados, defenestrados, decapitados! Debido a lo cual, respeto demasiado las causas de estos seres humanos para que se las arrastre por el pavimento, se les enturbie en el lodazal de la pedofilia y demás actos insoportables penalizados por la ley por secuestros, abusos, violaciones, contra niños y adolescentes. La causa homosexual entonces ahí deja de serlo, y, por el contrario, provoca un daño irreparable a quien reclama el derecho a amar a quien desee, lo que es un derecho que hace mucho fue conquistado y liberado.

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