La lucidez patriótica de la alianza trasatlántica
«Con el Súper Estado han querido hacer de Europa, y lo han hecho, un macro mercado, destruyeron al Estado-nación para crear el Estado controlador, crear una Europa sin las naciones, un espacio sin fronteras, una Europa apolítica…»
H ace poco oí hablar a uno de los hombres más brillantes de Francia y del mundo, Philippe de Villiers. Retirado de la política fue, sin embargo, secretario de Estado de Cultura bajo el mandato de Jacques Chirac, desde el 86, y es entre otros cargos, el creador y fundador del Puy de Fou en Vendée; decía lo siguiente:
«Con el Súper Estado han querido hacer de Europa, y lo han hecho, un macro mercado, destruyeron al Estado-nación para crear el Estado controlador, crear una Europa sin las naciones, un espacio sin fronteras, una Europa apolítica…» Bueno, en eso también fueron pioneros los castristas, politizaron para su beneficio a Cuba y la despolitizaron también para su beneficio, es decir, la saquearon y vaciaron las defensas propias y se las atascaron con conceptos como socialismo igual a patria, nación igual a Castro; para reprogramar las mentes con basura ideológica nauseabunda de extrema izquierda.
Lo que pretendían, y lo lograron, fue destrozar en el cubano el alma patriótica y el arma política. Siento decirles que lo han conseguido también en gran medida en Europa, haciendo del continente un «mercado complementario» —como bien explica De Villiers— del mercado americano. Idéntico a lo que hicieron en Cuba: sustituyeron las empresas con la nefasta gestión social-comunista. La visión económica fue tronchada, el alcance político individual devino un fenómeno que parecía novedoso, avaricia colectiva, colectivismo en beneficio de los dictámenes y organismos superiores.
A semejanza del cubano actual, producto de la revolución castrista, el europeo de hoy trasladó su pensamiento hacia un vacío, deshabitándolo de ideas y de ambiciones naturales. El globalismo ganó despojándolos del sentido de la ciudad, como en tiempos de Grecia y de Roma; como en tiempos de la otrora esplendorosa Perla de las Antillas. Odiar la capital, desbaratarle su polis, es el síntoma inicial del triunfo del mal.
En 1943, el presidente Roosevelt y Jean Monnet, banquero del Estado francés, gran resistente, por otro lado, se encontraban en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Roosevelt se dirigió a él: «Tenemos que crear una comunidad trasatlántica. Sería necesario que usted lo organice, que fundemos esa comunidad. Usted debe transformar las naciones europeas en un sistema de agencia». O sea, le animó a poner en marcha el sistema de funcionalismo, en resumen, de estructuralismo, tan norteamericano. Empezaron por el carbón y el acero, poco a poco fueron ganando partes de soberanía como se ganan partes de mercado, sin que nadie advirtiera de nada al ciudadano. Todo esto lo podrán ver muy bien explicado a Florian Philippot, el líder de Patriotes, en Francia, en un vídeo que está en YouTube.
De ese concepto, expandido también desde 1902 a través de Cuba hacia Iberoamérica (de ahí que Cuba se deba des-americanizar a la manera en que la americanizaron, y vuelva a Europa), nos debiéramos de liberar con bastante urgencia. Tomar la parte que nos convenga, porque esa parte existe, y proponernos devolverle la importancia política al individuo, devolver su alma para que pueda usar sin compartimentos su pensamiento, y por fin vuelva a ser un ciudadano de la Polis.
De ahí mi participación venidera en la Cumbre Iberoamericana, donde se aclara desde el programa lo siguiente:
«Este panel analizará cómo las fuerzas conservadoras, patrióticas y soberanistas de ambos lados del Atlántico pueden construir una «Comunidad Transatlántica de Naciones en Libertad», una red estratégica basada en nuestra identidad occidental, valores e intereses compartidos, y un frente unificado frente a amenazas comunes. Los enemigos de Occidente, desde la interferencia rusa y china hasta el extremismo islámico, el narcoterrorismo y los regímenes autoritarios en Iberoamérica, están bien coordinados, financiados y tienen experiencia en la subversión. Su objetivo es destruir todo lo que representa nuestra forma de vida. Nuestra respuesta debe ser igualmente unida, determinada y visionaria. Vox, Patriotas por Europa, otras fuerzas conservadoras europeas, iberoamericanas y estadounidenses deben revitalizar esta iniciativa transatlántica a través del diálogo y la cooperación política, así como mediante acciones tangibles en áreas clave como la seguridad fronteriza, el control de la inmigración, la ciberseguridad y la defensa. Esta visión también implica un compromiso con la reconstrucción del proyecto europeo desde sus raíces…».
Desde sus raíces culturales, y no desde un proyecto económico exclusivamente —añado yo—, pues es verdad que sin libertad poco se pudiera hacer; sin embargo, sin la batalla cultural, la libertad no sería entera.