Noelia, la tesis plagiada y la democracia amenazada
Que dimita una joven es un buen ejemplo; que dé lecciones y pida explicaciones un plagiador es un peligro
Noelia Núñez dimitió en ese instante que, ni un minuto antes pero sobre todo ninguno después, confiere la oportunidad de redención tras al oportuna penitencia. Asumir el castigo en el momento correcto permite la rehabilitación: si se adelanta la sanción, se compensa el pecado y no se somete a la sociedad a la tortura de añadir al exceso una prórroga de tensión, bronca y estupidez, que es lo peor de todo.
Sensu contrario, demorar lo inevitable multiplica exponencialmente la reprobación, imposibilita el perdón y aumenta el correctivo, que es lo que le ocurrirá a Pedro Sánchez, como antes le sucedió a todos los autócratas a lo largo de la historia, que siempre acaban recogiendo lo que siembran.
Que en un país donde gobierna un perdedor sin mayoría, sin presupuestos, sin vergüenza, sin límites, comprado y vendido a la vez al separatismo y al populismo doméstico e internacional y cercado por la corrupción quien dimita, paradójicamente, sea una niña de Fuenlabrada por hinchar tontamente su currículo para escapar de la estantería de los ninis, lo dice todo bueno y malo a la vez.
Es positivo que una joven asuma responsabilidades, que lo haga rápido y sin demasiadas excusas, entre llantos sinceros y con ese lenguaje corporal que refleja auténtica contrición: la magnitud de su exceso queda sobradamente compensada por el precio pagado, y ofrece un buen ejemplo entre tantos otros malos, abyectos y peligrosos.
Pero es negativo que la ética, incluso sobrevenida, sea una herramienta más para quienes carecen de ella y no se aplican el mismo esquema moral que sus rivales: mientras Núñez se ha quedado sin trabajo e interrumpe su carrera
política; Sánchez se marcha al extranjero a acercar temerariamente a España al eje incipiente de Venezuela y China y promete comparecer el lunes para declarar que ya ha comido, se siente fuerte y no piensa abandonar el trono que ocupa gracias a los bufones a su servicio.
Y procede de manera opuesta a la que imponen el sentido común y la decencia: lejos de asumir las consecuencias de su protagonismo o complicidad con todo, por acción en unos casos y por omisión en otros, redobla su desafío contra los restos del Estado de Derecho al objeto de que, ya que no es inocente, nada ni nadie pueda declararle culpable.
La batería de reformas legislativas para doblegar a los jueces, coaccionar a los periodistas y someter a los Cuerpos de Seguridad, en unos casos subordinándoles a sus esbirros y en otros amenazándoles con sanciones millonarias; no solo conculca la letra y el espíritu de un sistema democrático; sino que además impulsa su sustitución por otro de corte autoritario tendente a abolir la alternancia, anular a los contrapoderes y amordazar a la disidencia.
La dimisión de Noelia Núñez, que no podía seguir pero debe poder volver algún día, debe ser al menos el detonante de una nueva relación con este PSOE controlado por un moderno Stalin y tutelado por un obediente Beria, Félix Bolaños, con el que nada se puede hablar ni normalizar.
Cuando los plagiadores de tesis cutres y comercializadores de cátedras de pega se permiten lanzar fatwas talibanes contra sus rivales por pecados veniales, todo está perdido y la posibilidad de diálogo y consenso es simplemente inexistente. El marco ya es muy claro. O la democracia acaba con Sánchez o Sánchez acaba con la democracia. No existe una tercera opción, desgraciadamente.