Almeida y sus dudas
Deseo, como vecino de Madrid, que las dudas veraniegas de Almeida, se resuelvan a favor de todos; de Madrid. Tómese su tiempo y medite. Como le gusta decir: «partido a partido». Ahora el egoísta soy yo. Seguro que el alcalde me comprende
Custodio una vieja relación con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, desde sus ya alejados tiempos de director general de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid y de secretario de su Consejo de Gobierno. Luego llegó a una concejalía y, trabajando duro, nunca faltan aspirantes, a portavoz municipal, a candidato a la alcaldía y a alcalde. En 2023 alcanzó mayoría absoluta con el mejor resultado de su partido desde 2011. Abogado del Estado, experimentado en empresas públicas, como Sepides y AIReF, Almeida es un político preparado, sólido de ideas, en este tiempo de mediocridades y bandazos. Me ofrecen más confianza quienes llegan a la política tras desempeñar sus oficios, seguramente porque fue mi caso. Almeida ejerció su profesión en Gerona, Toledo y Madrid antes de su primer cargo político.
El alcalde ha manifestado sus dudas sobre concurrir o no a las elecciones de 2027, lo que supongo habrá alegrado a la oposición municipal y, me temo, habrá disgustado a los suyos. Acaba de ser padre tardío, a los cincuenta; dice que su hijo, Lucas, le tiene absorbido, y entre cambiar pañales y dar biberones es lógico que se plantee cómo enfocar su futuro. Está disfrutando su baja por paternidad y, tras toda su vida dedicada al servicio público, piensa en una familia que le necesita. Lejos de mi ánimo interferir en su decisión, pero, como vecino de Madrid y amigo, me permito alguna reflexión.
Almeida no es el primero ni será el último político, ni alcalde, que es padre durante el ejercicio de sus funciones. El político es un ciudadano más que asume voluntariamente una responsabilidad pública que no sólo le afecta a él. En cierto modo, la familia de un alcalde es, o debería serlo, muy amplia: todos los administrados, le hayan votado o no, a quienes afectan sus decisiones tanto cuando acierta como cuando yerra.
El abandono de la política priorizando la vida familiar es, desde luego, el acceso a la tranquilidad. Almeida declaró a El Mundo: «Mi prioridad ahora es mi familia, descansar, desconectar y estar con ellos. No tengo ninguna prisa por volver». Se entiende. Serio y responsable, quiere dedicar a su recién creada familia tanta responsabilidad como a sus actividades políticas. Disfruta de Lucas, en compañía de Teresa, en un ambiente familiar que desconocía. Parece que la paternidad ha cambiado su perspectiva sobre su dedicación política. Otra opinión suya: «No soy el que era en 2023 y tengo que pensarlo bien. Ya no tengo esa vida de adolescente despreocupado, ahora soy un padre de familia. Eso lo cambia todo». Seguro que sus votantes no le consideraban un adolescente despreocupado. Y abundan los padres de familia que son políticos.
Almeida se pregunta lo que otros nos preguntábamos hace muchos años: «Me atormenta si seré capaz de ser un buen padre». Tampoco a los padres veteranos, ni supongo a los que llegaron después, nos es ajeno «vivir con miedo todo el rato» y «obsesionado con que el niño se me puede caer en cualquier momento». Pero ello es compatible con cumplir su responsabilidad con los madrileños, sin determinarle a elegir la comodidad respecto al aún no decidido compromiso de volver a ser candidato. Es un hombre de partido, él lo eligió, y no le ha ido mal porque ha gestionado bien, y supongo que esa consideración también pesará en su balanza.
Las declaraciones de Almeida, un buen alcalde, son sin duda sinceras. pero acaso también algo egoístas. No sé cómo se sentirán al leerle quienes tienen hijos, aman a sus familias, y obviamente se encuentran más cómodos en su vida familiar que en la brega de sus responsabilidades públicas, carga que asumen, aunque sea incómoda. Hay circunstancias en que políticos, con nombres y apellidos, son llamados para funciones concretas por entenderse que pueden influir en un resultado favorable. En nuestro panorama no abundan políticos honestos, trabajadores, de sólida formación y acreditada experiencia. Almeida lo es.
Deseo, como vecino de Madrid, que las dudas veraniegas de Almeida, se resuelvan a favor de todos; de Madrid. Tómese su tiempo y medite. Como le gusta decir: «partido a partido». Ahora el egoísta soy yo. Seguro que el alcalde me comprende.