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Desde la almenaAna Samboal

Con la cabeza en otra parte

Parecen cómodos o fingen bien. Dispuestos a llegar a 2027. La calle está tranquila, esto no es París, se reservan para el que venga. Si se lía en la vuelta ciclista, culparán a la ultraderecha. A Irán, no. Ni a los rusos. No vaya a ser que un día de estos acaben siendo de los nuestros. Hay ministras que no les harían un feo

Rusia ha testado ya la defensa aérea polaca. Mientras Putin invadía el espacio aéreo de un país aliado, al que estamos obligados a auxiliar en caso de ataque, en Moncloa debían estar perfilando la estrategia de defensa de Begoña. Mientras en París el primer ministro, el tercero de Macron en lo que va de legislatura, se despedía de la Asamblea advirtiendo de un Estado del bienestar francés inviable (como el canciller), de una catástrofe para las próximas generaciones, mientras se alzaban las primeras barricadas en las calles, en la Moncloa debían estar calibrado el alcance de daños del procesamiento del fiscal general del Estado. Él ya está manchado, aunque le absuelvan. Su imagen y carrera, destruidas. Pero hay que evitar como sea que salpique al presidente, que estrena traje en la sesión de control. A la medida, no es cuestión de seguir dando lástima. Mientras el mundo experimenta la transformación más profunda desde la caída del muro de Berlín y el final de la Guerra Fría, en España andamos enredados en nuestras miserias.

Y no es que no debamos ocuparnos de ellas. Delimitar si la o el consorte –cuando toque– de un presidente del gobierno puede servirse de medios públicos para hacer sus business es importante, tanto como delimitar lo que separa lo público, los intereses de todos, de lo privado. Y más importante lo es que existan personas que, por el simple hecho de ocupar un cargo institucional, pudieran estar por encima de la ley y los derechos fundamentales del resto, de la plebe. No es asunto menor lo que está en juego, se están forzando hasta deformarlas las costuras de la Constitución, de todo el andamiaje democrático. No nos despistemos.

Nuestro drama es que, una vez más, hemos tenido la mala fortuna o hemos elegido tan mal que, mientras el mundo se prepara para sobrevivir o ganar en esta nueva era, nosotros andamos enredados, mirándonos de nuevo el ombligo. Y todo porque el abuelo de un presidente reivindicaba la II Republica. Así desde entonces. Y no sabemos si entre esas cosas que nos ocupan y quitan el suelo, además de los negocios de Begoña o de Zapatero, debamos preocuparnos porque cada día que pasa estamos más lejos de Occidente y sus valores y más cerca de los malos. A lo peor ni siquiera es por convicción, porque hay pocas entre los habitantes de la Moncloa, sino simplemente por ganar dinero.

Parecen cómodos o fingen bien. Dispuestos a llegar a 2027. La calle está tranquila, esto no es París, se reservan para el que venga. Si se lía en la vuelta ciclista, culparán a la ultraderecha. A Irán, no. Ni a los rusos. No vaya a ser que un día de estos acaben siendo de los nuestros. Hay ministras que no les harían un feo.

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