Fundado en 1910
Desde la almenaAna Samboal

España abandonada

Lo que se está poniendo en solfa con la corrupción, las clientelas, los errores, la vagancia, la necedad o la negligencia es la necesidad de la propia existencia de las instituciones. Y sobre la solidez de esas estructuras descansa la democracia, que hoy se ve amenazada por las llamas

En sólo cinco años, hemos padecido una pandemia que se cobró miles de vidas y un ilegal encierro, una brutal nevada, una atroz dan que ha matado a decenas de personas o unos pavorosos y devastadores incendios. Hemos sufrido mucho y en muy poco tiempo. Nuestros abuelos y padres, hijos de la guerra y la postguerra, vivieron condiciones más duras. La vida les educó para ello. Los que nacimos con la democracia hemos crecido con la creciente prosperidad del país, acunados bajo el desbordante manto protector de papá-Estado. Era una tentación tremendamente atractiva para los que gobiernan, que se han colado cual mancha de aceite por todos los resquicios de la vida social. Ha sido muy cómodo para los gobernados.

Llegamos a dormirnos. Y a golpes hemos despertado. Los pueblos que hoy se queman se vaciaron primero. Ahora, se sienten injustamente maltratados y abandonados. Hacienda se acuerda de ellos cada marzo a la hora de hacer la declaración de la renta. Hay que seguir manteniendo las residencias de Patrimonio Nacional en las que veranea toda la familia del presidente. Pero, a la hora de la verdad, la de la emergencia, los que tienen que apagar los incendios, sea la administración central o la autonómica, que a ellos les dará igual, no aciertan a situarlos en el mapa. Muchos se han visto en la tesitura de arriesgar sus vidas para salvar a su ganado y sus casas. Y otro tanto puede decirse de los que se vieron anegados por la riada. Amaneció y no había nadie. Ni al día siguiente, ni al siguiente. ¿Dónde estaban los que vienen a pedir cada primavera, los que sonríen y reclaman el voto cada cuatro años?

Si la administración autonómica nació para estar cerca del ciudadano y no está cuando sufre catástrofes que ponen a prueba su propia existencia, dejará de ser útil. Si la voraz administración central solo está para meter la mano en el bolsillo, pero no para auxiliar a las personas en momentos de terrible zozobra, sobrará. No sólo son las personas que ostentan poder las que se juegan honor y carrera profesional, que allá cada cual. Lo que se está poniendo en solfa con la corrupción, las clientelas, los errores, la vagancia, la necedad o la negligencia es la necesidad de la propia existencia de las instituciones. Y sobre la solidez de esas estructuras descansa la democracia, que hoy se ve amenazada por las llamas.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas