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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Operación fallida

El Rey está libre de culpas y son precisamente los delincuentes los que impiden a un español volver a su casa. Una casa por la que hizo, impulsó y formalizó la igualdad y los derechos humanos de sus compatriotas. Una casa que ahora mismo no ofrece garantías para la gente decente

Muchos españoles agradecidos –también los hay de la cuadra enfrentada a la que se han incorporado palestinos de Bilbao y los defensores del terrorismo de Hamás– han intentado acercar a nuestro Rey, groseramente exiliado, a España. Lo pretendimos con la mejor voluntad y sin coordinación alguna porque los monárquicos no son excesivamente activos cuando se proponen un objetivo. Los destinos propuestos, mucho más cercanos a Abu Dabi fueron Roma, su lugar de nacimiento, Estoril, su infancia y nacimiento, y Londres. Mi proposición, Hendaya, no fue tomada en cuenta. Pero nos topamos con un real y durísimo muro. El del propio Rey. «O vivo en mi casa o me muero fuera de España». Por detrás de todo eso, y no lejos de su entorno, se mueven otras coacciones. El Rey está libre de culpas y son precisamente los delincuentes los que impiden a un español volver a su casa. Una casa por la que hizo, impulsó y formalizó la igualdad y los derechos humanos de sus compatriotas. Una casa que ahora mismo no ofrece garantías para la gente decente. Vista atrás a un brevísimo cuento de Enrique Jardiel Poncela. El chico de provincias que llega a Madrid a estudiar su carrera y es recibido con hospitalario cariño por la dueña de la pensión.

–Bienvenido, hijo, que aquí te sentirás como en tu casa.

–Pues entonces, me voy.

El Rey está torpe de remos, pero con la cabeza intacta y la memoria prodigiosa. Jamás un Rey –y me refiero ahora Felipe VI–, podría encontrar un consejero más leal y experimentado que su padre. No nos interesa a los españoles que se duerma fuera de su Patria habiendo sido un ejemplo de institucionalidad y de respeto a todos los partidos. Aznar le parecía un pelma, y eso dice mucho a su favor.

Vivimos en el régimen de Alí Babá. Es sencillo. Un español puede volver a España cuando quiera. Ojalá se produzca y el coche que le lleve hacia su casa se cruce con el furgón policial que transporte a la pareja hacia Alcalá Meco.

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