'U curtu'
Cerdán revelaba ayer, para quien sepa oírlo, aquello de lo que nadie quiere tener noticia. Hay dos estados. En España. Y este que vemos no es más que el de los mayordomos
¿Encubre un Estado a otro Estado? ¿Enmascara un ejecutor regulado por leyes a un ejecutor que se ajusta a la exigencia mortífera de dominar y hacer dinero? Es lo que anteayer, en la comisión del Senado que investiga la corrupción sistemática del Gobierno de Pedro Sánchez, proclamó sin ambages el más notorio de sus killers. De nombre propio Santos: ¡tiene narices! «El Estado profundo» conspira contra mí, anunció con voz sombría. Daba, la verdad, poca lástima.
Uno ha oído hablar de «garganta profunda» (la de Woodward y Bernstein o la de Lovelace), de «web profunda» (la mayor red de crimen de las sociedades actuales y la más inaprehensible). ¿A cuál de esas bonitas metáforas se estaba acogiendo el lavandero de la pasta más pringosa del partido socialista? ¿O es que era aquello nada más que una metáfora?
Y la sombra de Totò Riina se cruzó entonces en mi memoria. ¿Lo recuerdan, verdad? 'U curtu', 'el retaco' –en estatura y en neurona, bromeaban sus colegas– de la Cosa Nostra dominó como nadie el arte de volatilizar: dinero igual que cadáveres. De enemigos como de amigos. ¿Falta de ética, la suya? –«Pregúntese si está usted en condiciones de hacerme a mí un reproche ético». Cerdán fulmina a un colega. Senador y socialista. Pero, ¿a quién se le ocurre plantar cara al gran liquidador? Me imagino el sudor glacial acariciando la nuca del senador socialista Alfonso Gil. ¿Quién demonios le habría mandado a él abrir la boca? ¡Menuda imprudencia! A partir de ese punto, más callado que un muerto. Con perdón. Gran escuela Totò Riina. La vida es demasiado dura para ir haciéndose el listo.
Pero Riina no fue sólo 'la Bestia', el asesino por todos sus colegas admirado. Aquel aparente pedazo de tarugo fue también el negociador de altas cuestiones de Estado con il capo di tutti i cappi socialistas, Bettino Craxi. O, seamos literales, el negociador de «profundas cuestiones de Estado». Las que Craxi compartía con Andreotti y con tantos otros, al margen de sus chistosas proclamas ideológicas: la obediencia al 'Estado profundo', ese mando que no se ve y que es lo que disciplina a los exhibicionistas mandos públicos. Según las zonas, recibía, en Italia, nombre de Mafia, Camorra, Ndrangheta… La cosa acabó mal para ambos negociadores. Riina murió en presidio. Craxi, putrefacto prófugo de la justicia, cerró portentosa vida en su bien ganada mansión de Túnez.
En aquella Italia de Totò, Bettino y Andreotti, había de redorar sus brillos un concepto forjado en la Turquía de Ataturk. «Estado profundo» (en turco, derin devlet) servía para designar al Estado como decorado escénico sobre el cual eran representados los dramas y comedias que una instancia invisible redactaba para delicia y solaz del pueblo llano. El destello escénico garantizaba la ceguera ciudadana ante los extremos horrores del poder auténtico: el invisible «Estado profundo», frente al cual la política era una inocente broma. Suleyman Demirel, que fue presidente turco, dejó de su lógica la descripción más clara: «hay un Estado profundo y otro Estado… El Estado que debería ser verdadero es el auxiliar, el que debiera ser auxiliar es el verdadero». Mafia, Camorra y Ndrangheta se sabían Estado verdadero. Craxi y Andreotti, auxiliares comediógrafos. Hasta que, ya en los años noventa, se derrumbó el teatro.
Cerdán revelaba ayer, para quien sepa oírlo, aquello de lo que nadie quiere tener noticia. Hay dos estados. En España. Y este que vemos no es más que el de los mayordomos, los pícaros, los pequeños carteristas. En la sombra profunda moran los ladrones serios, los criminales infalibles, la casta de los señores. «El Estado profundo está preparando pruebas sospechosas contra mí». Los amos sueltan lastre de fámulos. Sabemos que en el lote de ese lastre va Cerdán. ¿Pero quiénes son esos amos que lo arrojan por la borda?
Mínima nota iconográfica para lectores muy jóvenes. Bettino Craxi fue un Pedro Sánchez francamente feo. Pedro Sánchez es Bettino Craxi en mono. A cada cual sus méritos. ¿Cerdán? –Totò Riina, en mucho menos honorable.