Cartas al director
Cuando el gato dice «miau»
Si el Gobierno en su conjunto, un Gobierno, como lo es, socialcomunista y no socialdemócrata, está empeñado en subir el salario mínimo, olvidándose de los demás salarios y las pensiones, aquí no hay nadie quien nos orille, si todo sube y sube sin parar.
En la Biblia, Jesús de Nazaret, le responde a un ricachón que, si quiere conseguir el Reino de los Cielos, tiene que vender todo lo que tiene y dárselo a los pobres. Jesús, con este mensaje, no condena a las riquezas, lo que pretende enseñarnos es que huyamos del culto al dinero, ese orgullo vanidoso de posesión, esa avaricia y esa lujuria materialista. Una doctrina que, por desgracia, la mayoría de los mortales no comparten. Ese mundo material piensa que, si todos los ricos venden sus propiedades y se las entregan a los pobres, el resultado, según las reglas de la ciencia, –el dinero ni se crea ni se destruye, solo se transforma–, es obvio: los ricos se hacen pobres, y los pobres ricos. Un laberinto y un galimatías que desestabiliza. Un argumento que, este Gobierno, astutamente, amparado en las doctrinas marxistas, se está aprovechando, con lo cual, ellos, no el pueblo, sino el Poder, se adueñaran de todo. Ellos, disfrutando lujosamente, y el pueblo, todos los ricos que se hicieron pobres, y los pobres al hacerse ricos, que se hicieron también pobres, a vivir en la pobreza y en la miseria. Ninguna revolución mejoró al pueblo, porque el remedio siempre fue peor que la enfermedad. La mejor revolución es la del amor, solidaridad, respeto y tolerancia.
El «miau» de los gatos, –seres irracionales–, indica que éstos están llamando la atención, quieren comunicar algo, decir algo. Los seres racionales españoles tendríamos que aprender de los gatos y, ante todas esas barbaridades que este Gobierno está cometiendo, tendríamos que reaccionar contundentemente y dejarnos, de una puñetera vez, de ser pasotas, desnortaos, empanados, sibwaneros, y ser más activistas. Exijamos que, quien nos gobierne, lo haga bien, y para los que lo hacen mal, «¡mamiau!»