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Cartas al director

¿Qué es ser progresista?

Esta es una pregunta que lleva mucho tiempo atormentándome. Porque es una pregunta trampa de la izquierda, que se considera que tiene la patente de lo «progresista», como lo mejor de lo mejor. En este sentido, solo las fuerzas políticas de progreso, de izquierdas, por supuesto, hacen avanzar a la humanidad por el sendero del buen camino, los derechos humanos, incluso inventándose nuevos, y así un largo etcétera, con la clara intención de manipular la opinión pública. Lo conservador sería lo contrario: La 'fachosfera', lo retrógrado, lo perverso, el machismo ancestral, el heteropatriarcado, en suma.

Y, curiosamente, como afirmó Marañón, ese concepto de lo progresista fue, justamente, lo que llevó al mayor de los desastres en el experimento de la Segunda República.

Ahora, en una nueva época, siglo XXI, se vuelve al falso discurso y debate entre lo «progresista y lo ultraconservador». Porque los nuevos idólatras del falso progresismo han otorgado un nuevo calificativo peyorativo a los que no tenemos la «gracia o el don» de ser progresistas. Y se ponen a dar etiquetas, jueces progresistas y conservadores, prensa progresista y conservadora, buenos políticos de progreso y malos políticos ultras. Podría seguir dando ejemplos, pero la lista es tan larga y me provoca vómitos intelectuales. ¿Cómo todavía hay tantos que caen y se creen este estúpido ejercicio de maniqueísmo?

Dice el Evangelio que «por sus obras los conoceréis». Pues, dedicarse a acosar, presuntamente y sexualmente, a las presuntas víctimas, entre sus propias compañeras de partido, y después intentar ocultarlo, encubrirlo y subestimarlo como algo casual o anecdótico, es un magnífico prototipo de un buen progresista.

Presuntamente, claro. A semejanza de que un progresista «no roba», pues tampoco «es un guarro acosador». En la izquierda, no. En la derecha, sí.

¿Qué diferencia existe hoy en día al progresista o al conservador? Difícil responder. Como me considero liberal, al estilo antiguo, mis clásicos, Ortega o Marañón, estoy fuera de tiempo. Mi progresismo liberal es de otra época. Respetar al sexo contrario, considerar a una compañera como a una igual, está desfasado. Tratar a hombres y mujeres con la categoría superior no sexista de «persona» parece que también.

Avanzar en derechos y libertades no es patrimonio de ninguna ideología ni de marcas. Es más propio de una cultura en valores y principios.

Hay personas decentes y otras, presuntamente, no tanto. Todo lo demás, pura demagogia de partido.

Julio José Elías Baturones

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