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16 de abril de 2024

Editorial

España es un caos con Sánchez

El presidente ha sumido a España en una crisis sistémica inaceptable que afecta a su economía, a su identidad y a su posición en el mundo

Actualizada 07:57

Resulta imposible, desgraciadamente, encontrar un único ámbito vinculado al Gobierno en el que España no haga aguas estrepitosamente, de manera reiterada y sin ningún remedio eficaz en el horizonte cercano.
Solo la resistencia de cada ciudadano, y ese espacio de autodefensa y supervivencia que es la familia, conforman un flotador encomiable para evitar el ahogo.
Porque todo lo demás falla, inducido directamente por un Gobierno caótico y superado por las circunstancias o aumentado por su incapacidad para contener los daños provocados por factores externos.
Desde luego lo hace la economía, epicentro de la autonomía personal y del progreso conjunto del país, con un cúmulo de dolorosos desastres que deja a la sociedad inerme, desesperanzada y deprimida.
Con una inflación del 8.7 por ciento, el empobrecimiento general lleva camino de hacerse endémico, y se agrava por la insaciable voracidad recaudatoria de un Gobierno que, lejos de intentar reducir las cargas, las agrava y se aprovecha de ellas.
Porque mientras la ciudadanía pierde renta disponible a pasos agigantados y tiene inmensas dificultades para cubrir sus necesidades básicas; el Gobierno está aprovechando la coyuntura para batir récord de recaudación y simular una bonanza inexistente con la que consolidar su deplorable política clientelar.
Que además tiene un limitado recorrido ya: la suspensión de la compra de deuda pública desde el Banco Central y la subida de tipos de interés, ambas de manera inminente; acabarán con el «dopaje» económico que tanto gusta al Gobierno y le hará enfrentarse a una situación cercana a la quiebra, con obligaciones de pago inmensas y recursos muy justos.
Al evidente deterioro económico y nacional, resumido en la peor crisis desde hace décadas y en la degradación del Estado de derecho constitucional por los peajes del Gobierno con sus aliados; se le añade ahora una pavorosa humillación internacional desatada por Argelia pero inducida por Sánchez.
España es observada con recelo en Bruselas; con rechazo en Washington y con desprecio o indiferencia por el resto. Y solo disimula el deterioro de su posición corriendo como pollo sin cabeza detrás de Joe Biden, pagando cumbres como la de la OTAN en Madrid o atendiendo todos los caprichos de Marruecos, incompatibles con la alianza hasta ahora vigente con Argelia.
Cuesta mucho lograr una posición geoestratégica en el mundo, pero apenas nada para perderla. Y Sánchez lo ha logrado, desgraciadamente, por sus complicidades con el llamado «eje bolivariano» derivadas de su sociedad con Podemos; con su errática postura pedigüeña o inestable en Bruselas y Washington o con su pavorosa negligencia en el norte de África, escrita a golpe de bandazos e improvisaciones.
Todo ello junto sumerge al país en una crisis sistémica de graves consecuencias a presente y de difíciles antídotos en el futuro inmediato. Porque Sánchez siempre está dispuesto a pagar el precio que haga falta por sobrevivir, pero ya está claro que España no puede soportar esa inaceptable factura.
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