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25 de abril de 2024

EN PRIMERA líneaPedro carlos gonzález cuevas

Paul Preston, o la demonología histórica

El objetivo del hispanista británico es siempre el mismo: relacionar directamente al régimen de Franco con el nazismo, incluso con el Holocausto; es decir, con el mal radical

Actualizada 04:14

Entre las realidades más esquivas a la razón figura la Historia, a causa de su complejidad y arbitrariedad y de la subjetividad de los testimonios. Por ello, resulta exigible al historiador –aparte de rigor metodológico– honradez intelectual al margen de su militancia política e ideológica. Que un historiador sea, por ejemplo, militantemente antinazi no le exime de investigar de forma neutral en su búsqueda de la verdad.
Durante muchos años se atribuyó a los nazis la matanza de Katyn, para luego descubrirse que fue obra de los comunistas. Al mismo tiempo, como solía decir George L. Mosse, la historia exige unas ciertas dosis de empatía hacia el objeto de estudio. Técnicamente, empatía no significa simpatía. Significa la capacidad de identificarse con otros individuos o grupos sociales diferentes, tal vez adversarios o enemigos, sin sentir una particular conexión en el plano emocional. Lo que implica no caer en el fácil recurso a lo que historiadores como Delio Cantimori o Renzo de Felice denominaban «moralismo sublime».
Homosexual, judío e izquierdista, Mosse fue el gran historiador de la cultura política nacionalista, fascista y nacionalsocialista, sin caer en un fácil emotivismo. De la misma manera, un discurso histórico serio comporta un sólido realismo político, que analice fríamente el contexto social, político, cultural y lingüístico de una época. Y es que cuando un estudioso se encuentra frente a realidades de una gran complejidad y dramatismo, como una guerra civil, debe tener el valor de escapar a la toma de posiciones emotivas; los rechazos morales apriorísticos carecen de sentido y de eficacia en el análisis histórico. Indignación y condena son sentimientos que deforman la correcta interpretación histórica, prohíben la reconstrucción de los hechos e impiden identificar las motivaciones que subyacen bajo los hechos.
Vienen estas reflexiones a causa de la salida a la luz de la obra de Paul Preston Los arquitectos del terror. Franco y los artífices del odio, libro muy jaleado en los medios de comunicación. La producción de Preston me parece profundamente deficiente. Carece de método, de empatía y de realismo; es el reflejo de una mente sectaria y unidimensional. Desde el punto de vista estrictamente intelectual, resulta difícil tomarlo en serio. Otra cosa es, por supuesto, el marketing, los intereses político-económicos y las redes de influencia mediática, o sus pactos con el separatismo catalán.
Ilustración - Paul Preston

Lu Tolstova

Sus obras carecen de análisis cultural; tienen por base una sociología elemental; su modo de argumentar es mecanicista y su enfoque ideológico, radical. En su obra La destrucción de la democracia en España exime a las izquierdas de su responsabilidad en el estallido de la guerra civil, que atribuye al fascismo representado por el conjunto de las derechas. Su obra más celebrada, Franco. Caudillo de España, no pasa de ser una caricatura demonológica del dictador español. Juan Carlos I. El rey de un pueblo incurre en el defecto contrario, la hagiografía. En ocasiones, parece un cronista de Hola. En El Holocausto español, Preston cae directamente en la abyección, atribuyendo a las derechas españolas un proyecto de exterminio de las izquierdas. El mismo título de la obra resulta tendencioso, ya que intenta establecer un paralelo demonológico entre Hitler y Franco. Sus últimos libros apenas merecen comentarios. El zorro rojo es una simplista biografía de Santiago Carrillo. Un pueblo traicionado describe la situación española desde una perspectiva muy próxima al «orientalismo» denunciado por Edward Said.
Arquitectos del terror. Franco y los artífices del odio, no supone, en ese sentido, la menor innovación. Preston sigue la trama narrativa demonológica ya desarrollada en El Holocausto español. Se trata de un conjunto de retratos de propagandistas y jerarquías del bando nacional, como Carlavilla, Tusquets, Pemán, Aguilera, Mola, Queipo de Llano y Franco, a los que acusa de articular el mito «judeo-masónico-bolchevique», defendido, además, por el conjunto de las derechas. Sus biografiados son constantemente calificados de «locos», «asesinos», «genocidas», «mentirosos» o «antisemitas».
El objetivo del hispanista británico es siempre el mismo: relacionar directamente al régimen de Franco con el nazismo, incluso con el Holocausto; es decir, con el mal radical. Como de costumbre, Preston sustituye el análisis realista por la demonología; sin duda, es más cómodo.
Significativamente, en la obra no aparecen para nada los enemigos de las derechas: republicanos de izquierda, anticlericales de La Traca y Fray Lazo, anarquistas, socialistas, o comunistas. ¿Ninguna de estas fuerzas desarrolló un discurso de odio? La crítica al judaísmo en las derechas españolas no es racial, sino teológica. ¿Tiene que ver algo la Hispanidad de Maeztu con el racismo y el antisemitismo? Y lo mismo podemos decir del resto de las derechas. ¿La crítica a la masonería no tiene nada que ver con que, como documentó María Dolores Gómez Molleda, en las Cortes constituyentes de la II República casi la mitad de los diputados pertenecieran a la sociedad secreta? Lo cual explica, al menos en parte, la dureza de la legislación secularizadora y anticlerical, y la consiguiente reacción católica. ¿No existía en España peligro revolucionario alguno, con unas izquierdas en permanente insurgencia? Tampoco incide Preston en la opinión de las jerarquías nazis acerca de Franco y su régimen. En sus diarios, Alfred Rosenberg reprocha a Franco «no querer saber nada del antisemitismo» y de ser un títere del Vaticano. Lo mismo opinaba Himmler en las conversaciones con su médico Félix Kersten.
En definitiva, estamos ante una obra falsaria, mendaz, puramente demonológica, en la que, una vez más, Preston muestra su mediocridad como historiador.
  • Pedro Carlos González Cuevas es profesor de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Político Español en la UNED y autor de 'Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días'. 
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