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26 de abril de 2024

en primera líneaCarmen Martínez Castro

Teoría y práctica de la mayoría absoluta

La moderación y la transversalidad del PP andaluz le han brindado una victoria arrolladora del mismo modo que la radicalidad y el sectarismo de Sánchez alejan al PSOE de cualquier esperanza de hegemonía

Actualizada 01:44

La gran victoria de Juanma Moreno no puede ser despachada alegremente como una muestra más del voto de castigo a Sánchez, sus políticas y sus socios extremistas. Sin duda, la candidatura de Juan Espadas ha venido lastrada por el rechazo que suscita el sanchismo, que se confirma en cada elección, pero hacer de ello la razón última de esos insospechados 58 escaños obtenidos por el PP sería tanto como despreciar la talla política de Moreno y las virtudes que le han reconocido los andaluces con ese apoyo masivo. Es cierto que sus rivales se han equivocado en campaña, y mucho, pero no es menos cierto que su éxito tiene mucho más valor político que los errores de los adversarios.
Nos habían asegurado que el tiempo de las mayorías absolutas había desaparecido para siempre en España y en el resto de Europa pero, sorprendentemente, desde Andalucía, el histórico feudo socialista, ha salido una arrolladora mayoría absoluta del centroderecha que ha puesto patas arriba el tablero político nacional. Moreno se ha cargado de un plumazo todos los sombríos vaticinios sobre el incierto futuro de las democracias acosadas por la ingobernabilidad y el populismo. O al menos ha dado motivos para que los politólogos se pongan a estudiar cómo se consigue revertir esa tendencia de manera incontestable y exitosa.
Juanma Moreno ha sabido leer mejor que nadie el pulso de la sociedad andaluza y ha ofrecido a los ciudadanos de esa comunidad autónoma una potente dosis de autoestima sobre la que cimentar un proyecto de futuro. Les ha dicho que Andalucía puede ser, con Madrid, el motor de España y los andaluces se han sumado con entusiasmo a esa ambición compartida. Si podemos considerar que en esa unión de proyecto y liderazgo reside la fórmula teórica de la mayoría absoluta, su ejecución práctica no es menos importante: persuasión, templanza y humildad. Buen ejemplo de ello fue su intervención en la noche del mayor triunfo electoral que se recuerda en los últimos años.
Mucha gente rechaza la palabra centrismo, pero la victoria de Moreno ha sido el resultado de su búsqueda deliberada y perseverante de ese espacio central de la sociedad donde se cimentan las mayorías absolutas. Y ello no es tanto una posición ideológica como una manera de hacer política que no se basa en la autoexpresión de las propias convicciones, sino en el afán de entendimiento y el respeto al contrario. Se trata de recuperar la vieja sentencia de Adenauer según la cual lo importante de la política no es tener razón sino que los ciudadanos te la acaben dando. Más de 200.000 votantes socialistas que han huido del sanchismo podrían haberse quedado el domingo en su casa y engrosar las filas de la abstención, pero decidieron votar al PP porque Moreno, en vez de pedirles un acto de contrición, les ha ofrecido un proyecto suficientemente amplio donde sentirse cómodos.
Juanma Moreno Pedro Sánchez

Paula Andrade

También hay algo muy saludable en esta victoria de la moderación frente al sectarismo. Ha sido una elección racional, templada y dictada por el pragmatismo, no por la tensión. Andalucía ha sacado tarjeta roja al populismo y a sus trucos demagógicos, las mentiras, el histrionismo o la tensión artificial. Realmente la imagen que Andalucía ha dado de sí misma en estas elecciones es admirable. La comunidad autónoma más grande de España ha dado una lección de sensatez, moderación y estabilidad política de la que sentirse orgullosos.
La fórmula del éxito de Moreno es la misma que anuncia el fracaso inapelable de Pedro Sánchez. La moderación y la transversalidad del PP andaluz le han brindado una victoria arrolladora del mismo modo que la radicalidad y el sectarismo de Sánchez alejan al PSOE de cualquier esperanza de hegemonía y le condenan a vivir por mucho tiempo atado a unos socios que le vampirizan. Sánchez perdió su oportunidad de buscar la centralidad y ahora, aunque tuviera voluntad de hacerlo, ya no tiene tiempo ni credibilidad. Lo que le queda de legislatura se presenta como una larga agonía, con dificultades cada vez mayores y socios cada vez más desleales. Ahí están, sin ir más lejos, los homenajes a Mónica Oltra, que causan sonrojo democrático y hunden las expectativas electorales de Ximo Puig. Como bien le recuerda Feijóo cada vez que se encuentran, gobernar no es resistir.
Ni siquiera puede Sánchez aferrarse a la esperanza de formar tique electoral con Yolanda Díaz, como sugirió en una entrevista reciente, porque el tirón político de Díaz se ha demostrado tan evanescente como su discurso político. Sin duda, el nuevo PP de Feijóo ha demostrado mucha más capacidad para sintonizar con la frecuencia de onda de los españoles que Yolanda Diaz en su archicacareado proceso de escucha. La autonomía que la dirección nacional ha permitido al PP andaluz para dirigir su campaña ha sido fundamental en el éxito de la misma. Bien lo puede certificar Alfonso Fernández Mañueco, el presidente castellanoleonés, que no tuvo tanta suerte.
A la lechera de los estrategas socialistas se le han ido rompiendo todos sus cántaros elección tras elección. Todas las jugadas de diseño que han ido inventado para consumo de los tertulianos de obediencia debida han naufragado al contacto con la implacable realidad social. A los españoles les asusta mucho más un Gobierno rehén de ERC, Bildu o Mónica Oltra que una mayoría de centroderecha. Para colmo, de Andalucía no sale un PP atenazado por Vox, como soñaban, sino un PP hegemónico de nuevo y capaz de aspirar a lo más alto. El domingo pasado Juanma Moreno demostró que saben cómo hacerlo.
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